Escenario
Turbulencias de aires no tan claros
Por Gonzalo Arias
Las encuestas registran un cambio de tendencia en el "humor social", lo que podría representar una suerte de "punto de inflexión".

Los cambios en el clima político y el humor social son inocultables. La primavera parece haber llegado así con un frente de creciente inestabilidad que está generando recurrentes y cada vez más bruscas turbulencias en el plan de vuelo del gobierno, y cuya persistencia y potenciales alcances aún están por verse.

En el plano político, estos cambios se evidencian con particular crudeza de la mano del despertar opositor en el Congreso de la Nación, donde el gobierno hilvanó una serie dolorosas e incomodas derrotas que lo llevaron no solo a apelar a la siempre antipática herramienta del veto, sino también a replegarse hacia una posición defensiva que se centrado en intentar galvanizar un apoyo mínimo para asegurar el tercio de legisladores que necesita para bloquear el hiper activismo opositor y minimizar posibles daños.

Una nueva estrategia que, por cierto, ha forzado al oficialismo no solo a aplacar el permanente estado asambleario de sus bloques legislativos para evitar más fugas o rupturas, y a intentar darle mayor estabilidad al siempre oscilante e histérico vínculo con el PRO, sino también a procurar seducir o cooptar a legisladores de bloques dialoguistas (fundamentalmente la UCR). Esta maniobra, aunque necesaria a la luz de la coyuntura que enfrenta el oficialismo, puede potencialmente acelerar el proceso de reconfiguración de la relación de fuerzas entre gobierno y oposición, generando incentivos favorables para la convergencia opositora y complicando eventualmente la estratégica discusión del Presupuesto 2025

Más preocupante aún para el gobierno es lo que vienen registrando la mayoría de las encuestas en lo relativo a un cambio de tendencia en el "humor social", lo que podría representar una suerte de "punto de inflexión" para un gobierno que ante su manifiesta debilidad política, magra representación institucional y escasa musculatura territorial, se había recostado en el extendido "crédito social" que parecía endosarle el alto nivel de apoyo tanto a la gestión como al propio Milei.

Aunque con matices, los números de las principales encuestadoras ya dejan en evidencia que hay algo más que simples movimientos coyunturales, y que parece consolidarse una tendencia negativa tanto para la imagen presidencial como para los niveles de aprobación, un declive en el optimismo y la esperanza, y una erosión en las expectativas y la confianza en la resolución de los problemas más acuciantes para el país.

En este sentido, la última medición de Aresco registra una baja de seis puntos en la imagen positiva de Milei (con un alza equivalente de la negativa), la de Poliarquía da cuentas de un fuerte declive en su imagen de siete puntos (aunque mantiene un diferencial positivo de 2%) y de un importante aumento de desaprobación de gestión, y Trespuntozero registró por primera vez a Milei con más rechazo que aprobación, entre otros ejemplos. Asimismo, el relevamiento de la empresa liderada por Eduardo Fidanza da cuentas del deterioro de la situación económica producto de la recesión y de la asignación de responsabilidades: se duplicaron quienes perciben que su situación económica personal y familiar es mala, y comienza a crecer la asignación de responsabilidades desde el gobierno anterior a la gestión libertaria (29% ya responsabiliza de esta situación a la actual gestión)

Por otra parte, parece registrarse una fuerte erosión a nivel de expectativas. El Índice de Confianza del Gobierno (ICG) elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella registró un derrumbe de casi un 15% de caída respecto al mes anterior. Se trata, según difundió la Escuela de Gobierno de dicha universidad, "el nivel de confianza actual es de 16,6% menor al de la medición de septiembre de 2016 al comienzo del gobierno de Macri, y 4,6% menor al de la medición de septiembre de 2020, al comienzo de la gestión de Alberto Fernández".

Y, continuando con los números, aunque en este caso ya no de cariz interpretativo sino de lacerante actualidad, esta semana se conocerán los últimos datos del relevamiento de pobreza del Indec, que ofrecerá un panorama global de lo sucedido durante el primer semestre. Al respecto, las estimaciones preliminares son muy preocupantes, y mostrarían niveles de pobreza muy por encima del 41% del final del mandato de Alberto Fernández. Si a ello le sumamos que los guarismos en el conurbano son mucho mayores, más aún entre los menor de 17 años, el panorama es dramático.

Lo cierto es que sobre todo ello se recorta un escenario complicado en materia económica, donde la recurrente apelación a los pretendidos logros en materia fiscal (inflación, déficit, etc.) no logran disimilar el creciente cansancio social (y la preocupación de los mercados) por una recesión que no da tregua, un dólar congelado que no ofrece mejoras de competitividad, grandes inversiones que no llegan, reservas del Banco Central que no se recuperan, promesas de la salida del cepo que parece quedar para después de las elecciones del año próximo, entre otros tópicos sensibles.

Así las cosas, aunque el gobierno desdramatiza, la esperanza va progresivamente transformándose en ansiedad, a la par que la oposición comienza a reorganizarse, en un escenario que ya da cuentas de las dificultades crecientes para salir de la recesión. Y, aunque todavía la fragmentación política actual es altamente funcional a los intereses del gobierno, si se consolidara la pérdida de apoyo y credibilidad de la gestión, las debilidades políticas serán ya difíciles de camuflar con las revelaciones y contrapuntos de las que se alimentan la narrativa anti-casta y la pretendida mística de la "batalla cultural"

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