Editorial
Tres son multitud
Por Gonzalo Arias
En un contexto donde la fragmentación y falta de liderazgos en la oposición parecen prolongarse en el tiempo, la principal apuesta de Milei parece seguir estando en el plano económico.

El presidente Javier Milei percibe -quizás como nunca antes en estos 8 meses de gestión- que domina completamente la escena política y que, pese a algunos atisbos de recuperación de cierta iniciativa política en el Congreso de la Nación, la oposición sigue tan aturdida e inerme como al momento de conocerse el sorprendente resultado de las elecciones presidenciales del pasado año.

Una luna de miel extra large, producto de un crédito social extendido a partir de la difusión de una larga saga de hechos reñidos con la ética, presuntos hechos de corrupción, supuestos "curros" expuestos, entre otras revelaciones que involucran a funcionarios de gobiernos anteriores -fundamentalmente al último-, y que han mantenido ardiendo la hoguera de la indignación, el descontento y el hastío que catapultaron a Milei al poder y que son hoy el gran sostén de su proyecto.

Un "clima de opinión" que ya no sorprende a analistas, en su momento también desconcertados ante el amplio respaldo popular a un proyecto basado en un brutal ajuste que habría -en muchos aspectos- de profundizar la crisis, y que con diversos matices se evidencia en prácticamente todos los estudios de opinión pública.

Es más, si en algún momento del pasado mes, cuando se registraron nuevas turbulencias cambiarias que plasmaban las inquietudes y ansiedades de los mercados, algunos avizoraban una tendencia decreciente en la imagen de la gestión, el escándalo por las revelaciones en torno a la vida "no tan privada" del ex presidente Alberto Fernández y sus estribaciones públicas, revitalizaron el tan mentado "principio de revelación" como herramienta central de la por ahora muy efectiva narrativa anti-casta.

En este marco, con una oposición que, salvo en el caso del kirchnerismo (aunque con algún indicio de autonomía que ya se atisba en el interior) y la izquierda, evidencia fronteras lábiles, móviles y siempre provisorias, resulta en cierta forma lógico que la faz agonística propia de la política se manifieste con más crudeza al interior del heterogéneo, improvisado y poco estructurado conglomerado oficialista.

Lo sucedido estas últimas semanas es una manifestación más que evidente de este desplazamiento de las disputas del poder hacia el interior del oficialismo. Ya no solo por las diferencias ya cada vez más públicas y conocidas entre Milei y la vice Victoria Villarruel, sino a las por ahora más silenciosas y subrepticias disputas entre la cada vez más influyente Karina Milei (apodada la "Jefa") y el asesor todoterreno Santiago Caputo, quien desde la salida de Posse de la jefatura de gabinete ha venido acaparando más resortes de poder y ocupando cada vez más áreas claves.

En el caso de la vice y presidenta del Senado, la situación no es nueva y, si bien han varios momentos los protagonistas han procurado minimizar las divergencias, en las últimas semanas las disputas parecen haber escalado hasta el punto de generarse el interrogante sobre una posible disputa. Si esto responde al lógico -aunque rápido- desgaste de una relación entre presidente-y vice que siempre ha sido compleja a lo largo de nuestra historia jalonada por la fuerte tradición hiper-presidencialista y personalista, si es consecuencia de recelos y desconfianzas producto de la percepción mutua de "promesas" incumplidas o, si más extremo aún, es parte de estrategias de construcción de un adversario (desde la óptica de Milei) o de construcción de un posicionamiento propio y diferenciado (desde la óptica de la vice).

Lo cierto es que en estas últimas horas los acontecimientos parecen haberse acelerado. Aunque los antecedentes de ciertas rispideces pueden remontarse incluso hasta el periodo de transición entre el triunfo y la asunción (cuando supuestamente los Milei se "molestaron" por las reuniones en que la futura vice supuestamente ofrecía cargos a quienes serían los responsables para la Defensa, la Seguridad y la Inteligencia en el gobierno libertario), y tuvieron varios hitos relevantes durante el primer semestre (la exclusión inicial de Villarruel de las negociaciones por la Ley de Bases, o algunos desplantes protocolares), en las últimas horas tanto la frecuencia de episodios que proyectan el malestar desde la Casa Rosada como las reacciones de la titular del Senado dejan entrever una situación más compleja.

La "ausencia" o "no-invitacion" de la vice a la tradicional ceremonia de entrega de sables a los jefes de las Fuerzas Armadas y de los actos de homenaje al Libertador José de San Martín -acontecimientos caros a la herencia familiar y adscripción ideológica de Villarruel- parecen haber quedado en un mero plano anecdótico a la luz de dos hechos posteriores: la nueva polémica en torno al aumento de las dietas de los senadores, en virtud de la cual recibió abundante "fuego amigo" y alusiones bastante claras de parte de un ofuscado Milei, ante lo cual la presidenta de la cámara alta defendió su rol y convocó a una sesión especial para que los protagonistas debatan y abandonen las "sobreactuaciones" (una referencia tanto para los senadores como para el propio Milei); y la explicitación de lo que hasta ahora era un "secreto a voces", el rechazo de Villarruel a la postulación de Lijo para la Corte.

Si bien está más que claro que el que confronta públicamente con la vice es el propio Milei, es ampliamente conocido que la actuación de Villarruel es permanente y pormenorizadamente "auditada" por Karina Milei. Por cierto, la Secretaria General de la Presidencia y hermana del primer mandatario ya no solo recela y desconfía de la vice -por momentos evidenciando ciertos delirios persecutorios- sino que también ha empezado a chocar con el otrora "golden boy" del gobierno por el avance de este en algunas áreas sensibles como la SIDE y sus presuntos vínculos con algunos connotados ejemplares de la casta. En todo caso, habrá que estar atentos a esta última disputa, que podría dirimirse con metodologías menos protocolares que la que sostiene con la vice.

Así las cosas, en un contexto donde la fragmentación y falta de liderazgos en la oposición parecen prolongarse en el tiempo, la principal apuesta de Milei parece seguir estando en el plano económico. Una apuesta por cierto más que arriesgada, basada en un dogmatismo antinflacionario, aún pagando el costo de demorar la salida del cepo y ralentizar la potencial recuperación económica.

Es que el presidente está convencido de que por sus propios éxitos en el combate contra la inflación y por las deficiencias de la oposición, puede llegar con fuerzas a las estratégicas elecciones legislativas del año próximo. Sin dudas, un escenario posible aunque plagado de obstáculos, muchos de ellos derivados no solo de los efectos de la "mano invisible" del mercado, sino de las disputas e intrigas internas en el marco de un proyecto de poder en el que ya "tres son multitud"

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