Editorial
Sin novedades
Por Gonzalo Arias
Lo que podía presentarse como una gran oportunidad para los candidatos y candidatas en pugna, acabó convirtiéndose en un hecho político sin grandes novedades.

En el marco de un extenso e inédito proceso electoral, signado no solo por los altísimos niveles de incertidumbre en relación a los resultados sino también por un marcado clima de negatividad y fuerte rechazo de amplios sectores de la opinión pública hacia la dirigencia política, tuvo lugar el primer debate presidencial obligatorio de cara al 22 de octubre.

Como contracara de este humor social donde reina la apatía, la frustración y el desencanto, este primer evento realizado en Santiago del Estero alcanzó los 42 puntos de rating. Si tenemos en cuenta que el último debate presidencial en 2019 apenas había llegado a los 29 puntos de rating, la magnitud de la audiencia que observó el primer encuentro cara a cara entre los candidatos puede ser un indicador muy evidente de la gran incertidumbre y la gran inquietud que rodea al proceso electoral.

Sin embargo, lo que podía presentarse como una gran oportunidad para los candidatos y candidatas en pugna, acabó convirtiéndose en un hecho político sin grandes novedades. Sin soslayar la importancia que tienen este tipo de herramientas para la calidad democrática, aunque sin desconocer que las limitaciones del formato acordado por los equipos de campaña la acercan más al "show" televisivo que a un ejercicio deliberativo, quedó en evidencia que primaron las estrategias defensivas, que nadie arriesgó e, incluso, que varios candidatos dejaron pasar algunas oportunidades que ofrecía la coyuntura.

Aun sabiendo que, por lo general, los debates no tienen un impacto significativo en las expectativas ni en el comportamiento electoral, está más que claro que el evento del pasado domingo no tuvo ni vencedores ni vencidos. No obstante no puede hablarse ni de un ganador excluyente ni de claros derrotados, resulta interesante evaluar la performance de los tres principales candidatos para introducir algunos matices a esta sentencia.

En este sentido, teniendo en cuenta que era quien más arriesgaba y más tenía para perder, evidentemente Javier Milei salió bien parado. Siendo el gran "favorito" y, por ende, el blanco privilegiado para sus adversarios, atravesó el debate sin grandes sobresaltos ni fisuras en su narrativa anti-casta. Si alguien esperaba que el libertario perdiera en algún momento el control o mostrara algún desborde, ello no ocurrió. Por el contrario, sin renunciar a su posicionamiento disruptivo e intransigente, se mostró equilibrado y tranquilo (fundamental para buscar votos fuera de su "pecera"), y fue quien más argumentos aportó al debate sobre economía.

Sergio Massa, no solo como ministro a cargo de una economía siempre al borde del abismo, sino a la luz de los varios escándalos ventilados en los últimos días, también tenía bastante para perder. Por ello, seguramente el candidato y su equipo habrán quedado bastante satisfechos con su desempeño y el resultado final. No tanto porque proyectó en varios pasajes una imagen de aplomo y moderación, y pudo además conseguir el objetivo de polarizar con Milei apelando a su vocación dialoguista, sino fundamentalmente porque logró evitar muchas situaciones potencialmente incómodas: no se vio forzado a "hacerse cargo" ni de Alberto ni de Cristina, ni fue especialmente atacado por la rampante inflación, ni incluso cuestionado explícitamente por el escándalo que se había conocido apenas unas horas antes.

Por último, puede decirse que Patricia Bullrich fue quien más desaprovechó las oportunidades que se le ofrecieron. Si Milei y Massa eran, en ese orden, quienes más tenían para perder, la candidata de JxC es quien más podía ganar. Sin embargo, se la vio incómoda y temerosa ante la posibilidad de cometer algún error grosero, y se mostró muy dubitativa y poco solvente a la hora de abordar los temas económicos. Si bien pareció crecer en algunos cruces y réplicas, no le alcanzó para romper la percepción de que se ha instalado la polarización entre Massa y Milei.

Así las cosas, a la luz de esta suerte de "ensayo general" del pasado domingo, en el que los candidatos midieron distancias, calibraron posicionamientos, y parecieron acordar tácitamente una dinámica sin grandes sorpresas ni revelaciones, es esperable que el último debate que tendrá lugar en la Ciudad de Buenos Aires concite menor atención por parte de la audiencia. Si ello ocurriera habrá que esperar al debate "mano a mano" en un hipotético ballotage para ver un mayor despliegue narrativo y escénico.

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