Editorial
Massa y su Rubicón
Por Gonzalo Arias
Está claro que Massa esperará al otoñal mes de abril, en las vísperas de las definiciones propias del calendario electoral, para tomar una decisión.

Desde que en agosto del año pasado ingresó al gobierno para hacerse cargo de un Ministerio de Economía ampliado y dotado de amplios respaldos en la coalición oficialista y el establishment financiero internacional y local, Sergio Massa se convirtió en uno de los protagonistas centrales de la política argentina.

El tigrense no sólo logró evitar lo que parecía la inexorable debacle tras la situación generada por la intempestiva salida de Martín Guzmán, sino que con mucha más autoridad y volumen político logró pronto reunificar el manejo de la economía, estabilizar relativamente el mercado cambiario, incentivar la liquidación de divisas del campo, y cumplir con las metas del acuerdo con el FMI.

Aún con los enormes desafíos económicos por delante, el delirante proyecto reeleccionista del presidente, el "corrimiento" de Cristina y la ausencia de rivales competitivos dentro del peronismo, lo pone ante el desafío de una candidatura presidencial. Si bien en reiteradas ocasiones el mismo líder del Frente Renovador lo descartó de plano, algunos de sus gestos más recientes parecieran matizar esas declaraciones y abrir una ventana de expectativa.

En particular, en el marco de su raid mediático de los últimos días, que tuvo por cierto un inevitable "tufillo" electoral, llamó la atención la recurrente mención al próximo mes de abril. Es que Massa sabe que no habrá apuesta electoral sin algún éxito en su gestión que pueda generar expectativas y, sobre todo, impacto en la vida cotidiana y el bolsillo de los votantes. En otras palabras, su potencial candidatura estará fuertemente condicionada por su capacidad para controlar y reducir el índice de inflación.

Es en este contexto en el que aparece la referencia al mes de abril como una meta que el mismo Massa se fijó: que para ese mes el índice inflacionario llegue al espectro del 3%, un objetivo a todas luces muy exigente con los actuales indicadores macroeconómicos y las perspectivas de los aumentos de servicios previstos para este año.

Ese sendero es por el momento el mapa con el que el ministro afrontará los próximos meses, que incluye un primer trimestre con una inflación en el orden del 4%, con el mes de febrero como el más bajo y cierto rebote previsible para marzo, para llegar a un abril con el esperado "3 adelante". Ahora bien, ¿es posible bajar el índice de inflación a esos números en abril y recuperar por esa vía los ingresos sin enfriar la economía? Massa y su equipo están convencidos de que sí, como resultado de la estrategia de alinear las cifras de devaluación, inflación y tasa de interés. A ello habría que sumarle el programa Precios Justos, que en rigor funciona como un sistema de "premios y castigos" para las alimenticias, y que continuará vigente durante todo el año.

En esta estrategia, los sindicatos son un actor clave. No tanto para "controlar" los precios, como se vio en las imágenes que tanto ruido hicieron los últimos días, sino para coadyuvar a frenar las expectativas inflacionarias. ¿Cómo? Alineando las demandas salariales a las previsiones inflacionarias del propio equipo económico. Para ello, ya tuvo un gesto de confianza de parte de un grupo de sindicatos de los denominados "grandes", que anunciaron un preacuerdo para una suba salarial de sólo el 30% para el primer trimestre. Una vez más aparece aquí el mes de abril como un mojón para evaluar el cumplimiento de esta suerte de promesa.

Así las cosas, está claro que Massa esperará al otoñal mes de abril, en las vísperas de las definiciones propias del calendario electoral, para tomar una decisión. Ese mes operaría entonces como una suerte de "Rubicón" para los planes electorales del tigrense que, por convicción o necesidad, contarían con el visto bueno del kirchnerismo, los sindicatos y otros sectores peronistas.

Sin embargo, aún subsisten muchos interrogantes, más allá de la propia voluntad de Massa. Las medidas de estabilización aplicadas en el último semestre no fueron gratis y, en muchos casos, tendrán consecuencias palpables durante este 2023. Por un lado, subsiste el conflicto entre la necesidad de acumular y fortalecer reservas sin afectar cadenas productivas que dependen de insumos importados. Y, más complejo aún, el problema de los vencimientos de la deuda interna, cuyas dificultades de refinanciación podrían derivar en la necesidad de recortar gasto público, con los conflictos que ello podría aparejar en el oficialismo. A todo ello habrá que sumarle un escenario global que sigue siendo complejo por la continuidad de la guerra en Ucrania, y los fenómenos climáticos que enfrenta el país con sequías y heladas que podrían morigerar los efectos de nuevos "dólares soja".

En todo caso, las incógnitas respecto al horizonte electoral de Massa comenzarán a develarse finalizando este tórrido verano.

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