Escenario
Los avatares del peculiar vínculo pro-libertarios
Por Gonzalo Arias
Tanto en la Rosada como en la mesa chica del PRO se debate cómo seguir con una relación que en el mediano plazo demandará de definiciones más concretas.

El decisivo respaldo de Mauricio Macri al veto a la ley de financiamiento universitario no solo le permitió al gobierno de Javier Milei conseguir una victoria políticamente relevante en un escenario legislativo cada vez más adverso, sino que volvió a instalar en el centro de la escena la naturaleza y futuro del vínculo entre Macri y el PRO, de un lado, y Milei y el heterogéneo y poco institucionalizado espacio libertario, por el otro.

Aunque a simple vista pareciera que la percepción de un inminente riesgo -el potencial rechazo del veto en Diputados-, llevó a los libertarios a aflojar tensiones con el PRO, distendiendo los vínculos de algunos de los integrantes del "triángulo de hierro" (como Santiago Caputo) con Macri, y procurando dejar atrás los recurrentes vaivenes de una relación de amor-odio, un análisis más profundo arroja aún muchos matices y abre importantes interrogantes con respecto a la posible confluencia entre estos espacios.

Es cierto que en un contexto donde ha primado más la mutua conveniencia que la construcción de vínculos estables y acuerdos políticos explícitos, la designación de María Tettamanti en la Secretaría de Energía -recomendada por el macrista Apud-, el final de la disputa entre Ritondo y Menem por la conducción de Diputados, y las negociaciones en torno al posible ingreso del PRO en la Secretaria de Trabajo, el Banco Nación o YPF, pueden ser leídos en clave optimista por las huestes de un macrismo que viene apostando fuertemente a un acuerdo con el gobierno.

Sin embargo, pese a los gestos de buena voluntad y cierto relajamiento de las tensiones, resulta evidente que en ambos espacios todavía existen importantes bolsones de resistencia o, al menos, de desconfianzas y reticencias mutuas, sea por cuestiones personales, diferencias políticas, desacuerdo por las formas o, incluso, por consideraciones tácticas.

Del lado del PRO, y más allá de quienes ya están formalmente incorporados al espacio libertario como Bullrich, es Mauricio Macri quien más empuja la idea de un acuerdo con el gobierno, entendiendo que en un escenario de profunda reconfiguración del sistema político, no solo no hay margen para una diferenciación nítida con LLA, sino que un potencial fracaso de Milei (incluso también un éxito sin el PRO) arrastraría al partido amarillo. Una idea que se cimenta, en gran medida, en la convicción de que más allá de los apoyos circunstanciales de algunos sectores de la opinión pública, ambos sellos comparten un mismo espacio de votantes.

Esta convicción del ex presidente convive, por cierto, con cierta incomodidad con las formas y estilos presidenciales, y ciertas criticas respecto a lo que entienden es falta de "gestión" (léase de "equipos" en la lógica macrista), aspectos en donde el ex mandatario entiende que el PRO podría procurar desmarcarse discursivamente a la hora de conservar cierto sello "identitario", aunque todo ello sin renunciar al apoyo explícito al plan del gobierno en general, y la disciplina fiscal en particular. Y si bien no son pocos los referentes del PRO que más que incomodidad critican el destrato y ninguneo a quienes les aportan altas dosis de gobernabilidad, por estas horas quien pareciera manifestar más reparos a un posible acuerdo es Jorge Macri.

Es que el Jefe de Gobierno no solo mastica bronca por la falta de colaboración con algunos reclamos de la Ciudad, o alberga algún resentimiento por la escasa voluntad que evidenció la Casa Rosada para resolver deudas pendientes como en el caso de la coparticipación, sino que sospecha de las intenciones libertarias para horadar el posicionamiento gravitante del PRO en la Ciudad, con miras a las elecciones legislativas de 2025 pero con el objetivo más ambicioso de eventualmente arrebatarle su bastión territorial histórico y usina de su capital político y simbólico.

Por lo que se observa desde las terminales libertarias, el temor del alcalde porteño no pareciera ser producto de alguna suerte de delirio persecutorio sino de indicios más o menos evidentes. El principal, y ampliamente difundido, es que quienes son hoy los dos puntales de la base del denominado "triángulo de hierro", son los principales obstáculos para anudar un acuerdo integral con el PRO. Y, si bien es cierto que en las últimas semanas hubo un acercamiento con Caputo, muchos aún desconfían y lo atribuyen solo a necesidades tácticas de la coyuntura, vaticinando que más temprano que tarde buscará materializar una avanzada con eje en la ciudad con pretensión de capitalizar no solo la crisis de representación que atraviesa el PRO -al igual que toda la dirigencia tradicional- sino algunas deficiencias propias de la gestión local.

No son, por cierto, las únicas posturas dentro del PRO. También se cuentan los más pragmáticos que hablan de una convivencia basada más que nada en necesidades tácticas derivadas de la debilidad libertaria ante un Congreso cada vez más hostil, coyuntura que estos sectores del PRO abogan para capitalizar cargos y mostrar capacidad de gestión. Asimismo, se escuchan incluso algunos más optimistas que confían en que Milei acabará por sincerar y ordenar una alianza "natural" que le permitiría presentar una única oferta electoral nítidamente promercado para enfrentar narrativamente a las filas de "populismo" en la campaña 2025.

Sin embargo, más allá de las diversas percepciones y vaticinios, hay dos cuestiones muy concretas de la agenda electoral que serán de difícil resolución para cerrar un acuerdo integral: no solo la Ciudad de Buenos Aires, sino el territorio bonaerense. En Provincia, los dos espacios saben que si concurren divididos podrían terminar siendo funcionales a un peronismo que busca reorganizarse bajo un nuevo liderazgo y, más aún los libertarios, saben que una alianza con el PRO es la única alternativa posible para albergar esperanzas de un triunfo; mientras que en la Ciudad, aunque algunos puedan esgrimir que al ir separados podrían quedarse con los tres senadores en juego, una derrota del PRO pondría en riesgo su casa matriz de cara al 2027.

En este escenario, desde el PRO insisten en que "juntos en provincia, separados en Ciudad" no es una fórmula viable, y presionan por un acuerdo integral, mientras que desde LLA siguen avanzando en la organización de un sello partidario propio, acordando paulatinamente con Macri según las necesidades, pero dejando en claro que no está en el horizonte cercano ningún acuerdo que pueda transmitir la imagen de una suerte de cogobierno. Mientras tanto, desde el entorno del jefe de gobierno porteño ya comienzan a dejar trascender la posibilidad de un desdoblamiento para evitar que se nacionalice la elección local.

Así las cosas, tanto en la Casa Rosada como en la mesa chica del PRO, por estas horas se debate cómo seguir con una relación que, si bien en el corto plazo puede continuar mostrando avances y retrocesos en la búsqueda de beneficios coyunturales mutuos, en el mediano plazo demandará de definiciones más concretas de cara al proceso electoral en ciernes.

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