
Más allá de la "mÃstica" que busca imprimirle Cristina a su decisión, resulta muy difÃcil no verlo como un repliegue ultradefensivo, un reconocimiento explÃcito de su manifiesta debilidad. |
El tiempo se acelera de cara a las elecciones bonaerenses del próximo 7 de septiembre y los principales actores de la tan significativa como inédita contienda legislativa provincial mueven sus fichas en el tablero con vistas a la construcción de los mejores posicionamientos -tanto ofensivos como defensivos-, las estrategias más competitivas frente a las probables estrategias de los rivales, y la búsqueda de los acuerdos posibles con aliados.
Tras el exitoso resultado en las urnas porteñas que le permitiera a los libertarios encaminar un acuerdo con el PRO (y probablemente un sector de la UCR) bajo sus propios términos y condiciones, toda la atención de las últimas semanas volvió a centrarse en un peronismo bonaerense que, desde hace ya un buen tiempo, viene atravesado por una fuerte disputa por el liderazgo entre el gobernador y Cristina Fernández de Kirchner. Una disputa descarnada y expuesta a cielo abierto que se evidencia en los más diversos planos: en la gestión, la comunicación, las actividades en el territorio, las votaciones en la Legislatura, el alineamiento de los intendentes e, incluso, en el plano del vÃnculo personal.
Una disputa que, como era esperable, creció ante la inminencia del proceso electoral, y se trasladó a las discusiones respecto a la definición del calendario, de las estrategias y, sobre todo, de las listas y candidaturas.
El primero en jugar fuerte en este plano fue el gobernador, que en una movida tan audaz como criticada por el cristinismo decidió estrenar las elecciones anticipadas en el principal distrito electoral del paÃs. Una movida muy resistida que el cristinismo buscó impedir y que la propia ex mandataria no dudó en calificar como un gravÃsimo error estratégico, pero que Kicillof logró finalmente imponer, como evidencia de su voluntad ya no solo de liderar el peronismo bonaerense sino de caminar hacia la construcción de una candidatura presidencial competitiva para 2027.
Tras la confirmación de la decisión y el lanzamiento del Movimiento Derecho al Futuro (MDF) con un acto en La Plata, en el que se mostró junto a un significativo grupo de bastante más de la mitad de los intendentes peronistas de la provincia, redobló su desafÃo al cristinismo. La respuesta de la ex presidenta no se hizo esperar y, en una entrevista televisiva en C5N, acabó por confirmar lo que ya venÃa siendo objeto de especulaciones: su candidatura como legisladora en la Tercera Sección Electoral.
Una decisión que intentó justificarse en función de la narrativa kirchnerista como un aporte para intentar "salvar las ropas" del partido en la elección provincial, en el marco de una estrategia sostenida por el gobernador que consideran que debilita las chances partidarias y, entendiendo que -siempre según su visión- no hay posibilidad de un triunfo en octubre sin triunfar antes en septiembre.
Lo cierto es que más allá de la "mÃstica" que busca imprimirle a su decisión, resulta muy difÃcil no verlo como un repliegue ultradefensivo, un reconocimiento explÃcito de su manifiesta debilidad, y uno de los últimos capÃtulos de la saga de la inexorable decadencia polÃtica de quien supo comandar el peronismo durante dos décadas. Y además de estas razones vinculadas a las necesidades polÃticas -en un contexto de debilidad propia frente a la ofensiva del gobernador- tampoco deberÃan soslayarse las relativas a un frente judicial que se cierne sobre su futuro inmediato, con la "espada de Damocles" de una posible resolución de la Corte en la causa Vialidad.
En esta lÃnea de razonamiento, y siempre con la mira puesta más en la interna que en la confrontación con Milei, Cristina cree estar planteándole una encrucijada al gobernador: por un lado, si el peronismo pierde en la provincia pero ella se impone en ese tradicional bastión del conurbano, podrÃa señalar a Kicillof como el "mariscal de la derrota" y -aún debilitada- aspirar a seguir siendo la figura gravitante de la "reconstrucción"; por el otro, aún ante una victoria provincial del espacio, y una performance en un distrito que representa el 35 % del padrón de la provincia a la altura de las mejores elecciones históricas del peronismo, podrÃa arrogarse la responsabilidad del triunfo, proyectando su posible efecto "arrastre" como el capital electoral más gravitante en la contienda.
Lógicamente, ninguno de estos análisis - a todas luces reduccionistas- serÃa posible con una derrota catastrófica en la Tercera Sección. Algo que aún sin conocerse ni las alianzas, ni las estrategias concretas, ni los rivales, parece altamente improbable: desde el retorno a la democracia, el peronismo solo fue derrotado en ese bastión casi inexpugnable en las elecciones de 1983, 1985 y 1997. Y, ya con el liderazgo kirchnerista desde 2003 (bajo el sello del PJ, Frente para la Victoria, Frente de Todos o Unidad Ciudadana), se impuso en once elecciones consecutivas, aún en aquellas en donde se perdió a escala provincial.
Mientras tanto, por estas horas trascendió que la ex presidenta y el gobernador rompieron el hielo y retomaron un diálogo personal que estaba quebrado. Un gesto de distención que también se observó esta semana en la Legislatura, cuando en un acercamiento inédito, los senadores identificados con Cristina y los alineados con el gobernador se unieron para intentar llegar -sin éxito- al quorum y debatir el proyecto cristinista para rehabilitar la reelección indefinida de legisladores, concejales y consejeros escolares.
Una frágil tregua que no solo no alcanza para exorcizar los fantasmas de la fractura, sino que tampoco permite avizorar que las negociaciones en búsqueda de una unidad pragmática vayan a ser tarea fácil, en un escenario en el que hay muchos actores que tendrÃan que ceder y en donde lo que está en juego más allá de la elección concreta es el liderazgo del espacio. Más aún, ante una elección que producto del inédito adelantamiento ha cambiado su naturaleza y su dinámica: mientras en el marco de las tradicionales elecciones simultáneas los dos actores que "empujaban" la elección, desde arriba y desde abajo, eran las cabezas de la lista nacional y los intendentes, con el desdoblamiento adquieren relevancia quienes encabezan las listas a legisladores provinciales, que en otras elecciones estaban en el tramo de la boleta que menos traccionaba y en donde rara vez se jugaban referentes de peso.
Este cambio no es en absoluto menor para los intendentes, que no están dispuestos a ceder poder. Es aquà donde seguramente habrá mucha fricción de cara al armado electoral concreto: no es casual, por ello, que en la misma Tercera Sección, donde el gobernador tiene -a priori- más intendentes propios que los alineados a Cristina (8 contra 7), algunos intendentes como Ferraresi ya han planteado la posibilidad de ir con boletas "cortas" locales en en caso de que la ex presidenta encabece una lista de unidad a nivel seccional.
Por último, cabrÃa preguntarse por la validez del argumento de Cristina para replegarse a territorio "seguro" con el objeto de resistir tanto a Milei como a Kicillof, de la mano de una posible victoria que -independientemente de lo que ocurra a nivel provincial- pueda ser interpretada como propia. Al respecto, parece tan claro que su performance en dicho territorio no pondrá fin a su inevitable y progresiva decadencia polÃtica, como que una derrota del gobernador a nivel provincial tampoco serÃa obstáculo para la construcción y consolidación de un proyecto propio.
Asà las cosas, la propia historia electoral reciente a nivel nacional y de la provincia parece desmentir la hipótesis de que el peronismo necesita ganar para poder construir un proyecto competitivo en 2027. La propia Cristina perdió las elecciones legislativas de medio término durante sus dos presidencias (2009 y 2013) mientras Macri, pese a ganar las intermedias de 2017 (con Santilli), acabó perdiendo las presidenciales de 2019. Además, no deberÃa perderse de vista tampoco que desde 2009 hasta 2021 el peronismo perdió las elecciones legislativas de medio término en Buenos Aires, aun imponiéndose en la tercera sección, lo que no fue óbice para la elección de Kicillof como gobernador ni para su reelección en 2023.
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