Editorial
¿Hay plan?
Por Gonzalo Arias
La Ley de Bases puede ser una condición necesaria aunque no suficiente para los actores expectantes con respecto a la evolución de este inédito proceso político encabezado por Javier Milei

Tras cuatro días de receso producto del feriado puente y, como era previsible, las turbulencias que habían experimentado durante las ruedas del jueves y el viernes los activos argentinos que cotizan en Wall Street, tuvieron su correlato en la plaza local.

La manifestación más palpable de esta altísima volatilidad en los mercados puede observarse en la cotización del dólar libre, que este martes alcanzó un nuevo récord nominal histórico, en una escalada que lo ha llevado a un salto de más del 35% desde mediados de abril. Un movimiento muy por encima de la inflación y que, más allá de la incidencia de variables estacionales, da cuentas de los grandes interrogantes respecto a los próximos pasos del programa económico del gobierno nacional.

Este "nerviosismo" en los mercados llega, además, en un contexto en el que la recesión ya es una realidad: por segundo trimestre consecutivo la economía se retrajo, y durante el primer tramo de este año el PBI el derrumbó alcanzó un 5,1% en relación al mismo período del 2023. Y, en consonancia con la preocupación que crece en todas las encuestas de opinión, la recesión ya comienza a tener un impacto significativo no solo en la actividad económica sino en el mercado laboral, con una desocupación que trepó al 7,7% en el primer trimestre del 2024.

En este contexto, la bocanada de aire fresco que el gobierno había conseguido tras la trabajosa aprobación en el Senado de la Ley de Bases y el paquete fiscal duró demasiado poco. Si bien luego de la victoria en la cámara alta la evaluación del gobierno nacional registró un leve repunte según la mayoría de las encuestas, este clima de opinión "favorable" al gobierno que sigue primando en una gran parte de una sociedad argentina hastiada de las frustraciones acumuladas y las sucesivas promesas incumplidas, no se traslada de la misma forma a los mercados.

Es que para los potenciales inversores, actores del establishment económico internacional y organismos multilaterales de crédito como el FMI, la etapa del shock y la emergencia ya alcanzó sus límites y es necesario que el gobierno avance hacia una nueva fase, con un plan concreto de reformas social y políticamente sustentables.

La Ley de Bases puede ser una condición necesaria aunque no suficiente para estos actores expectantes con respecto a la evolución de este inédito proceso político encabezado por Javier Milei. Si bien valoran positivamente una norma que -desde su particular visión- aporta "seguridad jurídica", desregularización y liberalización económica, y garantiza importantes incentivos y concesiones para la inversión extranjera, parecen entender que sin un plan consistente, plausible y sustentable no habrá ley alguna capaz de allanar el camino hacia una recuperación económica que se avizora mucho más esquiva que lo que prometió el presidente.

Lo cierto es que el presidente no solo demora las definiciones, prolongando la incertidumbre, sino que también genera nuevos conflictos a lo largo de su extensa gira mundial como celebridad de la "nueva derecha" global en la que un Milei aún más desmesurado que en el plano local abunda en declaraciones grandilocuentes y gestos megalómanos que, lejos de disipar los interrogantes y la incertidumbre, la profundizan.

Con las nuevas expectativas puestas en lo que sucederá la semana próxima en Diputados -última parada de la larga marcha de le Ley Bases-, y el anunciado "relanzamiento" del gobierno con el devaluado ex Pacto de Mayo -hoy de julio- y un supuesto reordenamiento ministerial, no son pocos -tanto aquí como en el exterior- los que comienzan a preguntar si realmente el gobierno tiene un plan para avanzar en esta nueva etapa y, de ser así, qué alcances tendría.

Los gestos son, en este aspecto, confusos y hasta contradictorios. Mientras Milei reivindica su obsesión monotemática por la inflación y el déficit fiscal, el FMI, potenciales inversores y actores económicos ponen el ojo en la necesidad que tiene el gobierno de mostrar un sendero que conduzca eventualmente a un levantamiento del cepo cambiario y terminar con dólares preferenciales y otras cotizaciones paralelas. Y, al retardar está definición -por voluntad explicita o por carecer de un plan al respecto- el gobierno puede quedar atrapado en su propio laberinto, conspirando contra sus propias posibilidades de poder salir de ese cepo.

En las últimas horas, las contradicciones entre Caputo y el propio Milei abonaron estas incógnitas. Mientras el Ministro había condicionado la salida del cepo a un nuevo acuerdo con el Fondo que aportara fondos frescos, el Presidente señaló que esta posibilidad no depende del acuerdo con el FMI, sino de "terminar de sanear el balance del Banco Central, (y) exterminar todos los mecanismos de emisión de dinero".

No es, por cierto, la única preocupación del Fondo, tal como surge de la lectura del extenso staff report con el que se aprobó hace algunas semanas la última revisión del acuerdo vigente, que agregó entre las demandas una mayor "calidad" en las políticas de ajuste para coadyuvar a su sostenibilidad social, y los acuerdos políticos para garantizar la sustentabilidad y gobernabilidad.

Sin embargo, el presidente eligió tanto por el inocultable sesgo economicista con que analiza y aborda la realidad como por la funcionalidad de la narrativa anti-casta, insistir con sus diatribas contra los legisladores, acusándolos de "degenerados fiscales" por votar una modificación de la movilidad jubilatoria, que calificó de un "intento desestabilizador golpista" responsable de las turbulencias de los mercados.

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  • 1
    25/06/24
    21:16
    CHE y cual era el plan de alberto,massa y cristina???? hacernos percha como nos hicieron???
    Responder
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