Escenario
Milonga triste
Por Gonzalo Arias
Milei acelera de cara al año electoral en la búsqueda de capitalizar un contexto político, económico e internacional que percibe muy favorable a sus intereses.

Un presidente despojado ya de todo filtro inhibitorio en lo político, abrazando lo que él mismo definió en la cena de lanzamiento de la Fundación Faro como un liderazgo "salvaje", acelera de cara al año electoral en la búsqueda de capitalizar un contexto político, económico e internacional que percibe muy favorable a sus intereses.

Envalentonado por los "logros" que se derivan de la performance de algunas variables macroeconómicas importantes (inflación, mercado cambiario, riesgo país, títulos y acciones, recaudación, etc.), confiado en su dominio casi total de la agenda y la iniciativa política frente a una oposición atrapada entre la irrelevancia, los reflejos de supervivencia y las actitudes funcionales, y eufórico ante un triunfo de Trump como una legitimación primermundista del gobierno libertario, Javier Milei profundiza su proyecto tanto en lo que respecta al fondo como a las formas.

Así, a la par que se aferra la disciplina fiscal, consolida la baja inflacionaria, y profundiza su agenda de desregulación, liberalización y apertura económica, avanza sobre el sistema político con propuestas que cambiarían radicalmente reglas de juego, tanto en lo que respecta al sistema electoral como al régimen de los partidos y el financiamiento de campañas, dejando en evidencia sus inocultables pretensiones hegemónicas y su vocación totalizante, y endureciendo los rasgos de un estilo de liderazgo cada vez más pendenciero, desmesurado y prescindente de la más mínima corrección política.

En este contexto, y como era previsible tras el fallo condenatorio de la Cámara de Casación Penal en la denominada "causa vialidad", el gobierno profundizó su estrategia de polarización con Cristina Fernández de Kirchner, lógicamente a sabiendas de que la ex presidenta aceptaría gustosamente el convite, quitándole sus asignaciones vitalicias por 21 millones de pesos.

Aún frente a las altísimas posibilidades de que la justicia reponga los beneficios previsionales, el gobierno consolida así el proceso de construcción de un enemigo, le da forma a una amenaza que no solo genera "temor" sino que le da sentido a la "batalla cultural", expone privilegios que azuzan la irritación e indignación en el amplio sector de la opinión pública que lo respalda, y obtura o demora el proceso de reorganización del peronismo bajo nuevos liderazgos. Y, desde la óptica de Cristina Kirchner, no solo le permite recuperar centralidad y ocupar el lugar más gravitante dentro de una oposición fragmentada y heterogénea, a la vez que patentizar su rol de victima (ya no solo del lawfare) y perseguida, sino también aspirar a convertirse para muchos ciudadanos en la mejor opción para frenar a Milei.

Lo cierto es que probablemente esta confrontación, a la que la ex presidenta no solo se subió, sino a la que aportó un tono de mayor virulencia que hasta el fallo judicial había evitado, promete nuevos y más frontales episodios, tanto en el plano discursivo como en el fáctico.

Como evidencia paradojal de esta Argentina pendular, dos proyectos que tuvieron o tienen vocación hegemónica y voluntad de ir "por todo" a como dé lugar, hoy confrontan como supuestas alternativas de una Argentina trágica que, aún con signos ideológicamente opuestos, evidencia en el fondo y las formas más continuidades que rupturas.

En repetidas oportunidades hemos escrito que la polarización, como el tango, se baila de a dos. Sin embargo, en esta Argentina decadente, en el que parece que siempre el "fin justifica los medios", en el que ya sea por izquierda o por derecha la gobernabilidad parece querer anclarse siempre en la confrontación, en el que se renuncia a los consensos para perseguir utopías hegemónicas, en el que un culto a la personalidad se sustituye por otro, como en esa metáfora en el que un clavo se saca con otro, este juego más que a tango se parece a una milonga triste.

Esa que escribió el poeta Homero Manzi e inmortalizó la voz de Aníbal Troilo, esa que genera una angustia "que, por mustia, duele mucho más".

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