
El libertario busca exorcizar el fantasma de la falta de gobernabilidad. |
El inesperado triunfo que obtuvo Javier Milei en las PASO -tanto en las urnas como, más aún, en el plano simbólico- no solo conmovió los cimientos del sistema polÃtico que emergió tras la recuperación democrática de 1983, sino que también produjo un fuerte cimbronazo en otros tableros, como el empresarial y financiero -local e internacional-, el sindicalismo, el ámbito de la cultura, los movimientos sociales y organizaciones de derechos humanos y hasta la Iglesia referenciada en el pontificado de Francisco.
A esta altura está más que claro que Milei dejó de ser simplemente el personaje incómodo y fenómeno mediático, emergente de un humor social marcado por la frustración y el enojo, para convertirse en el principal contendiente de cara a las elecciones generales del próximo 22 de octubre. No resulta casual, por ello, que los candidatos de las dos principales coaliciones que habÃan venido estructurando la dinámica polÃtico-electoral desde las presidenciales del 2015 hayan recalibrado y ajustado sus estrategias con el eje puesto en el referente de La Libertad Avanza.
Si bien la elección aún es de final abierto y, con un escenario de tercios con exiguos márgenes de diferencia entre sà y casi 13 millones de electores que no votaron o lo hicieron en blanco o por precandidatos que no superaron el umbral mÃnimo, todo pareciera indicar que el libertario es hoy quien tiene las mayores chances de llegar al ballotage de noviembre. Es más, el escenario es tan incierto que hay quienes se animan a ir más allá al no descartar un triunfo del economista en primera vuelta.
Pareciera, sin embargo, muy difÃcil que se materializara un escenario tan extremo: es cierto que hay muchos votantes que recién se incorporarán al proceso electoral en esta instancia y que el libertario cuenta con el efecto empuje que le confirió el inapelable triunfo simbólico conseguido en las PASO, pero resulta difÃcil imaginar en un escenario tan reñido dónde podrÃa no solo conseguir los más de 10 puntos porcentuales que le faltan para alcanzar el 40% de los votos sino también conseguir una ventaja de más de 10 puntos respecto a sus adversarios.
Ello no implica, claro está, desconocer que el libertario es hoy el "favorito", y que ello haya precipitado un interrogante que hasta hace no tanto tiempo atrás hubiese parecido disparatado: ¿puede Javier Milei ser presidente? O, dando por sentado que los números indican que es posible, si ¿su liderazgo y propuesta pueden garantizar gobernabilidad?
Un interrogante que, por cierto, no solo buscarán capitalizar sus adversarios para instalar el "miedo" a lo que podrÃa derivarse de un triunfo de Milei, sino también un "fantasma" que el propio libertario buscará exorcizar. Algo de esto último ya pudo observarse en las últimas semanas: su equipo se encargó de matizar y relativizar algunas de sus propuestas más promocionadas y extremas (fundamentalmente, la eliminación del Banco Central y la dolarización), el candidato redujo sus intervenciones mediáticas en un esfuerzo por moderar su discurso, trascendieron reuniones con funcionarios del FMI, empresarios locales y hasta sindicalistas, y se comenzaron a instalar en su equipo algunos nombres de mayor peso y llegada a cÃrculos del poder (como Guillermo Francos o los economistas ligados al CEMA).
Ahora bien, cabe preguntarse si será suficiente lo que pueda mostrar en estos 50 dÃas para revertir lo que a todas luces es una gran paradoja: que un candidato marcadamente promercado no cuente con el beneplácito de los propios mercados. Seguramente será una pregunta muy importante para evaluar las perspectivas de gobernabilidad ante un hipotético gobierno del libertario, aunque no parezca claro que lo que muchos consideran una exhibición pública de limitaciones y debilidades pueda afectarlo en el plano electoral.
De hecho, si nos atenemos a lo fáctico, esto no sucedió en las PASO, donde incluso Milei expresó algunas ideas más polémicas como las referidas a la venta de órganos, el medioambiente o la tenencia de armas. No pareciera entonces que esta sea una preocupación que afecte a quienes lo votaron el 13 de agosto o para quienes ya han decidido hacerlo el próximo 22 de octubre. Milei es, en este sentido, un fenómeno parecido al que encarnara Trump y que lo llevara a la Casa Blanca: es tal la demanda de un cambio profundo en muchos sectores de la sociedad que ya poco importa lo que diga el candidato.
Asà las cosas, Milei es más lo que representa que lo que dice o hace durante la campaña. Y si tenemos en cuenta, además, que su voto es transversal desde el punto de vista no solo socioeconómico (clases sociales) sino también sociodemográfico (ganó en 16 provincias), pareciera claro que estamos ante un fenómeno aluvional que pareciera escapar incluso al control del propio candidato. Por ello, el otro interrogante que habrá de develarse durante este tramo de la campaña es si la pretendida estrategia de Massa y Bullrich de exponerlo, desnudar sus contradicciones y desarmar sus argumentos, surtirá el efecto buscado en un escenario que pareciera hegemonizado por las emociones.
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