Editorial
El plan B del kirchnerismo
Por Gonzalo Arias
El panorama electoral parece complejizarse para el kirchnerismo, con la perspectiva de que ello genere tensiones y roces al interior de ese espacio.

Con una inflación que muy probablemente -según reconoce el propio Ministerio de Economía- rondaría entre 6,5 y 7%, un dólar que está semana vuelve a instalar la alta volatilidad de los mercados cambiarios, la suba del riesgo país, la escasez de dólares que vuelve a poner el foco en las reservas del Banco Central, y los coletazos de la crisis energética, el plan Massa comienza a desinflarse y mostrar sus evidentes limitaciones.

Si el desembarco del tigrense en un relanzado "superministerio" de Economía tras las severas turbulencias generadas por la salida intempestiva de Martín Guzmán, era la esperanza que anidaba en ciertos sectores del oficialismo para "surfear" la crisis y llegar con chances a las elecciones de este año, el manifiesto fracaso para controlar la inflación, que ya acumula más del 102% en los últimos 12 meses- ha golpeado duramente hasta los más optimistas.

Para colmo de males, el propio líder del Frente Renovador se había apurado a "prometer" un fuerte descenso de la inflación hacia el espectro del 3% para el mes de mayo, lo que patentiza aún más la sensación de frustración de las expectativas. Si Massa pensó alguna vez en convertir su gestión económica en trampolín para una candidatura presidencial, algo que si bien él ha negado en repetidas oportunidades había generado expectativas en muchos referentes del Frente de Todos, todo parece hoy desvanecerse en el aire.

No solo, claro está, para los pretendidos planes de Massa. Cuesta imaginarse que 2023 sea la primera vez que un gobierno con estos niveles de inflación retenga el poder. Además, las perspectivas económicas para lo que resta del año no son alentadoras. Solo basta con recordar que el acuerdo con el FMI plantea para este año una meta de déficit fiscal anual del 1,9% del PBI, un objetivo que con menos exportaciones y recaudación producto de la sequía y la caída de la actividad económica, pareciera ser muy difícil de cumplir. Más aún, teniendo en cuenta que parece altamente improbable que el gobierno se decida a ajustar fuertemente el gasto público en el contexto de un año electoral.

De esta forma, muchos actores -no solo del ámbito político- perciben que se han quedado sin candidato para estas elecciones. Una percepción de orfandad electoral que compartirían con la propia Cristina, que parecía haber encontrado en Massa un nuevo "mascarón de proa" para perforar, con un candidato más moderado para la opinión pública y más gentil para el establishment, el "techo" electoral del kirchnerismo. En otras palabras, con Massa pareciera haber muerto toda posibilidad de recrear una estrategia similar a la que llevó a Alberto Fernández a la presidencia en 2019.

El escenario se complejiza aún más para el kirchnerismo por la insistencia de Alberto Fernández en aspirar a la reelección y su predisposición a competir, incluso, en unas PASO con otros contendientes del peronismo. Una actitud que exaspera a un cristinismo que, como ha quedado en evidencia con las permanentes declaraciones incendiarias de Andrés Larroque, ya ni siquiera se preocupa por evitar que el conflicto interno escale a niveles intolerables.

En este contexto de incertidumbre y alta tensión a escasos meses del cierre de listas, no llaman por ello la atención las diferencias que comienzan a aflorar en un cristinismo que comienza a dar muestras de su desesperación. La creciente tensión entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof es una evidencia de este clima que podría recalentarse: mientras el gobernador parece aferrarse al "sillón de Dardo Rocha", entre los más conspicuos dirigentes camporistas crece la idea de que con Cristina en la boleta a senadora bonaerense, un dirigente del espacio podría suceder a Kicillof, para que este se postule a la presidencia.

Una idea que se funda en la convicción de que la derrota es inevitable, pero que la provincia de Buenos Aires puede convertirse en la garantía de un repliegue con poder de fuego y territorio. Y que, para ello, no solo es imprescindible la presencia de Cristina en la boleta sino de un candidato nacional que no solo se imponga ante Alberto en las PASO, sino que logre fidelizar la mayoría de los votos de la vice.

Así las cosas, el panorama electoral parece complejizarse para el kirchnerismo, con la perspectiva de que ello genere tensiones y roces al interior de ese espacio. Una tormenta perfecta que, aunque parece inverosímil, un Juntos por el Cambio encerrado en interminables disputas internas sigue sin capitalizar. Todo ello, ante un Javier Milei que parece no haber encontrado aún su techo.

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