Opinión
40 días en el Quinto Piso
Por Gonzalo Arias
Un balance provisorio de la gestión de Sergio Massa a poco de concluir su gira por EEUU.

 La esperada gira de Sergio Massa por los Estados Unidos, que el "superministro" había anunciado apenas tomó posesión del cargo y en la que tenía cifradas altas expectativas llegó finalmente a su fin. A poco más de 40 días al frente de la famosa oficina del 5° piso del Palacio de Hacienda, resulta un buen pretexto para realizar un balance de su gestión y, en función de ello, trazar posibles escenarios futuros, tanto en materia económica como en lo que respecta a la política.

Se trata, claro está, de un balance provisorio. Es que si la incertidumbre es uno de los rasgos distintivos de estos tiempos que vivimos a nivel global, en una Argentina que viene atravesando desde hace ya un buen tiempo una crisis política, económica y social de gran calado, es una variable central que no puede soslayarse en el análisis político. Ello explica, en gran medida, por qué en esta Argentina tan "líquida" -según la famosa metáfora de Bauman-, parecemos atrapados en una suerte de "presente perpetuo" que nos impide pensar y proyectar futuros posibles.

Aun estas dificultades, resulta interesante analizar estos últimos 40 días del líder del Frente Renovador en el gobierno, con una mirada que trate de ir un poco más allá de la angustiante coyuntura y ponga el foco en los potenciales impactos y consecuencias en el mediano plazo. No con la lógica predictiva de una suerte de "oráculo de Delfos", sino como un necesario ejercicio de análisis prospectivo que permita identificar y analizar lo que se denomina "futuribles", es decir escenarios posibles y probables.

Aun antes del viaje de Massa a Estados Unidos, era indudable que se observaba una sensación de alivio en el mercado. Es cierto que no hay nada para festejar -a excepción de alguna noticia en el plano deportivo-, pero tampoco es poco teniendo en cuenta de dónde venimos. No debe olvidarse que el dólar blue llegó a un máximo de $350 el 22 de julio, con un riesgo país que coqueteó con el umbral de los 3 mil puntos porcentuales, bonos y acciones -tanto en Wall Street como en la bolsa local- por el piso, y una total falta de credibilidad derivada de la percepción de la falta de un programa económico con respaldo político.

Con claras muestras de una autoridad y un respaldo político con la que no contaron sus predecesores, mejores perspectivas fiscales y medidas que van en la dirección que venían esperando los mercados, la situación puede describirse como de tensa calma. Se consolidó una suerte de pax cambiaria, con un tipo de cambio que no sólo se estabilizó sino que bajó respecto a los niveles de hace un mes y medio, cotizando ya por debajo de los 280 pesos, y permitiendo acortar la brecha con el tipo de cambio oficial. Las variables financieras también vienen respondiendo positivamente: esta semana incluso se profundizó la mejora de las acciones argentinas y los papeles bancarios acumulan una ganancia por encima del de 50 %.

A ello habría que sumarle una significativa suba en la tasa de interés de política monetaria, a una tasa nominal anual del 69,5% -efectiva en casi 100%-, un exitoso canje de deuda en pesos a tres meses por un bono que vence recién en el segundo semestre de 2023, un importante recorte en los gastos de capital y la segmentación tarifaria que busca reducir drásticamente el déficit.

Además, gracias al aluvión de divisas que están ingresando en los últimos días en el marco del denominado "dólar soja", Massa estaría generando un "colchón" de dólares en el corto plazo que algunos analistas estiman en 11.000 millones: a los 5 millones comprometidos por los productores y cerealeras, hay que agregarle el nuevo desembolso del FMI por 4.000 millones que se confirmó tras su encuentro con Giorgeva en Washington, otros 1.200 millones de "libre disponibilidad" del BID -que directamente irán a fortalecer las reservas- que el ministro destrabó gracias a su relación personal con el titular del organismo, y otros 800 millones que el tigrense consiguió del Banco Mundial.

Un conjunto de medidas que, a priori, se ve como suficiente para dar cierta previsibilidad al mercado local, comenzar a mejorar aunque sea paulatinamente el acceso a divisas a los importadores y, sobre todo, exorcizar los fantasmas de una devaluación brusca en los próximos meses, que no sólo era uno de los temores principales de los inversores sino una preocupación central para el propio gobierno.

En este marco, y más allá de los dólares que comprometieron el BID y el Banco Mundial, Massa parece haber conseguido lo que fue a buscar a los Estados Unidos: respaldo político y económico a su plan de estabilización. Más allá de capitalizar las aceitadas relaciones que ha venido construyendo desde hace años con el establishment estadounidense, lo vital para el tigrense era mostrar autoridad y "espalda" para afrontar la "hoja de ruta" que ya había anunciado. Los gestos del Ministro fueron decodificados por sus interlocutores en esa clave, en un paso importante y necesario para recuperar credibilidad en los mercados.

En materia de los interrogantes que subsisten, además de la preocupación por las reservas, se destaca la centralidad que sigue teniendo la inflación. Con la seguridad de que en 2022 la inflación cerrará por encima del 90%, las principales consultoras pronostican una inflación del año que viene a la par o incluso por encima de la prevista para este año. Las razones de ello se vinculan con la inercia de los precios, la actualización tarifaria que impactará de lleno en julio de 2023, junto con el escenario electoral que podría llevar al gobierno a subir la emisión monetaria para afrontar mayores gastos. A todo ello se sumará el retraso en la corrección cambiaria, que cuando se produzca tendrá su traducción en el índice precios.

Por último, cabe preguntarse por los grandes interrogantes que se plantean en materia política. Por ahora, y pese a que se trata de un evidente plan de ajuste fiscal ortodoxo, cuenta con el vital apoyo de la vicepresidenta y de los sectores duros del kirchnerismo. Más aun, el nuevo frente judicial que enfrenta Cristina Fernández de Kirchner parece haberle devuelto una centralidad que termina siendo funcional a los intereses del Ministro. Con todo el kirchnerismo abroquelado tras la defensa de la vice, Massa parece sentir menos presión en su agenda y gozar de mayor autonomía. Además, con una oposición enfrascada en disputas internas cada vez más feroces, tampoco parece encontrar allí grandes resistencias.

Para el Ministro, todo esto le permite ganar tiempo, un recurso muy valioso en el crítico escenario en el que asumió. Sin embargo, con un proceso electoral cuyos contornos ya comienzan a recortarse en el horizonte, y con las perspectivas de la persistencia de una alta inflación para el año próximo, cabe preguntarse por la potencial colisión del programa de Massa con el posicionamiento y las estrategias electorales de los candidatos de su propio espacio.

*Sociólogo, consultor político y autor de "Comunicar lo local" (La Crujía, 2021) 

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