Editorial
¿Es posible la reducción de la jornada laboral?
Por Facundo Aveiro
Existe en el mundo un avance tecnológico que tarde o temprano obliga a debatir y analizar en profundidad una reducción de la jornada de trabajo.

En los últimos tiempos, se ha avivado el debate en Argentina sobre la reducción de la jornada laboral. Esta medida, adoptada en otros países como Islandia, ha tenido resultados mixtos. Si bien el tiempo libre adicional puede mejorar la calidad de vida de los trabajadores, debemos ser conscientes de los desafíos que enfrentamos en nuestro contexto nacional.

Uno de los aspectos más preocupantes es el impacto en los salarios. La reducción de la jornada laboral podría llevar a una disminución proporcional en los ingresos de los trabajadores, a menos que se compense de alguna manera. Los empresarios podrían interpretar esta medida como un aumento de salario de facto al reducir las horas, lo que podría congelar los salarios y generar una situación económica más precaria para los trabajadores.

Además, hemos observado cómo algunas empresas, durante la pandemia, han funcionado con personal reducido. Esto podría llevarlas a aprovechar la reducción de la jornada laboral como una excusa para no contratar nuevo personal, afectando aún más la estabilidad laboral en nuestro país. Incluso aquellos empresarios que decidan implementar un cuarto turno en lugar de aumentar las horas de los turnos existentes podrían eliminar la posibilidad de horas extras para los trabajadores, impactando negativamente en sus ingresos adicionales.

Es crucial también reflexionar sobre cómo se utilizará el tiempo libre adicional. Mientras que en países como Islandia se destina para el ocio, la formación y el disfrute, en Argentina, dadas las condiciones sociales, es probable que este tiempo se emplee en la búsqueda de un segundo empleo para llegar a fin de mes, en lugar de ser aprovechado para actividades de enriquecimiento personal. Es habitual en nuestro país que los trabajadores tengan dos o más empleos para subsistir.

Desde la perspectiva empresarial, es importante considerar que, si bien muchas empresas podrían estar abiertas a reducir la jornada laboral, esto no necesariamente se traduce en cambios concretos. Las preocupaciones sobre la productividad y los costos laborales asociados con esta medida pueden influir en la decisión final de las empresas. Además, esta iniciativa pareciera provenir más de algunos grandes empresarios argentinos que de la propia CGT, en la cual a muchos no les convence. Tampoco le estaría cerrando a las pequeñas empresas, ya que en este contexto los más beneficiadas serán las grandes compañías.

En última instancia, todos queremos disfrutar de más tiempo libre y mejores condiciones laborales. Sin embargo, para que esto sea una realidad en Argentina, es fundamental abordar el desempleo y la inflación. Necesitamos un enfoque equilibrado que tome en consideración las necesidades tanto de los trabajadores como de los empleadores, promoviendo un diálogo abierto y colaborativo para encontrar soluciones que beneficien a todos. La reducción de la jornada laboral puede ser una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida de los trabajadores argentinos, pero solo será efectiva si se implementa de manera responsable y se abordan adecuadamente los desafíos económicos y laborales que enfrentamos como país. Este tipo de cambios deben realizarse cuando la economía del país, la inflación y el desempleo están controlados.

De por sí, existe en el mundo un avance tecnológico que tarde o temprano obliga a debatir y analizar en profundidad una reducción de la jornada de trabajo. En Argentina, la tasa de desempleo actual ronda el 7 por ciento; sin considerar los distintos planes que otorga el estado, como el Potenciar Trabajo, esta cifra ascendería al 23 por ciento. La inflación hoy tiene una proyección anual del 165 por ciento, según el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), por lo que sigue siendo alta. Reducir la jornada laboral sobre estos índices resultará perjudicial a los trabajadores.

Deberíamos contar con un programa para la reinserción laboral, donde participen sindicatos, estado, pequeñas, medianas y grandes empresas. Cada una de estas últimas debería tomar personal, capacitarlo durante un tiempo determinado, no pagar cargas, y el estado se haría cargo de parte del sueldo. Durante la pandemia, se demostró la capacidad con el IFE y demás facilidades. Esto, por supuesto, debe ser parte de un plan más amplio para la generación de empleo, porque no se trata solamente de repartir las horas de trabajo ya existentes, sino de potenciar a las pymes y el mercado interno. De lo contrario, solo estamos administrando pobreza en vez de generar trabajo genuino.

A finales de los años 90, Francia implementó una jornada laboral de 35 horas con el objetivo de reducir el desempleo y mejorar el bienestar de los trabajadores. Sin embargo, esta medida fracasó al no aumentar el empleo y generar problemas como mayor rotación de personal y carga de trabajo intensificada. Sectores como la salud y la industria enfrentaron dificultades de adaptación, y algunos empleados vieron sus ingresos reducidos. Este ejemplo subraya la necesidad de evaluar cuidadosamente las implicaciones de reducir las horas laborales en otros contextos.

Facundo Aveiro, Secretario General del Sindicato del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas.

En los últimos tiempos, se ha avivado el debate en Argentina sobre la reducción de la jornada laboral. Esta medida, adoptada en otros países como Islandia, ha tenido resultados mixtos. Si bien el tiempo libre adicional puede mejorar la calidad de vida de los trabajadores, debemos ser conscientes de los desafíos que enfrentamos en nuestro contexto nacional.

Uno de los aspectos más preocupantes es el impacto en los salarios. La reducción de la jornada laboral podría llevar a una disminución proporcional en los ingresos de los trabajadores, a menos que se compense de alguna manera. Los empresarios podrían interpretar esta medida como un aumento de salario de facto al reducir las horas, lo que podría congelar los salarios y generar una situación económica más precaria para los trabajadores.

Además, hemos observado cómo algunas empresas, durante la pandemia, han funcionado con personal reducido. Esto podría llevarlas a aprovechar la reducción de la jornada laboral como una excusa para no contratar nuevo personal, afectando aún más la estabilidad laboral en nuestro país. Incluso aquellos empresarios que decidan implementar un cuarto turno en lugar de aumentar las horas de los turnos existentes podrían eliminar la posibilidad de horas extras para los trabajadores, impactando negativamente en sus ingresos adicionales.

Es crucial también reflexionar sobre cómo se utilizará el tiempo libre adicional. Mientras que en países como Islandia se destina para el ocio, la formación y el disfrute, en Argentina, dadas las condiciones sociales, es probable que este tiempo se emplee en la búsqueda de un segundo empleo para llegar a fin de mes, en lugar de ser aprovechado para actividades de enriquecimiento personal. Es habitual en nuestro país que los trabajadores tengan dos o más empleos para subsistir.

Desde la perspectiva empresarial, es importante considerar que, si bien muchas empresas podrían estar abiertas a reducir la jornada laboral, esto no necesariamente se traduce en cambios concretos. Las preocupaciones sobre la productividad y los costos laborales asociados con esta medida pueden influir en la decisión final de las empresas. Además, esta iniciativa pareciera provenir más de algunos grandes empresarios argentinos que de la propia CGT, en la cual a muchos no les convence. Tampoco le estaría cerrando a las pequeñas empresas, ya que en este contexto los más beneficiadas serán las grandes compañías.

En última instancia, todos queremos disfrutar de más tiempo libre y mejores condiciones laborales. Sin embargo, para que esto sea una realidad en Argentina, es fundamental abordar el desempleo y la inflación. Necesitamos un enfoque equilibrado que tome en consideración las necesidades tanto de los trabajadores como de los empleadores, promoviendo un diálogo abierto y colaborativo para encontrar soluciones que beneficien a todos. La reducción de la jornada laboral puede ser una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida de los trabajadores argentinos, pero solo será efectiva si se implementa de manera responsable y se abordan adecuadamente los desafíos económicos y laborales que enfrentamos como país. Este tipo de cambios deben realizarse cuando la economía del país, la inflación y el desempleo están controlados.

De por sí, existe en el mundo un avance tecnológico que tarde o temprano obliga a debatir y analizar en profundidad una reducción de la jornada de trabajo. En Argentina, la tasa de desempleo actual ronda el 7 por ciento; sin considerar los distintos planes que otorga el estado, como el Potenciar Trabajo, esta cifra ascendería al 23 por ciento. La inflación hoy tiene una proyección anual del 165 por ciento, según el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), por lo que sigue siendo alta. Reducir la jornada laboral sobre estos índices resultará perjudicial a los trabajadores.

Deberíamos contar con un programa para la reinserción laboral, donde participen sindicatos, estado, pequeñas, medianas y grandes empresas. Cada una de estas últimas debería tomar personal, capacitarlo durante un tiempo determinado, no pagar cargas, y el estado se haría cargo de parte del sueldo. Durante la pandemia, se demostró la capacidad con el IFE y demás facilidades. Esto, por supuesto, debe ser parte de un plan más amplio para la generación de empleo, porque no se trata solamente de repartir las horas de trabajo ya existentes, sino de potenciar a las pymes y el mercado interno. De lo contrario, solo estamos administrando pobreza en vez de generar trabajo genuino.

A finales de los años 90, Francia implementó una jornada laboral de 35 horas con el objetivo de reducir el desempleo y mejorar el bienestar de los trabajadores. Sin embargo, esta medida fracasó al no aumentar el empleo y generar problemas como mayor rotación de personal y carga de trabajo intensificada. Sectores como la salud y la industria enfrentaron dificultades de adaptación, y algunos empleados vieron sus ingresos reducidos. Este ejemplo subraya la necesidad de evaluar cuidadosamente las implicaciones de reducir las horas laborales en otros contextos.

Facundo Aveiro, Secretario General del Sindicato del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas.

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