Los científicos, a los que apeló el líder del PP para combatir el cambio climático ("me propongo afrontar este asunto con las evidencias que la ciencia nos aporta", dijo en su discurso de investidura), vienen advirtiendo que desterrado el negacionismo de la toma de decisiones (son residuales las voces políticas que niegan el cambio climático), la gobernanza mundial empieza a adoptar "el retardismo" como excusa para no avanzar en ninguna de las medida trasformadora que exige la "era de la ebullición", en palabras de Antonio Guterres, Secretario General de la ONU.
El "retardismo" implica, básicamente, la obstaculización y/o la edulcoración de toda medida climática de calado. Es la tendencia política, sutil y soterrada, de aplazar en el tiempo las acciones necesarias para contener el calentamiento global. ¿La justificación? El "justo equilibrio" entre la lucha climática y el estatus quo económico.
Feijóo utilizó la palabra "equilibrio" en los casi dos minutos que le dedicó a la crisis climática (de una hora y cuarenta de discurso) y a las medidas que su gobierno, en caso de ser investido, adoptaría para combatirla.
"No voy a perder ni un segundo en discutir sobre el cambio climático, me propongo afrontar este asunto con las evidencias que la ciencia nos aporta, con los instrumentos que la tecnología ofrezca en cada momento y con el sentido común de la mayoría de los españoles que reclaman una economía más verde sin visiones apocalípticas, a la que nos acerquemos con el equilibrio entre la sostenibilidad ambiental y el desarrollo económico social", dijo al sacar el tema a debate.
Feijóo mencionó a la "economía verde" como una "oportunidad" para que las actividades vinculadas al agua, a la energía, a la gestión forestal, los residuos, la agricultura, la ganadería y la industria alimentaria generen "empleo y riqueza apoyados en la ciencia y la tecnología".
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Desde esta visión "economicista" de la lucha climática, el líder popular aclaró que "la energía es un recurso estratégico" y que, por lo tanto, no tener garantizado "el acceso a una energía limpia, barata y segura" limita la competitividad de España.
"Necesitamos por tanto un mapa energético seguro, que reduzca nuestra dependencia de un gas y de un petróleo que no tenemos", agregó, sin mencionar ni hacer hincapié en las emisiones que generan estas fuentes de energía y en la urgencia de eliminarlos para evitar los escenarios catastróficos que proyecta la ciencia si el planeta se sigue calentando.
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Su último párrafo sobre el (incómodo) tema lo utilizó para cuestionar la política energética del Gobierno de Pedro Sánchez ("Aquí en España cuando Europa buscaba desligarse del gas se consumió más gas que nunca y cuando se empezó a avanzar en la descarbonización aquí en España se incrementaron las emisiones de CO2 para generar electricidad) y para cuestionar y deslegitimar una protesta civil que empieza a crecer por la inacción gubernamental.
"Transición ecológica: sí. Dictadura activista: en ningún caso, Señorías", sentenció ante los aplausos de su bancada y de la de Vox, abiertamente negacionista.
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