La "teorÃa del decrecimiento" no es nueva. Desde hace años, cientÃficos y ecologistas advierten que, inevitablemente, el mundo necesita una "disminución controlada y progresiva de la producción" -pilares opuestos al que se sustenta el actual modelo capitalista- para enfrentar la "crisis estructural y sistémica" ligada a los lÃmites de los recursos energéticos del planeta.
Este pensamiento económico, polÃtico y social -como lo definen sus defensores- plantea la ruptura de uno de los principales consensos polÃticos globales, de derecha a izquierda: la búsqueda del crecimiento continuo.
Si no se atiende de forma "urgente" a los "lÃmites del planeta" (el declive de las energÃas fósiles, el más preocupante y evidente) y los gobiernos siguen apostando a aumentar los modelos de producción y consumo, el sistema va "camino al colapso", según esta teorÃa.
En este análisis, las energÃas renovables y la "retórica verde" -la gran apuesta de los poderes económicos y polÃticos dominantes- son parches que, por sus lÃmites, no resuelven el problema estructural. La hidroeléctrica, la eólica o la solar pueden, como mucho, producir en torno al 30% del total de la energÃa que hoy consume el mundo.
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La cara más visible de este paradigma en España es la de Antonio Turiel, investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (CSIC) y doctor en FÃsica Teórica, autor del libro Petrocalipsis (Ed. Alfabeto), un ensayo sobre la crisis sistémica derivada de la caÃda del petróleo.
Este cientÃfico -cada vez más popular en las redes sociales- viene alertando de que el "decrecimiento económico es inevitable" y que lo queda por resolver es si lo "hacemos por las buenas o por las malas". Léase: si el decrecimiento se hace de forma planificada, ordenada y consensuada, o si se hace de forma caótica, violenta y anárquica.
Hasta la guerra y la actual crisis energética global por la escasez de gas y petróleo, esta teorÃa era considerada tabú en la polÃtica española. Sin embargo, una parte del gobierno, con el ministro de Consumo Alberto Garzón a la cabeza, empieza adoptarla como bandera para evitar la "barbarie a la que se encamina la civilización".
Semanas atrás, Izquierda Unida publicó un manifiesto titulado "Decrecer para vivir", en el que se pide "hacer una profunda reflexión sobre los lÃmites del planeta y sus recursos, con el fin de diseñar un nuevo modelo de sociedad".
"Es obvio que los lÃmites del planeta han sido rebasados por la necesidad de crecimiento continuo del sistema capitalista; algo que no solo denunciamos organizaciones de izquierda o movimientos ambientalistas, sino que también ha sido reconocido por los propios cientÃficos del IPCC", explica el texto en su introducción.
Para IU, la concepción económica del "crecimiento continuo" ha dejado al mundo a "las puertas de una conjunción de crisis energética, climática y de biodiversidad sin precedentes''.
"Parece estar cada vez más claro que es necesaria una transición energética que suponga el abandono de las fuentes de energÃas fósiles para hacer frente a las crisis climática y energética y sus consecuencias. Pero también que esa transición, y las medidas para abordar las consecuencias de la crisis por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, pasan por el decrecimiento y por un cambio estructural de los parámetros sociales, económicos y polÃticos en los que nos movemos actualmente", reza el escrito.
Y concluye: "No queremos entrar en el debate nominalista sobre si el término decrecimiento es el más idóneo para la reflexión que queremos hacer, pero sà sabemos que los lÃmites del planeta se están superando (algunos de forma irreversible), y tenemos el deber de volver a mantenernos por debajo de los mismos. Y eso no se puede hacer sin un replanteamiento total de los modelos de producción y consumo".
En esta lÃnea, el lÃder de IU y ministro de Consumo del gobierno de coalición, Alberto Garzón, publicó este lunes un artÃculo de opinión titulado "Los lÃmites del crecimiento: ecosocialismo o barbarie".
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Por primera vez, el funcionario pone el "decrecimiento" como salida de fondo a una crisis económica que, a su juicio, es más estructural que coyuntural. Explica que las dos grandes corrientes económicas, el neoliberalismo y el poskeynesianos, con sus diferencias teóricas, giran sobre un mismo eje: cómo maximizar el crecimiento económico.
A su juicio, el pensamiento económico dominante viene "utilizado un instrumental teórico totalmente ciego a la cuestión ecológica, esto es, a los prerrequisitos ecológicos del crecimiento económico y a las consecuencias ecológicas del mismo".
Garzón denuncia que Naciones Unidas o la Unión Europea piden desde hace tiempo conciliar el crecimiento económico -imprescindible para el bienestar social- con un "uso de recursos y energÃa que se sitúe dentro de los lÃmites del planeta" para evitar los peores escenarios ecológicos.
Para lograr este objetivo -explica- "se han depositado grandes esperanzas en la eficiencia tecnológica, entendida como el conjunto de tecnologÃas que, aplicadas al proceso productivo, permiten un menor consumo energético. "Es este optimismo tecnológico en lo que se basa toda la narrativa del crecimiento verde", razona.
Para el ministro, "las estrategias de incremento de eficiencia tecnológica deben complementarse con estrategias de suficiencia, esto es, con una reducción de la escala material de la producción y el consumo". En otras palabras: con el "decrecimiento".
"El decrecimiento emergió como movimiento polÃtico y social, y no debe ser entendido ni como concepto económico ni como teorÃa consistentemente estructurada sino como una amplia y heterogénea corriente de pensadores y propuestas que aspiran a que la economÃa mundial se desarrolle dentro de los lÃmites biofÃsicos del planeta", argumenta.
Garzón advierte que no debe "subestimarse la encrucijada" que esconde el modelo ciego de crecimiento perpetuo y constante: "Ya tenemos delante de nosotros los primeros indicios de que una de las alternativas que se están abriendo paso ante esta crisis ecosocial es una nueva forma de fascismo, la cual promueve un tipo de organización social cerrada y autoritaria destinada a satisfacer las necesidades de grupos sociales selectos en detrimento del resto de la población".
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En el cierre de su artÃculo, el lÃder de IU -haciéndose eco de la tesis de Turiel- afirma que la alternativa es el "ecosocialismo o la barbarie". "La civilización humana solamente puede construir horizontes de justicia y bienestar si lo hace logrando un encaje dentro de los lÃmites del planeta. Ese encaje o reacomodo frente a los lÃmites, por decirlo de alguna manera, se producirá bien de manera organizada o bien de manera caótica, siendo el peor de los escenarios el del colapso ecológico", concluye.
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Habría que instrumentar un "decrecimiento controlado" de estas faunas que infectan las mentes incautas para terminar de depurar el entorno.