
Aún en un horizonte de incertidumbre en relación a la confirmación de gobierno, lo que muestran las elecciones es el fortalecimiento de los dos partidos tradicionales del país. El PP y el PSOE vuelven a estar en la centralidad del debate público y en la cantidad de votos que recibieron el domingo.
El terremoto que azotó las placas tectónicas del sistema político con el Movimiento de los Indignados del 15 de mayo al calor de la crisis de 2011 parece haberse cerrado, al menos de forma parcial.
De la crisis de entonces surgió Podemos y Ciudadanos, dos fuerzas que lograron capitalizar el enojo con los partidos tradicionales que alternaron el poder desde 1978. Las elecciones de 2015 fueron el primer gran experimento del multipartidismo, razón por la cual la falta de acuerdos terminó con tres elecciones en un año.
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8 años después el panorama cambió de forma sustancial. De los casi 12 millones de votos que sacaron los dos partidos en 2019, el PP y el PSOE sumaron ahora superaron ampliamente los 15 millones de sufragios. La recuperación de ambos se produce en detrimento de esas fuerzas nuevas nacidas pos 2011.
Ciudadanos obtuvo un millón de votos hace 4 años, su extinción permitió el engorde de los votos para los populares. Lo mismo ocurre con Vox que, si bien es una fuerza que continúa teniendo representación y se vuelve importante para los intereses del PP, su debacle es imposible de esconder. Perdió casi un millón de votos y 19 escaños en comparación con la última elección.
El PP ha podido recuperar votos que se les habían fugado a Vox y tiene en la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, una figura que abraza mucha de la agenda ultra, un proceso similar al del Partido Republicano con Donald Trump. Nuñez Feijóo hace equilibrio en este sentido pero Ayuso, tarde o temprano, será la líder de los populares y cuando eso ocurra la caída en desgracia de Vox como fuerza es casi una certeza.
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La suerte de Podemos se ubica en la misma sintonía. Sin chances de un candidato propio y con una contundente pérdida de capilaridad territorial, los morados que llegaron para cambiar todo el sistema, a penas pudieron reacomodarse en Sumar, la nueva izquierda del PSOE que tiene en Yolanda Díaz a una aliada mucho cómoda para los socialistas.
Ni el más optimista dentro del PP hubiese pensado que cuando se dio la salida de Pablo Casado de la conducción partidaria en 2022, un año y medio después arrasarían en las eleciones municipales y autonómicas, ganarían 40 de las 52 provincias en las generales y estarían cerca de quedare con oka mayoría absoluta en el Senado.
El socialismo también ha dado muestras de su residencia, especialmente Pedro Sánchez, quien después de renunciar al liderazgo socialistas en 2016 volvió para ganar la elección y convertirse en Presidente del Gobierno. La remontada entre mayo y julio entran en la lista de jugadas audaces de Sánchez que pasó de tener la parida de defunción de su gestión y entusiasmarse con la posibilidad de una nueva legislatura.
Es cierto que ninguno puede imponer su voluntad y eso marca un futuro incierto, pero lo que no caben dudas es que las propuestas alternativas a los partidos tradicionales tienen menos gravitación que lo que tenían hace 8 años. Si ambos quisieran, podrían controlar la mayorías sin problemas pero a diferencia de décadas atrás, a ese consenso institucional lo separa un océano. Lo que sí es un hecho es que en verdes opuestas y jugando a los contrastes, el PP y el PSOE recuperaron una centralidad perdida que les permitirán ser los protagonistas del incierto tiempo que se avecina.
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Citó una frase del texto:
...una aliada mucho cómoda para los socialistas. ..
Me recuerda a mi suegra, que era alemana y confundía muy con mucho.
Atentamente