Las ambiciones de Cayetana Álvarez de Toledo tienen un techo en la política española. Relegada durante la presidencia de Pablo Casado y sin un lugar de poder en la nueva conducción de Alberto Núñez Feijóo, su futuro en la política doméstica parece estar condenado al perfil bajo y a la subordinación, dos palabras que no forman parte del diccionario de la diputada del PP por Barcelona.
Al tener la puerta cerrada en Génova, Álvarez de Toledo empezó en estos días a darle forma a un proyecto político para salir de su ostracismo, del que aspira ser mentora y cara visible: un foro liberal iberoamericano en el que confluyan las fuerzas vivas (políticos, intelectuales, periodistas, académicos, etc.) de la derecha de España y Latinoamérica.
Su idea es que el liberalismo clásico tenga un foro similar al que la izquierda tiene con el Grupo de Puebla o la ultraderecha con el Foro Madrid. "La democracia liberal tiene que tener un espacio propio a ambos lados del océano", sintetiza sobre su plan. Con ese proyecto bajo el brazo, viajó la semana pasada a Chile y Argentina.
Su agenda en ambos países incluyó disertaciones públicas y reuniones privadas con dirigentes políticos de primera línea. En Chile la recibió el expresidente Sebastián Piñera. Y en Argentina, el exmandatario Mauricio Macri.
A ambos les trasladó la necesidad de "aunar el orden liberal" y su intención de construir "una alternativa articulada con personas políticas, intelectuales, periodistas, académicos, gente de la sociedad civil, de la economía, que trascienda las fronteras".
La foto que se sacó en la casa de Macri en Buenos Aires es "un ejemplo" del "armado amplio" que pretende tejer. Además de dirigentes políticos, en la mesa se sentaron el escritor Mario Vargas Llosa y el empresario Gerardo Bongiovanni, presidente de la Fundación Libertad, un think tanks con vínculos en ambas orillas.
La diputada española tiene un valor agregado para "dirigir" este futuro foro: sus raíces. Es hija de dos familias aristocráticas, una francesa, del lado de su padre (Juan Illán Álvarez de Toledo y Giraud, XII marqués de Casa Fuerte), y otra argentina, los Peralta Ramos, del lado de su madre. Nació en Madrid, pero se crió en Buenos Aires, donde pasó parte de su infancia y de su adolescencia. Fue alumna del Northlands de Buenos Aires, uno de los colegios más exclusivos de la capital argentina.
"Fui apátrida hasta los 18 años; argentina hasta los 24, franco-argentina hasta los 32 y, desde entonces, soy técnicamente hispano-franco-argentina", se definió alguna vez cuando le preguntaron por su nacionalidad. Recién a los 34 años -hoy tiene 46-- decidió solicitar la nacionalidad española.
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Su gira por Latinoamérica incluyó la presentación de su libro "Políticamente indeseable" y también un raid mediático con fuertes declaraciones sobre los contextos políticos de Chile y Argentina.
"Una Constitución debe constituir, no disolver. Unir, no dividir. Integrar, no segregar. Y mucho menos desintegrar", dijo sobre la Convención Disolvente chilena. Calificó a este proceso como un "experimento de demolición identitaria" y lamentó que Chile -"ejemplo de reconciliación"- se haya convertido en un "escaparate de sectarismo".
Más incisiva fue con la dirigencia política argentina. "Alberto Fernández es un pelele y Cristina Kirchner, una tragedia", dijo durante una entrevista en Buenos Aires. "Argentina se ha convertido en un país marginal. Es una anomalía irremediable en decadencia crónica. Hay mucha gente que da por perdida a la Argentina. Y yo me resisto a creer que eso deba ser así", analizó.
Su declaración más explosiva la pronunció en la conferencia titulada "Populismo o libertad", de la que participó junto al diputado argentino Ricardo López Murphy, Álvaro Vargas Llosa, ensayista y periodista, hijo del premio Nobel de Literatura, y Pedro Cateriano, dirigente peruano y expresidente de Consejo de ministros de Perú.
"Cristina Kirchner está haciendo un autogolpe".
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