10N
Bloqueo institucional
Por Joan Mesquida
El ejercicio del poder no puede basarse en su patrimonialización; el poder es siempre de los ciudadanos, como lo son los recursos públicos. Convertir el gobierno en sucursales del propio partido solo genera malos gobiernos y todo tipo de corruptelas.

Difícilmente los padres de la Constitución española de 1978 podían prever que, después de cuarenta años de democracia consolidada, íbamos a vivir una situación de bloqueo institucional como la que estamos atravesando. Cuatro elecciones generales en cuatro años dice bien a las claras que, quien ha tenido la responsabilidad de formar gobierno, quien ha sido designado por el Jefe del Estado para encarar una investidura, ha cosechado un sonoro fracaso en la tarea. 

En la política siempre debería ser una virtud saber afrontar la formación de un gobierno mediante acuerdos y pactos. El ejercicio del poder no puede basarse en su patrimonialización; el poder es siempre de los ciudadanos, como lo son los recursos públicos. Convertir el gobierno en sucursales del propio partido solo genera malos gobiernos y todo tipo de corruptelas. Desgraciadamente, algunos no han entendido que la cultura del pacto y del acuerdo son consustanciales a la democracia.

En esta última ocasión, Pedro Sánchez interpretó, al ver el último resultado electoral del 28 de abril, que los españoles le habían votado poco para lo que él se merece, y por ello sus asesores trazaron un plan para volver a repetir las elecciones sin importarles los problemas y desafíos que España necesita resolver de forma urgente. 

No les ha importado sumir al país en un desgobierno y que nadie pilote la nave ante alguna tempestades que se avecinan, como son los signos más que evidentes de desaceleración económica en España, pero también en la economía mundial; la posibilidad de un ‘Brexit' sin acuerdo; la sentencia del llamado ‘procés' a los independentistas catalanes con una amenaza de disturbios y desobediencia anunciada por el presidente de la Generalitat; un sistema de pensiones que requiere de reformas para garantizar su viabilidad y que lleva casi una década languideciendo. 

 Sánchez ha interpretado una comedia en la que él debía aparecer como si negociara un gobierno con su socio preferente cuando en realidad la decisión de repetir elecciones la tenía tomada 

Baste comentar sobre este concreto que, cuando Rajoy llegó al gobierno, en la hucha de las pensiones había 64.000 millones de euros. Pues bien: hace ya más de un año que la hucha está vacía y cada vez que hay que pagar la extra de junio y diciembre el Estado tiene que endeudarse. Cualquier empresario sabe que, cuando tiene que pedir un crédito para pagar nóminas, la empresa está en una situación muy delicada.

Sánchez ha interpretado una comedia en la que él debía aparecer como si negociara un gobierno con su socio preferente cuando en realidad la decisión de repetir elecciones la tenía tomada. Su escasa habilidad le llevaba a buscar excusas para culpabilizar a Iglesias en cada momento, pero cada excusa era salvada por Podemos con una rebaja continua de sus exigencias. No le ha importado el país, sino que lo único que quería era culpabilizar a todos del bloqueo para tratar de arañar algunos votos más.

Viendo el fracaso de su negociación con su socio preferente y para evitar repetir elecciones, Albert Rivera ofreció una solución de Estado a cambio de tres compromisos fáciles de cumplir: formar un gobierno constitucionalista en Navarra (Sánchez prefirió a los ultranacionalistas y a los que apoyaron a ETA); una mesa para analizar la posible activación del artículo 155 de la Constitución (Sánchez prefiere seguir con sus cesiones al independentismo catalán); y comprometerse a no subir impuestos a las familias ni a los autónomos (Sánchez tiene preparada una subida descomunal de impuestos para financiar el gasto de los ‘viernes sociales' y los 40.000 millones de euros de su programa futuro. Como el guion de Sánchez ya estaba escrito y lo que quería era repetir elecciones, despreció esta solución de los constitucionalistas, que habría permitido formar gobierno y desbloquear la situación.

Nunca en la historia democrática de España hemos tenido un presidente del Gobierno tan irresponsable, con tanto desprecio por los españoles y con tanto aprecio a su propio ego. Su sectarismo pone de manifiesto su carencia de ideas, sus continuas promesas incumplidas y sus continuos cambios de opinión ponen de manifiesto la levedad de sus convicciones, si es que tiene alguna que no sea ensalzar su propia figura.

Parece claro que Sánchez es el problema, y que, si eres el problema, no puedes ser parte de la solución. Desde que llegó a la secretaría general del PSOE, España ha estado sumida en una parálisis sin precedente. Tras su ‘no es no', el PSOE tuvo que echarle para que se pudiera formar Gobierno en 2016, pero volvió y ha perpetuado el bloqueo. Ahora, los españoles tenemos una segunda oportunidad para que Sánchez entregue las llaves del Falcon y salga de La Moncloa. A los españoles nos va a costar 175 millones de euros la parálisis de Sánchez, pero el 10-N podemos hacer que su bloqueo le salga muy caro en las urnas.


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