Mohamed VI se bajó a último minuto de la cumbre de la Liga Árabe en Argel que estaba destinada a escenificar el deshielo entre Marruecos y Argelia. El canciller Naser Burita tomará el lugar del rey en el encuentro que comienza este martes, después de algunas tensiones que asomaron los días previos. El gobierno de Pedro Sánchez apuesta por la reanudación del vínculo bilateral, quebrado en agosto de 2021, pero parece que ese escenario se demorará.
Uno de los primeros cortocircuitos se produjo cuando el canal argelino AL24 usó un mapa en el que Marruecos y el Sahara Occidental aparecían como territorios separados, contradiciendo al aprobado por la Liga Árabe. Rabat protestó, la emisora pidió disculpas y la presencia marroquí quedó asegurada en la cumbre. Pero más tarde Burita presionó para que se discutiera la presunta provisión de drones iraníes al Frente Polisario y los anfitriones trataron de boicotear la iniciativa.
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El ministro argelino de Justicia, Abderrachid Tebbi, había llevado personalmente la invitación a Mohamed VI, en un gesto que preanunciaba el acercamiento. Además, la cumbre coincide con el 68 aniversario del comienzo de la guerra de independencia de Argelia y es la primera de la organización desde la irrupción de la pandemia, por lo que Argel quería un encuentro sin sobresaltos. Pero Rabat nunca se fio de su vecino.
Al mismo tiempo, el plantón del rey marroquí se da cuando los rivales intensifican el proceso de rearme. Argelia prevé gastar 23 mil millones de euros en Defensa en 2023, mientras que Marruecos destinará 11 mil millones. "Argelia tiene que flexibilizar un poco las relaciones con España y Marruecos. Pero es uno de los diez principales importadores de armas del mundo y se está rearmando para hacer un equilibrio de fuerzas", dice a LPO Indira Sánchez Bernal, doctora por el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México.
Por otra parte, la experta en Medio Oriente y Norte de África recuerda que "Marruecos es un aliado importante extra OTAN y, desde la normalización de la relación con Israel, el sistema antiaéreo Patriot, y el Barak MX, ha recibido un impulso tremendo". "Los acuerdos de Abraham dieron lugar a un proceso de dronificación", asegura. Rabat compra la mayor parte de su armamento a Washington y Argel hace lo mismo con Moscú: el año pasado gastó cerca de 7 mil millones de euros en armas fabricadas en Rusia.
La militarización en el norte de África no es una novedad, pero el presupuesto militar resulta abultado para dos países que técnicamente no están en guerra y, sobre todo, configuran la antesala del Sahel, una zona del continente azotada por la violencia yihadista y los grupos de mercenarios, como los rusos de Wagner. La situación podría escalar si se confirma que Irán abastece al Polisario con el aval argelino y Marruecos sigue estrechando su alianza militar con Israel.
Por el momento, la UE no da demasiada importancia a las acusaciones de Rabat contra Teherán. España, en cambio, evita cualquier comentario que pudiera llegar a molestar a uno de los aliados privilegiados por el gobierno de Sánchez. Nadie puede negar a esta altura que Madrid ya se ha inclinado por los marroquíes.
"El gobierno de Sánchez decide jugar su carta con Marruecos para detener el narcotráfico y las dinámicas del terrorismo en la zona del Sahel, frenar la migración y resolver y el tema del Sahara Occidental. Por eso España habla de Marruecos en términos de gran aliado. Esta alianza está desde el franquismo, pero hoy más que nunca", afirma Sánchez Bernal, para quien España y la UE deben observar de cerca el escenario que se está gestando en África.
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"Durante la pandemia se está fortaleciendo el autoritarismo y el militarismo. Existe un contexto de reforzamiento del Estado, el nacionalismo y el militarismo. En el Sahel está la cuestión del terrorismo y el narcotráfico. Los ejércitos ya no son necesariamente estatales, sino que hay mercenarios y ejércitos ‘privados', con Estados desdoblados y con gobiernos que son partícipes de esas dinámicas", explica la investigadora del Tecnológico de Monterrey.
Los intereses de Marruecos y Argelia son lo suficientemente antagónicos como para esperar una aproximación en el corto plazo. Y con España privilegiando la relación con Rabat, Argel dilatará la normalización. La invitación personalizada a Mohamed VI quedó solo en un gesto.
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