Liz Truss ya se siente primera ministra de Reino Unido, a pesar de que el resultado de la interna conservadora se conocerá el próximo lunes. La más que probable sucesora de Boris Johnson al frente del Partido Conservador y del gobierno británico prepara un golpe de efecto para marcar su llegada a Downing Street: paralizar el Protocolo de Irlanda del Norte y desatar una guerra comercial con la Unión Europea. Truss, una pro Brexit conversa, quiere poner a prueba la lealtad del partido y medir la reacción de Bruselas y Washington.
Según el diario The Telegraph, la actual ministra de Exteriores está decidida a activar el artÃculo 16 del Protocolo firmano entre Johnson y la UE, que permite a cualquiera de las partes suspender el acuerdo si genera "graves dificultades económicas, sociales o ambientales o desvÃa el comercio" y, lo que más interesa a Truss, tomar "medidas de reequilibrio proporcionales" de forma unilateral. La dirigente conservadora busca ganar tiempo hasta que el Parlamento apruebe una ley que habilita al Ejecutivo a rediseñar el Protocolo sin considerar la opinión de la UE.
A diferencia de Rishi Sunak, su rival en la interna, Truss era partidaria de permanecer en la UE durante el referendo de 2016. Después se pasó a las filas de los Brexiteers y abrazó un euroescepticismo intransigente. Sin embargo, la pulseada con Bruselas es sobre todo una cuestión de poder. Los conservadores no podrán negarle a su nueva lÃder los votos necesarios para ratificar el proyecto y la oposición laborista se limitará a cuestionar al oficialismo para terminar presentando enmiendas. Keir Starmer, jefe del laborismo, se comprometió en julio a "hacer funcionar el Brexit".
El único reparo doméstico a los planes de Truss es que cualquier acción por su cuenta implicarÃa violar el derecho internacional y, en consecuencia, perjudicar al Reino Unido justo cuando negocia acuerdos de libre comercio bilaterales tras la salida de la UE. Por eso el Parlamento Europeo prepara un mecanismo para que la Comisión Europea pueda adoptar sanciones contra Londres si incumple el Acuerdo de Retirada y el Acuerdo de Comercio y Cooperación. El eurodiputado irlandés Sean Kelly señaló que Bruselas podrá "imponer restricciones al comercio, la inversión u otras actividades" contempladas en lo pactado.
Kelly sostuvo además que con el proyecto de ley del Protocolo de Irlanda del Norte, el gobierno británico "ha demostrado su voluntad de infringir el derecho internacional" y la UE busca cubrirse. En otras palabras, Johnson agotó la paciencia de Europa y Truss tendrá que esforzarse por entenderse con sus antiguos socios. El problema para la futura primera ministra es que la falta de compromiso de Reino Unido no cae bien en la Casa Blanca. Y no solo por la credibilidad internacional del paÃs, sino por los efectos de sus decisiones.
El presidente Joe Biden, de origen irlandés, está preocupado por la suerte del Protocolo de Irlanda del Norte. Si Truss cede a la presión de los unionistas protestantes de Belfast -aliados históricos de los conservadores-, entonces se emplazarán los controles aduaneros entre la República de Irlanda, miembro de la UE, y el territorio norirlandés bajo control británico. Esto acabarÃa con el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que garantizó la paz después de décadas de violencia confesional y polÃtica. Los unionistas dicen que con el Protocolo vigente no facilitarán la formación de un gobierno regional con los nacionalistas de Sinn Féin.
En Bruselas dejaron en claro que no habrá renegociación del Protocolo. Johnson lo firmó sin cuestionar los lineamientos, apurado por concretar el Brexit, su principal promesa de campaña. La negativa envalentonó a Truss, que se inclinó más hacia la lÃnea dura de los Brexiteers. Desde el cargo de ministra de Exteriores reforzó la retórica confrontativa y la semana pasada puso en duda que el presidente francés Emmanuel Macron fuera un aliado del Reino Unido. Londres y ParÃs mantienen una disputa por las licencias pesqueras y las denuncias de descargas de aguas residuales en el Canal de la Mancha.
Ya no hay mecanismos comunes que resuelvan los choques entre socios. La relación entre el Reino Unido y la UE está demasiado deteriorada. Sin embargo, Truss sigue siendo una incógnita para la mayorÃa de los británicos. Asà como cruzó de la vereda de los Remainers a la de los Brexiteers, Truss dejó el Partido Liberal Demócrata por el Conservador en los 90 y solÃa considerarse a sà misma republicana antes de defender la monarquÃa. Detractores, aliados y neutrales creen que en esa elasticidad ideológica hay una oportunidad para frenar una potencial guerra comercial con Europa.
El proyecto de ley sobre el Protocolo volverá a la Cámara de los Comunes luego de pasar por la de los Lores. Allà se espera que se reforme el texto para rebajar las fricciones con Bruselas y limitar el poder que les otorga la legislación a los ministros. Buena parte de los lores desconfÃa de la discrecionalidad que promueve Truss, como indica el sitio POLITICO. La administración Biden también hará pesar su influencia en la "relación especial" con Londres. La Casa Blanca no quiere una guerra comercial entre sus socios mientras continúa la invasión de Rusia a Ucrania.
Sunak y Truss coinciden sobre el Protocolo de Irlanda, pero ninguno tiene la legitimidad de Johnson, que fue ratificado en las urnas con una mayorÃa absoluta en diciembre de 2019. La ministra de Exteriores deberá equilibrar la construcción de poder, crucial para cualquier debutante, con una polÃtica exterior post Brexit más conciliadora. Truss se mira en el espejo privatizador y euroescéptico de Margaret Thatcher, aunque los casos de Theresa May y Johnson le recuerdan que la permanencia en el cargo puede resultar efÃmera.
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