Rafael Seiz
"No estamos alimentando al Cuerno de África con el regadío, sino saciando que unos pocos tengan naranjas todo el año"
El PP y Vox pretenden ampliar el regadío en el entorno del Parque Natural de Doñana pese a las advertencias de la comunidad científica. El Coordinador Política del Agua de WFF desmonta mitos y falsos discursos.

Uno de cada tres españoles desconoce que la agricultura es el sector que consume más agua en España, según una encuesta realizada por el Observatorio Ciudadano de la Sequía. Muy pocos de ese tercio saben que los cultivos beben el 80% de toda el agua disponible del país. Quienes sí conocen esos dos datos suelen repetir la misma frase para justificar el (insostenible) exceso de regadío: "Los campos españoles alimentan al mundo".

Rafael Seiz es coordinador del Programa de Agua de World Wildlife Fund (WWF), una de las organizaciones ecologistas más importantes del planeta. En diálogo con LPO, y a horas de que la derecha andaluza apruebe la ampliación del regadío en el entorno del Parque Natural de Doñana pese a las advertencias de la comunidad científica, desmonta los mitos, mantras y falsos discursos que suelen entorpecer el debate.

"Se repite de forma falaz que la agricultura consume el 80% del agua pero es el sector que da alimentos al mundo. Es falso. Nosotros no estamos alimentando al Cuerno de África, es una mentira. Estamos haciendo una exportación a terceros países donde no pueden producir o tienen una alta demanda de productos agrícolas. Y saciando que unos pocos tengan naranjas todo el año. Los alimentos de España no llegan nunca al mundo que tiene hambre", aclara.

¿Cuán grave es el panorama respecto a la escasez de agua?

Ya son varios años en los que se adelanta el periodo del verano donde faltan las lluvias. Y se habla cada vez más de la sequía porque el ciudadano de a pie percibe que hay más calor, que los veranos son más largos, que estamos batiendo récord de temperatura. Esto confirma lo que los científicos certifican sobra una tendencia creciente, como consecuencia del cambio climático, que nuestras latitudes, por encima de los trópicos, es cada vez más frecuente e intenso los momentos de sequía, es decir que llueve por debajo de la medio histórica. Si lo miramos a largo plazo se puede pensar que hoy estamos metidos en un ciclo de sequía y que en algún momento volveremos a tener un ciclo húmedo, lo que es cierto. Pero no sabemos cuándo. Y ese es un problema que tienen los gestores del agua. Antes confiaban que cada cinco o siete años venían un par de años húmedos que servían para llenar los embalses, ahora es todo incertidumbre y tenemos el problema de que no hemos llenado nuestros embalses. Y se suele confundir los problemas que acarrea que llueve por debajo de la media con que en España consumimos mucha más agua del que disponemos de manera sostenible.

Pese a la sequía y a la escasez de agua embalsada, el Gobierno solo reducirá los regadíos un 4% para 2027

Esta distinción es clave. Muchos ciudadanos creen que la escasez de agua embalsada es producto solo de la sequía y otro muchos desconocen que la agricultura se lleva el 80% del agua disponible.

Es así. La mayoría de los ciudadanos no conocen la distribución en la que se gasta el agua. En España casi todo se destina a la producción de alimentos, que luego se exportan. Se da a entender que dependemos para comer todos los días de ese agua, cuando en realidad no es así. El 65% de lo que produce el campo español se exporta. Todo ese agua se dedica a un bien económico que da desarrollo para determinadas zonas y determinados agentes económicos, que es totalmente lícito, pero a costa de qué. Y ahora nos toca preguntarnos por qué estamos sosteniendo este modelo. Una respuesta: lo estamos haciendo a costa de nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático. Es difícil porque a veces tendemos a pensar que con el cambio climático, sabiendo que las precipitaciones de media van a ser menores, tenemos todo resuelto porque sabemos que tenemos que gastar menos agua. Pero con el cambio climático el problema es más difícil de gestionar, sobre todo desde el punto de vista de un gestor del agua, porque lo que trae aparejado este escenario es más incertidumbre. Y esta incertidumbre se traduce en que los sistemas que están diseñados para gestionar los recursos hídricos son más rígidos y difíciles de maniobrar en los momentos en los que no sabes si va a llover mucho o poco. Eso es lo que estamos viendo. En Andalucía llevan con restricciones los últimos dos años. Los gestores del agua conocen la secuencia histórica y saben que en los últimos diez años han estado por debajo de la media. Hacer la restricciones desde el año siete supones que ya vas tarde, ya has consumidor tu crédito hídrico. Los gestores del agua no tienen ninguna garantía que vaya a llover, ya no digo en abril y mayo, que es muy poco probable por lo que estamos viendo, sino que es probable que no llueva en otoño. Si se presenta un otoño y un invierno seco de nuevo, ya no hay margen de maniobra para actuar. Este es el gran problema. Los gestores del agua hoy están perdidos, sin saber qué hacer. Lo que les había funcionado hasta ahora para contentar a todo el mundo, ahora ya no funciona. Tenemos que pasar de gestionar el volumen de agua a gestionar el riesgo. Y ese es un cambio de mentalidad muy profundo.

En este escenario, los gobiernos, más en un contexto eleccionario, intentan hacer malabares sin animarse a tomar medidas estructurales. ¿Cuánto margen queda para las medias tintas?

Lo que estamos viviendo debería enseñar a los poderes políticos que esta sequía la vamos a tener no de forma crónica, porque es posible que volvamos a ciclos con años húmedos, pero sí de forma mucho más frecuente en el futuro. En vez de aprender de eso, lo que estamos viendo es que la política sigue empeñada en la idea tradicional de que en España el agua sea un elemento electoral. El agua da votos. Cuando se acercan las elecciones, prometer agua sale gratis. Esos políticos no se van a ocupar del problema dentro de cinco años. Pero el problema va a estar ahí. Desafortunadamente muchos políticos ya no es que tengan miedo a imponer restricciones, como lo que estamos viendo en Cataluña, la última frontera. Cuando se producen cortes en los tejidos urbanos en el agua que bebemos del grifo es que ya no queda ningún tipo de margen. Hoy los políticos están prometiendo agua que no tienen. Lo estamos viendo en Andalucía con la propuesta del grupo parlamentario del PP que ha prometido legalizar a miles de hectáreas de regadío en el entorno de Doñana, en la zona donde mayor sobreexplotación de los acuíferos se produce, a costa de traer agua de un trasvase que, en teoría, este grupo dice que puede funcionar. Todo porque no quiere perder los votos de la provincia de Huelva, clave a nivel autonómico. Repito: esta promesa sale gratis. Los que vengan detrás tendrán que afrontar este grave problema. Y es verdad que la gente está desesperada. Los agricultores son las primeras víctimas de este sistema. Les han prometido agua desde hace años, les han acostumbrado como a niños pequeños a darles todos los caprichos que querían y cuando llegan los momentos del ajuste nadie es capaz de decirles "no, esto no puede ser". Se dice cuando ya no hay ningún margen.

Una laguna desaparecida en el Parque Natural de Doñana. Imagen difundida por el CSIC.

Pero tarde o temprano esta confrontación, la del poder político con un sector económico tan poderoso, va a tener que darse.

Por supuesto. Y el agricultor es el primero que es consciente de los problemas que tiene. Lo que pasa es que no quiere renunciar al beneficio a corto plazo que da producir en zonas de regadío. Por ejemplo: cambiar una producción de olivos, un cultivo que tradicionalmente en España eran de secano, porque están adaptados a soportar nuestras condiciones climáticas, a regadío, porque claro si tu riegas un olivo que es pequeñito sacas una producción mayor y mucho más rápido. El problema es cuando no tienes agua. Esos árboles que están acostumbrados a recibir un aporte de agua no soportan un período de escasez o de restricciones. Los productores entonces prefieren aferrarse a la promesa de que les van a traer el agua de alguna manera, venga de donde venga, de una depuradora, de un embalse, de una desaladora. Y hasta con cierta razón: están sometidos a una dinámica de mercado que no les permite apostar por otras calidades porque los precios que les dan son bajísimos. Entre tanto, están absolutamente vendidos. Son mucho más vulnerables. Ellos son los primeros que salen al campo, que ven cómo está la tierra a principios de abril y proyectan que en verano se les van a morir los árboles. Necesitamos que los agricultores empiecen a cambiar esta mentalidad. Y que los gestores asuman toda la responsabilidad.

Hay que insistir que no estamos sólo ante un problema de sequía, estamos ante un problema de sobreexplotación y de uso ilegal del agua que nos pone a todos en riesgo y vulnerables ante lo incierto e impredecible

En este contexto, los planes hidrológicos que el Gobierno aprobó en enero no parecen, justamente, asumir esta responsabilidad. La reducción del regadío para 2027 es ínfima.

Los planes hidrológicos son un elemento esencial para planificar el agua. Es un documento en el que se dice lo que se va a hacer, con qué objetivo y de qué manera. Hay dos partes: la obligación de cumplir con las necesidades ambientales de los ríos, humedales y acuíferos, según la directiva marco del agua, que es una norma europea, pero por otro lado tiene la obligación de atender a todas las demandas de forma racional y sostenible. ¿Qué significa esto para el gestor del agua? Que tiene que justificar mucho que no pueda darle el agua a una persona que lo demande. En este momento, los planes plantean limitar de alguna forma los nuevos usos. ¿Pero qué hacemos de alguna manera que los que ya tenemos que son insostenibles? Pues el Gobierno no ha sido capaz de hacer reducciones, no ha sido capaz de plantear un escenario en el que, paulatinamente como adaptación al cambio climático, se tomen medidas para gastar menos agua, a no ser tan dependiente de los regadíos. El Gobierno no ha sido valiente. Ha hecho unos planes con una gran ambición, porque se pretende cumplir con los objetivos ambientales, pero en un escenario mucho más difícil y, sobre todo, sin el compromiso adecuado de ajustar la demanda a los recursos disponibles, que desafortunadamente en el futuro van a ser menores. Con estos planes estamos alargando la agonía en estos cinco años. Vamos a llegar al 2027 en una situación muchísimo más complicada. Vamos a recibir una bofetada climática.

"Si el otoño es seco, gran parte de España va a sufrir un colapso hídrico"

¿Merece la pena, como te leí en un reportaje, destinar el 80% del agua disponible al 3% del PIB?

Es una discusión complicada. Porque evidentemente si solo nos fijamos en el PIB hay otros sectores en el que el agua es mucho más rentable en términos financieros y económicos. Pero por otra parte no podemos dejar de comer, por lo que necesitamos que se riegue en alguna de nuestras producciones. Sin un sector agrícola fuerte, vamos a tener una dependencia alimentaria, como hemos visto en la pandemia y con esta incipiente guerra en Ucrania. No podemos dejar nuestra seguridad alimentaria a merced de terceros países. No es fácil. Es una pregunta relevante, pero sin una respuesta fácil. Lo que yo me pregunto es si no tenemos que abrir una discusión de cómo fortalecer ese 3% del PIB sin poner en riesgo otros sectores que aportan más valor, sectores que ahora están menos seguros en términos hídricos frente a este escenario. Es una pregunta que invita a la reflexión sobre cómo queremos tener seguridad alimentaria y cómo queremos tener seguridad hídrica. El vector que más sufre los efectos del cambio climático es, justamente, la seguridad hídrica, la disponibilidad de agua en calidad y cantidad suficiente para la conservación de nuestro soporte vital que es el planeta.

Reflexión que hay que hacer con toda la baraja sobre la mesa y sin esconder naipes. Es recurrente la frase: "Necesitamos el agua para producir alimentos", pero casi nadie agrega que el 65% de esos alimentos se exportan.

Tal cual. De eso no se habla. Se repite de forma falaz que la agricultura consume el 80% del agua pero es el sector que da alimentos al mundo. Eso es falaz. Nosotros no estamos alimentando al Cuerno de África. Eso es mentira. Estamos haciendo una exportación a terceros países donde no pueden producir o tienen una alta demanda de productos agrícolas. Y saciando que unos pocos tengan naranjas todo el año. Lo que hay que plantearse es si ese beneficio económico sería tan alto si se internalizase todos los costes ambientales, entre ellos el uso del agua y de, por ejemplo, secar los ríos porque no tienes agua suficiente, de la pérdida de biodiversidad. Si todo eso se internalizase en la ecuación, si pusiéramos toda la baraja arriba de la mesa, quizás ese beneficio económico no merecía la pena. Desde WWF no defendemos que se acabe todo el regadío y que la gente se muera de hambre. Lo que decimos es que este modelo que venimos sosteniendo hasta ahora es irracional. Y que nos hace estar mucho menos preparado para el duro futuro que tenemos por delante. Hemos vivido de la falsa seguridad de disponer de una infraestructura hídrica enorme, con muchísimos embalses por kilómetro cuadrado. Eso no ha dado una capacidad de regular nuestras cuencas y de disponer de recursos que ahora mismo ya no funciona igual. Seguir alimentando la falsa seguridad de los embalses es un contraproducente y un grave error. Hay que ser adultos y maduros y repensar este modelo.

 La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. 

Estamos hablando de una revolución, de poner patas para arriba el mercado de alimentos del capitalismo global.

Es que la agricultora intensiva industrial, el modelo que tenemos en los países desarrollados, no solo destruye la capacidad del suelo y de los territorios de producir alimentos, sino que se basa en la producción de monocultivos enfocados en su gran mayoría en la alimentación animal (se produce trigo y soja para darle de comer a vacas o cerdo encerrados en naves) que, a su vez, nos lleva a una alimentación totalmente insostenible en términos planetarios. Una de las discusiones más interesantes y complejas que se plantean con el cambio climático es cómo vamos a garantizar la seguridad alimentaria de una población creciente en el planeta. Insisto: es mentira que estemos alimentando al mundo. Esto se repite como mantra, es falaz y hay que desmontarlo. Los alimentos de España no llegan nunca al mundo que tiene hambre. Las estadísticas de hambruna son mayores ahora que en cualquier época de nuestra historia.

La mayoría de los ciudadanos no conocen la distribución en la que se gasta el agua. En España casi todo se destina a la producción de alimentos, que luego se exportan. Se da a entender que dependemos para comer todos los días de ese agua, cuando en realidad no es así. El 65% de lo que produce el campo español se exporta

Es un mantra que a muchos les permite dormir tranquilos...

Es un mantra que justifica seguir haciendo lo que venimos haciendo hasta ahora. El agricultor que tiene un campo de naranjas en Sevilla no se está preocupando de lo que pasa en el Cuerno de África. Pero está bien concienciado cuando las naranjas vienen de Sudáfrica y su producción no consigue un precio justo. Ahí tenemos un ejemplo de cómo la regulación podría impedir que porque una serie de personas quieran disfrutar de naranjas todo el año, tengamos que estar consumiendo naranjas de Sudáfrica con toda la huella de carbono e hídrica que esto tiene. Esto favorece una agricultora industrial que no solo degrada el medio ambiente, sino que pone en riesgo a la propia producción. Nosotros como organización apostamos por una agricultora que regenera el territorio, que regenere los usos del suelo y que además sirva para conservar la biodiversidad. Afortunadamente la tecnología nos ayuda eso, ahora mismo podríamos hacerlo. Lo que pasa es que tenemos que renunciar a una parte sustanciosa de las exportaciones.

En esta crítica al exceso de regadío se cae muchas veces, sobre todo en algunos sectores de la izquierda, en demonizar al agricultor. ¿Es un error, no?

El productor es la víctima y verdugo en algunos casos. Nos fijamos en los representantes de los productores como si fueran productores. Y no siempre es así. Las asociaciones representan los intereses del sector, pero no siempre es así, hay muchos agricultores que no forman parte de estas asociaciones. Lo importante es reflexionar cuanto antes para intentar ser menos vulnerables. El otro día leí un artículo que decía que la solución era construir más embalses para poder guardar el agua. Otro parche que omite los límites del planeta.

Se habla mucho de calentamiento global, de crisis energética, de renovables pero muy poco de la crisis del agua. ¿Cuánto falta para que este problemón sea un tema principal de la agenda política?

No es un tema principal aún de la agenda política y mediática porque es difícil aceptar que algo que uno daba por hecho, sobre todo en nuestras sociedades occidentales y acomodadas, puede estar en riesgo. De hecho, la mayor parte de las empresas que dependen del agua en un país como España -y en un marco regulatorio como el de la UE- tienen garantizado a unos altísimos niveles de seguridad su abastecimiento, con lo cual no perciben que eso sea un riesgo incipiente. Lo que perciben es que la tecnología y la técnica nos ayudarán siempre. Se les ha convencido de esa manera. Pero el año pasado Alemania y Dinamarca sufrieron de las peores sequías de su historia. No había registros de ríos que se secaran. Entonces esa situación completamente inédita ha pillado a sectores indefensos y sin saber qué hacer antes las restricciones. ¿Qué quiero decir con esto? Que la seguridad hídrica como concepto tiene ganar fuerza. En WWF estamos intentando abrir este debate en los distintos niveles políticos. Estamos empujando desde hace años para que se separe lo que no podemos controlar por el cambio climático de lo que sí podemos controlar: nuestro malgasto y nuestra sobreexplotación del agua. Ojalá pudiera que en dos años este tema va a estar en la portada de todos los telediarios y digitales. Por lo pronto, hay que insistir que no estamos sólo ante un problema de sequía, estamos ante un problema de sobreexplotación y de uso ilegal del agua que nos pone a todos en riesgo y vulnerables ante lo incierto e impredecible.

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