Rita Maestre
"Ajustar la producción y el consumo a los límites del planeta es el debate político central de nuestro tiempo"
La candidata de Más Madrid esquiva todos los lugares comunes en la charla con LPO: la hostilidad de una "ciudad de cemento", el debate del decrecimiento, la "cobardía" de Almeida y el avance de la ultraderecha.

El coaching político tendría muy poco trabajo si todos sus alumnos fuesen como Rita Maestre. La portavoz y candidata de Más Madrid es la antítesis al perfil político de estos tiempos: rehúye del protagonismo, no grita, no confronta, reniega de los lugares comunes, disfruta de los debates de fondo, participa algo incómoda en las redes sociales,  y no tiene grandes ambiciones: la política municipal es su única y gran pasión.

Recibe a LPO en su despacho, en el tercer piso de calle Mayor 71, en el corazón turístico de la "ciudad del cemento". El disparador de la entrevista es su último tuit: las fotos de los 40 árboles que el alcalde José Luis Martínez-Almeida enterró, literalmente, en asfalto.  

¿Por qué Madrid es una ciudad tan hostil para quien la habita?

Es un modelo que ha cogido muchas raíces. Un modelo, por ejemplo, de plazas duras. ¿Qué es esto? Pues un espacio que podría ser de uso comunitario se rellena con hormigón. Este alcalde, en particular, ha fomentado muchísimo este modelo. Parece increíble, pero Almeida está, literalmente, sellando los árboles. Se tapan los alcorques y lo que antes eran árboles ahora son pedazos de cemento. Es un modelo que genera una ciudad muy hostil para casi todos, menos para los coches. Almeida hace lo contrario a lo que se está haciendo en la mayoría de las ciudades europeas: geografías más verdes, menos contaminadas, más accesibles y con menos coches. En el modelo de Almeida los coches son los grandes protagonistas. En el modelo que queremos nosotros los protagonistas son los niños, los adultos mayores, las mujeres. La modernización en Madrid está totalmente paralizada. Vamos hacia atrás, en la dirección contraria del resto de Europa.

Es una ciudad que, por lo tanto, niega cualquier atisbo de crisis ecosocial.

Desde luego. De la boca de Almeida y de otros dirigentes del PP hemos escuchado que calor ha hecho siempre en verano. Una postura negacionista a contramano de todo el consenso científico, empírico y social. Hay una demanda de la ciudadanía, en especial de la gente joven, para hacer frente a esta evidente crisis ecosocial. Nos estamos jugando el futuro de los jóvenes y de las próximas generaciones en este momento, en este presente. Van a desarrollar sus vidas en un planeta con una crisis ecológica cada vez mayor. Almeida, la derecha en general, no se hace cargo que tenemos un problema muy serio. Nosotros nos hemos dejado los cuernos para hacerles propuestas de eficiencia energética, para la rehabilitación de los edificios, para que la ciudad se adapte a este cambio climático que está sucediendo. El problema es que le ponemos un freno a esta negación, o Madrid va a ser cada vez más invivible. Lo único que hemos recibido de su parte son risas. Peor aún: esa condescendencia propia de una derecha muy trumpista.

"Los discursos apocalípticos le están haciendo el juego a la extrema derecha" 

¿No puede transformarse en un coste político esta negación? La crisis ecosocial ya no es algo abstracto. La sufren la mayoría de los ciudadanos.

Hay un discurso de la derecha mundial que sostiene que como el mundo se va a acabar, pues no hay que preocuparse. Hay un discurso catastrofista que entronca bien con eso: para qué vamos a hacer nada si total está todo perdido. El problema de ese discurso es que nos condena, en especial a los jóvenes. Y por lo tanto es un discurso a combatir. Se pueden reducir las emisiones, se puede mejor la adaptación de nuestras ciudades al cambio climático, se pueda avanzar para que las ciudades no sean enormes islas de calor. Lo está haciendo París, Barcelona, Valencia. Hay políticas que funcionan. En Madrid, durante la legislatura pasada, pusimos en marcha Madrid Central. Redujo un 20% la contaminación en el área central de la ciudad y un 10% en el conjunto de la ciudad. Una política de reducción de emisiones y de apuesta al transporte público es algo básico en el 2022. Es doloroso ver que Madrid sea una excepción europea y española.

Podemos ponernos de acuerdo en la necesidad de decrecer en términos teóricos, pero tenemos que pensar de qué forma lo vamos a aplicar en la práctica y de qué manera vamos a convencer a los ciudadanos de que es un camino inevitable

¿Dónde se posiciona Rita Maestre en un debate más de fondo sobre la imposibilidad de seguir creciendo en términos económicos y materiales ante los límites físicos del planeta? Izquierda Unida adhiere abiertamente, por ejemplo, a la teoría del decrecimiento.

El de ajustar la producción y el consumo a los límites del planeta es el debate político central de nuestro tiempo. De lo que estamos hablando es de la capacidad que tenemos los seres humanos de actuar en un planeta con unos límites finitos. Lo que le ha pasado epistemológicamente a la sociedad del crecimiento que se da por sentado es la constatación de que el planeta tiene unos límites físicos. Sobrepasarlos, como lo estamos haciendo, nos abocan a consecuencias cada vez más graves. Hemos vivido durante 200 años de optimismo tecnológico y crecentista. No enfrentamos, por ende, a un corte bastante grande. No solo teórico y académico. En ese mundo se lleva muchos años advirtiendo de estos límites. Sino en términos políticos. Podemos ponernos de acuerdo en la necesidad de decrecer en términos teóricos, pero tenemos que pensar de qué forma lo vamos a aplicar en la práctica y de qué manera vamos a convencer a los ciudadanos de que es un camino inevitable. El desafío es enorme. Pasar de una sociedad que te dice "puedes comprarlo todo" a "no puedes tenerlo todo, no puedes comprarlo todo, aún teniendo dinero". Tomar la decisión individual y colectiva de cambiar nuestro modelo consumo en un cambio político de gran calado. Las organizaciones políticas tenemos que ser valientes y responsables. No vender humo. Pero sí acompañar este cambio. Por suerte en España hay debates teóricos muy ricos. Y últimamente el debate pasa por si el colapsismo es políticamente útil o no. Tenemos que ser sinceros en acompañar este "poscrecimiento", como lo llama nuestro diputado Héctor Tejero -que me parece una muy buena definición- con el desafío de hacerlo comprensible y deseable para la mayoría de la gente. Ojo: yo creo que hay muchísimas personas, más de las que pensamos, que están convencidas que se necesitan profundos cambios en los hábitos personales y colectivos.

"Ajustar la producción y el consumo a los límites del planeta es el debate político central de nuestro tiempo"

El ensayo de Tejero fue celebrado por Iñigo Errejón y compartido por Alberto Garzón, que lo replicó en redes. ¿El desafío político de la izquierda pasa también por entender que, pese a los matices de este debate, son necesarios -y urgentes- los consensos?

Totalmente. Tenemos que llegar a consensos sobre cómo avanzar en este cambio tan profundo y estructural. Porque del otro lado están la derecha y la ultraderecha con su obstinada negación, que no es más que nuestra condena. No quiero que los años que me queden de vida estén jalonados por la crisis climática, de condiciones de vida cada vez más duras, de crisis de suministros. No quiero aceptar eso como una parte de mi vida. Ni para mi, ni para mi hija. La derecha tiene una posición muy ideológica, muy de batalla cultural, que tiene consecuencias materiales muy graves.

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¿Cómo se transmite esta necesidad de producir y consumir mucho menos de lo que estamos acostumbrados? Eva García Sempere, coordinadora del Área Federal de Medio Ambiente de Izquierda Unida, dice que la pequeña escala ayuda. Por ejemplo: dejar el coche aparcado y usar el transporte público es una medida "decrecentista".

Coincido. O la jornada laboral de cuatro horas. No podemos dejar que este "decrecimiento" se perciba como la caricatura que la derecha quiere hacer. "Vosotros queréis que comamos avena y que viajemos en carros", te dice la derecha. Desde luego que no. La tecnología nos permite hacer hoy cosas muchísimo más avanzadas. El transporte público eficiente, rápido y ágil es perfectamente posible, por poner un ejemplo. Hay que evitar caer en esa caricatura. Es otro gran desafío. Porque ojo: como no le pongamos límites a nuestra forma de producir y consumir, por ahí terminamos comiendo avena y moviéndonos en carro, por el otro lado. Las consecuencias ecológicas y energéticas de este modelo insostenible nos pueden llevar hacia atrás de una forma brusca y violenta.

Hace poco dijiste que estabas preparada para ser alcaldesa. ¿Cómo se traduce esa madurez?

Hay una parte anímica muy importante. Tener ganas, conciencia y la firme convicción de que Madrid va a la deriva y de que podemos hacer que tenga un rumbo. Es un proyecto colectivo que estamos desarrollando con el tejido vecinal de la ciudad y que se está haciendo de abajo hacia arriba. Pero es un proyecto que necesita una persona que lo lidere. Yo me siento preparada para asumir ese liderazgo. Quiero ser la persona que lleve este proyecto colectivo a la práctica. Así como tiene una parte grande de responsabilidad, tiene una parte grande de deseo, que es la más importante.

Almeida es, sobre todo, un dirigente muy cobarde. Esa es una diferencia con Ayuso, quien tiene su sello y liderazgo propio. Nunca deja claro para quién está gobernando. Hace todo por detrás. A mí eso me resulta indignante 

¿Se le puede ganar a Almeida con una izquierda tan fragmentada? La sensación es que El PSOE, Más Madrid y Podemos tienen más diferencias que puntos de acuerdo.

Lo más importante para ganarle a la derecha es la capacidad no solo de tener un proyecto de impugnación y de crítica, sino también de poder generar certezas y esperanza. El solo señalamiento de lo que va mal puede conducir a la impotencia. Eso es lo que define una elección: convencer y movilizar a una parte grande del electorado. La capacidad de tejer alianzas políticas va de la mano. Alianzas políticas y sociales. Ponernos tres dirigentes a firmar un papelito a último momento sirve de poco. Las alianzas tiene que estar conformadas por un proyecto compartido. Hay ejemplos recientes que si esto no se da, esa alianza no funciona nada bien. Un pacto de despacho entiendo que no suma en términos cualitativos a la conformación de una mayoría. Lo que sí siento que suma a la conformación de esa mayoría es que los distintos actores políticos trabajen en una misma dirección y que, sobre todo, perdamos muy poco tiempo en cuestiones como nombres, siglas y titulares para los medios de comunicación. A la gente le tiene que llegar qué narices quieres hacer para que Madrid baje el precio de la vivienda, para que los barrios del sur y del este no sean los últimos de la fila. El votante quiere saber qué le ofrecemos como candidatos para mejorar sus condiciones de vida.

"Ajustar la producción y el consumo a los límites del planeta es el debate político central de nuestro tiempo"

No lo nombras pero, claramente, haces referencia a Andalucía. ¿Cuál es la lección que deja?

Una alianza con buenas intenciones, pero que se hizo con un claro ajuste preelectoral. Las consecuencias no fueron positivas, claro está. Es verdad que la coyuntura era muy particular y que todo el mundo puso la mejor voluntad. La lección es que lo más importante pasa por definir y difundir los proyectos de cambio de vida. En Madrid la derecha te dice que la vida es difícil, pero que tú eres un superviviente. Ese es el discurso del PP. Madrid es una jungla en el que vas siempre corriendo, en el que ves poco a tus hijos, en el que pasas muchas horas en el metro, pero eres un "warrior" porque sobrevives a la jungla del asfalto. Ese discurso político hay que combatirlo. No hay por qué pasarse muchas horas encerrado en un atasco y no hay por qué pagar mucho dinero por un zulo. Esa batalla no puede ser de matices dentro de un espacio progresista. Tiene que ser frontal. No podes aceptar que nos digan que la única manera de vivir en Madrid es sufriendo.

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¿Cuánto va a necesitar tu candidatura del impulso nacional? El PSOE tiene que crecer en Madrid para que den los números.

Efectivamente el Gobierno de coalición ha cogido un camino de agenda política, legislativa y gubernamental muy positivo. El Ejecutivo se dio cuenta que lo central pasa por la calidad de vida del presente y las perspectivas del futuro de España. Y que tiene que adoptar políticas concretas para vencer la desesperanza que sienten muchos españoles, sobre todo los más jóvenes. No es normal que un joven de 20 años tenga pocas ganas de tener 25. No es normal que los jóvenes no tengan ganas de comerse el mundo y sientan que el mundo los va a comer a ellos. El Gobierno ha cogido un rumbo que se hace cargo de esto. Y que trabaja para mejorar la calidad de vida del presente, pero también para ofrecer certezas en el horizonte. También creo que al PP de Madrid nada le funciona mejor que reducir a cero la discusión sobre Madrid y subir a 100 la discusión contra el gobierno de España. El rumbo nacional es importante, desde luego, pero yo quiero hablar de Madrid.

¿Te da impotencia que todo el tiempo se gire el foco del debate?

Es que esa va a ser la estrategia de Almeida y Ayuso, que a nadie le quepa dudas. Son felices hablando de Pedro Sánchez e infelices hablando de los temas que les competen. Lo que hace débil al PP es hablar de Madrid. No podemos ser rehén de la confrontación del PP con el gobierno central. Si la discusión en Madrid va a ser una precampaña de las elecciones generales, flaco favor le hacemos a la derecha. Nuestra tarea fundamental es que se hable de Madrid.

Se enfrentan a un dilema entonces: cuánto más el gobierno central mejore las condiciones de vida de la gente con medidas redistributivas, más el PP va a profundizar su latiguillo de "gobierno comunista".

La derecha hagas lo que hagas te trata de filo-terrorista. No hay matices. No los hubo con Manuela Carmena, una jueza de 70 años, transversal en sus posiciones, con una enorme capacidad de diálogo y escucha. La actitud de Almeida, que hoy gobierna, fue la de comportarse como si enfrente tuviera a Stalin. Fue así durante cuatro años. Cualquier pequeña medida se convertía en un ejemplo de una revolución. No podemos ser presos de ese chantaje. Almeida y Ayuso son las cabezas de un sindicato de los poderosos. Almeida habla abiertamente de estimular el turismo de lujo. Y Ayuso hace leyes fiscales para quienes tienen un millón de euros en el banco.

Almeida y Ayuso son felices hablando de Pedro Sánchez e infelices hablando de los temas que les competen. Lo que hace débil al PP es hablar de Madrid. La derecha hagas lo que hagas te trata de filo-terrorista

El año pasado, Almeida se jactó, ironía mediante, de ser "fascista", pero de "saber gobernar". Tu radiografía da cuenta de una pésima gestión. ¿Es frustrante que un candidato "fascista" y mal gestor pueda revalidar su mandato?

Almeida es, sobre todo, un dirigente muy cobarde. Esa es una diferencia con Ayuso, quien tiene su sello y liderazgo propio. Nunca deja claro para quién está gobernando. Hace todo por detrás. A mí eso me resulta indignante. Las personas que aspiramos a tener posiciones públicas confiamos en nuestras posiciones, en nuestros principios. Me desespera que alguien que carece de esa firmeza tenga una posición de liderazgo.

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Retomando la apelación al "fascismo" de Almeida: perteneces a una generación de jóvenes que ganó las calles para exigir una salida de izquierda a la crisis económica del 2009. ¿Por qué hoy la rebeldía de los jóvenes se volvió de derecha? ¿Qué pasó en estos diez años?

Ojo. Uno mira los datos demoscópicos de las últimas elecciones y hay muchos jóvenes que han sucumbido al discurso de la extrema derecha, pero muchos otros que defienden que los cambios no pueden ser reaccionarios. La foto de la juventud española y madrileña es una foto con jóvenes reaccionarios y con jóvenes progresistas. Este segundo grupo es muy fuerte, lidera, por ejemplo, las manifestaciones contra el cambio climático, el movimiento feminista, el movimiento LGTI. Hay que ponerlo en valor. La foto completa tiene que abarcar a este segundo grupo. Claro que la extrema derecha trumpista con Ayuso como su principal exponente en Madrid, que se ha vendido en clave de rebeldía estética, tiene efectos visibles en el electorado joven. La llegada de la extrema derecha en España fue muy tardía en comparación con otros países europeos. Mi sensación es que esos discursos llegaron a su pico, que estamos viendo un declive que se debe a que no tiene nada de rebelde defender, por ejemplo, un pasado nostálgico falso y que los ricos sean los únicos que les vaya bien. Estoy convencida que la izquierda también tiene que defender sus ideas con cierto "macarrismo": no tenemos que pedir perdón por exigir cambios radicales en la redistribución de la riqueza. Los jóvenes tienen que saber que nosotros somos los que queremos cambiarlo todo. Ellos quieren que nada cambie: gente en los armarios, las mujeres en casa y los ricos, mandando.

Pienso que en España estamos lejos aún de una construcción amplia y mayoritaria de la extrema derecha como discurso social, que, por ejemplo, vemos en Italia. Nos hemos defendido bien como sociedad a ese avance. Ahora es cierto que Vox es una realidad política de este país con capacidad para intervenir e interferir en el debate público. Mi posición es la de que no lo voy a permitir

¿Cómo se le llega a los jóvenes? La comunicación 2.0, las redes sociales, sobre todo, parece estar diseñada según los intereses de la ultraderecha: ruido, crispación, odio, noticias falsas, etc.

Una clave es no dejarnos atrapar en esas discusiones que se generan en las redes, romper la lógica de los titulares cruzados. Hay una responsabilidad de los partidos, pero también de los medios de comunicación. Estos debates crecen porque terminamos respondiendo al comentario, del comentario, del comentario. Vuelvo a lo de antes: a los jóvenes se les llega hablando de los problemas reales, de que si tienes 18 años no tienes una plaza de FP porque todos los años se quedan afuera 10 mil solicitudes. Claro que es difícil. Basta que Ayuso diga algo sobre Cristóbal Colón para que todos tengamos que hablar su Cristóbal Colón sí o no. Es desgastante, pero el ejercicio tiene que ser todo el rato salir de estas lógicas.

"Ajustar la producción y el consumo a los límites del planeta es el debate político central de nuestro tiempo"

La posibilidad de que la ultraderecha acceda al poder es concreta y real. ¿Da miedo esta posibilidad? Te pregunto como una cara visible de la izquierda y como futura madre.

Pienso que en España estamos lejos aún de una construcción amplia y mayoritaria de la extrema derecha como discurso social, que, por ejemplo, vemos en Italia. Nos hemos defendido bien como sociedad a ese avance. Ahora: es cierto que Vox es una realidad política de este país con capacidad para intervenir e interferir en el debate público. Mi posición es la de que no lo voy a permitir. De ninguna manera mis expectativas como mujer, como madre, como persona libre pueden ser peores que mis abuelas en el año 50. Y que por lo que lucharon mis abuelas y mi madre, y muchísimas abuelas y madres españolas, se vea cercenado por un grupo de gente que quiere volvernos a meter en las casas y en los armarios. Es un escenario que no debemos contemplar. El mejor servicio que se le puede hacer a la ultraderecha, y por lo tanto lo último que tenemos que hacer, es conceder ya la posibilidad de una victoria. El progresismo en España tiene que asumir que tiene un año fundamental y crucial para las libertades. La única instrucción es la de todo el mundo alistado para una batalla política e ideológica de calado. Nos estamos jugando el futuro. Todo el mundo tiene que estar en primera línea. El derrotismo, el pesimismo, la autocrítica desarmante es contrarrevolucionaria. No podemos ser ni fríos ni tibios.

¿La de diciembre de 2023 es la elección más determinante desde la recuperación de la democracia?

Sí. Nos jugamos muchísimo como país. Las transformaciones políticas y sociales que se han producido en España son fuertes y sólidas. No creo que en España haya penetrado de forma profunda el virus del facismo. Creo que estamos lejos de esa infección. Los votantes de la extrema derecha eran hasta hace poco votantes tradicionales del PP. No está comprobado que en España, pese al mantra que hay dando vueltas, la ultraderecha haya conquistado los barrios populares. Existe, por tanto, una realidad progresista muy amplia que nos va a defender.

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