En estos días, la crisis climática se resume en dos gráficos que, entre desconcierto y asombro, circulan por las cuentas de redes sociales de muchos científicos. El primero refleja la inédita anomalía en la temperatura del Atlántico Norte. El trazo rojo que corresponde al 2023 está desprendido de forma abrupta de la serie histórica.
"Todo está sucediendo tan rápido que es difícil tener una idea de la enormidad de estas anomalías, y mucho menos de sus consecuencias", advierte sobre la imagen el profesor de la Universidad de Florida Eliot Jacobson, investigador que actualiza esta preocupante métrica en su cuenta de Twitter.
La otra imagen corresponde el descenso del hielo marino de la Antártida. Los niveles están en mínimos históricos. A simple vista, ocurre lo mismo que en el primer gráfico: la ondulación azul del 2023 está en un eje totalmente anómalo para la serie histórica.
"En lo que va de 2023, hemos notado que todos los días el hielo del mar ha permanecido por debajo del promedio. "De hecho, superó el mínimo jamás registrado en la era de los satélites", explica Zachary Labe, científico del cambio climático de la Universidad de Princeton y de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica.
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La extensión actual de la Antártida -continente helado rodeado de mar abierto- está unos 1.8 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio para esta época del año.
Ante tamaña anomalía, los científicos debaten por estos días si se ha entrado en un "cambio de régimen", es decir, que la variabilidad del hielo marino de la Antártida se haya modificado y de que veamos estas bajas extensiones durante bastante tiempo.
Este fenómeno, la pérdida de hielo constante, lo sufre desde hace décadas el otro polo, el Ártico, una región que se calienta hasta cuatro veces más rápido que el resto del planeta y que, según las últimas mediciones, podría quedarse sin hielo ya en el verano de 2035, mucho antes de lo que la ciencia predijo en su día.
Carolina Gabarró (Barcelona, 1974) es investigadora del departamento de Oceanografía Física y Tecnológica del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y una de las científicas españolas que más sabe sobre el cambio del hielo marino del Ártico y su relación con el clima.
Dirigió uno de los tres equipos del CSIC que participaron de la expedición científica internacional Mosaic, efectuada a bordo del rompehielos alemán Polarstern entre 2019 y 2020 en el océano Ártico central, durante la cual se registraron cientos de parámetros ambientales con una precisión y frecuencia sin precedentes.
"En el Ártico la situación es terrible también, pero venimos de una reducción constante de décadas. En la Antártida se mantenía, por eso sorprende este descenso tan marcado. Los científicos que investigan la Antártida repiten que lo que sucede allí no se queda en esa región del planeta. Nosotros decimos lo mismo: lo que sucede en el Ártico no se queda en el Ártico. Tiene un impacto total en el clima global", explica en diálogo con LPO.
Los últimos datos recopilados confirman que la extensión del hielo marino del Ártico se redujo casi a la mitad en verano desde que comenzaron los registros por satélite en la década de 1980. También que se ha acelerando el deshielo de los glaciares y de Groenlandia.
La científica detalla que en los últimos 40 años (1979-2020), la extensión del casquete polar Ártico, la capa de hielo marino sobre el océano, se redujo en verano 2,6 millones de kilómetros cuadrado, más de cinco veces España.
Los impactos de la reducción de esta superficie son muchos. "Que se derrita el hielo marino del Ártico va a desencadenar muchos bucles de retroalimentación, con efectos impredecibles. Se derrite el hielo, se calienta el agua, hace más calor, más humedad, más efecto invernadero", agrega Gabarró.
Por ejemplo: el 20% de la superficie terrestre del hemisferio norte está cubierto por una capa de hielo congelado que se encuentra en el subsuelo, el Permafrost, grosor que alcanza 1,5 kilómetros.
Esta enorme capa se está derritiendo un 240% más rápido que hace 40 años. El hielo derretido libera microorganismos y gases de efecto invernadero contenidos en este hielo desde hace miles de años, lo que contribuye al aumento de la temperatura global.
Más: la fusión del hielo terrestre produce un aumento del agua dulce en los océanos que, junto con el aumento de temperatura del mar (se espera que El Niño eleve el calor de los océanos en los próximos años) puede producir cambios en las corrientes oceánicas, una de ellas conocida como Cinta Transportadora, responsable de la distribución actual del clima de toda la tierra.
Esta corriente se inicia en el Atlántico Norte cerca de Groenlandia. La temperatura y la salinidad determinan su movimiento, por lo que si cambia su contenido de sal y su temperatura, se podría ralentizar la cinta transportadora global. ¿La consecuencia? Podría cambiar el clima de todos los continentes.
"Estamos a tiempo de reducir la velocidad de los cambios. Esto está clarísimo. Que volvamos a tener la cantidad de hilo en el Ártico como teníamos en los años 70 parece difícil. Ahora, si reducimos radicalmente las emisiones vamos a disminuir la velocidad de los cambios. Es es seguro. Nos daría tiempo. Pero el tiempo urge. Los cambios tienen que darse ya", subraya la investigadora.
Reconoce que "pone los pelos de punta" ver que los modelos predicen que en verano del 2035 podría no haber hielo en el Ártico, lo que debería estar concentrando la atención de los gobiernos de todo el mundo por bajar de forma drástica las emisiones de carbono.
Gabarró lleva 12 años investigando estas transformaciones. "Si me decían en esa época que en el 2035 el Ártico se iba a quedar sin hielo no lo hubiese creído. Algunos decían en 2050 y eran tratados de exagerados, de negativos, de alarmistas", admite.
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No se descarta que las futuras actualizaciones arrojen una fecha aún más cercana. "Hay que entender que tardamos años en modelizar y en saber cómo hacer las predicciones. No es una tarea sencilla. Cada vez tenemos mejores herramientas, satélites más precisos. Esto permite corregir errores. El deshielo va mucho más rápido de lo que nuestros viejos modelos nos indicaban", aclara.
Su mensaje como científica: lograr una conciencia generalizada de lo que está pasando, de la emergencia climática. "Tenemos que exigir a nuestros políticos y gobernantes acciones. No hacer nada es llevarnos a un sistema climático muy distinto al que vivimos ahora, es privar de futuro a nuestros hijos y nietos. Necesitamos decisiones valientes. Si hay que llevar algún político a juicio por no haber actuado cuando ellos podían, se debería hacer", concluye.
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