Transición ecológica
España envía cada año a Kenia más de 100 mil prendas de vestir inservibles que terminan en vertederos
Toda la UE descartó 56 millones de prendas basura en 2021 a este país africano -el 65% fabricadas con materiales plásticos-, que terminaron incineradas o en vertederos, según un informe internacional.

Una investigación internacional realizada por una organización global que defiende la producción y el comercio sostenible le puso cifras al invisible desastre ecológico que, desde hace años, esconde el comercio de ropa: la válvula de escape que los países desarrollados utilizan para lidiar con el enorme problema de los desechos de la moda rápida.

Este grifo, por el que transcurren todos los años millones de toneladas de ropa usada, desemboca en los vertedores y en los ríos africanos, región receptora de unos desechos fósiles -el 66% de la ropa inservible está fabricadas con materiales plásticos- que no produce.

Solo en 2021, la Unión Europea envió más de 112 millones de prendas de segunda mano a Kenia, uno de los países que más ropa usada importa del norte global, de las cuales 56 millones estaban estropeadas, sin posibilidad de volcarlas nuevamente al mercado. 

De ese total, 37 millones tenían restos sintéticos, según el relevamiento realizado por Changing Markets Foundation, un colectivo de referencia de la economía circular. 

Y si bien España no está entre los principales exportadores de ropa basura -está en el puesto 12 de la UE-, contribuye con sus desechos a este "colonialismo tóxito/textil". En 2021, envió a Kenia 44.592 toneladas de prendas usadas concentrados en 1.114 fardos, equivalente a 222.960 ítems. 

Según el informe, 111.480 prendas procedentes de España terminaron en vertederos o fueron incineradas como combustible por los pobladores locales. Más de 74 mil tenían tejidos a base de plásticos.

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El trabajo de campo confirma que los exportadores de ropa usada con sede en la UE y en el Reino Unido están embalando fardos con ropa "inadecuada" para el país de destino, debido a que está dañada, es demasiado pequeña, no se adapta al clima y, a veces, incluso, llega cubierta de vómito, de manchas o con pelos de animales.

"Se encontraron grandes volúmenes de ropa usada importada de grado más bajo, conocida coloquialmente como fagia (ropa basura), esparcida por los mercados o tirada en el río Nairobi, que se usaba como combustible, por ejemplo para tostar maní, lo que provocó que los lugareños inhalaran el humo de la ropa sintética en llamas con el riesgo de impactos perjudiciales para la salud", reza la investigación. 

Entre las marcas encontradas aparecen varias firmas mundiales de moda rápida ("low cost") como Guess, H&M, M&S, Next, Old Navy, Ralph Lauren y Superdry, entre otras.

El negocio de ropa de segunda mano emplea en Kenia hasta 2 millones de personas. El país tiene más de 500 importadores, según datos aduaneros. Sin embargo, incluso esta extensa industria de ropa de segunda mano no puede hacer frente al volumen de ropa importada: 900 millones de artículos procedentes de todo el mundo

Estas compañías "enmascaran el comercio de ropa usada como una forma de reducir el desperdicio y ayudar al Sur Global al sugerir que la ropa se vuelva a usar o se recicle". 

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Sin embargo, una "importante proporción de la ropa usada termina tirada en vertederos en constante crecimiento en Kenia y contamina el río Nairobi, contaminando el curso de agua y, finalmente, llegando al océano". 

Un mercadillo de ropa de segunda mano en Nairobi. 

"Dado que la mayor parte de la ropa vertida contiene materiales sintéticos, es probable que los impactos de los microplásticos y la contaminación ambiental del agua y el suelo sean significativos. De esta manera, la ropa sintética de desecho representa un elemento menos reconocido pero sustancial de la contaminación plástica global", advierte Changing Markets Foundation.

Se estima que a nivel mundial se envía a Kenia suficiente ropa usada para 17 prendas por habitante al año, ocho de las cuales están demasiado dañadas, manchadas o son inapropiadas para ser usadas.

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Las exportaciones de ropa basura al sur global crecerá en los próximos, según todas las proyecciones. Entre 2000 y 2014, la producción de ropa se duplicó a nivel mundial. Se espera que se duplique de nuevo en la próxima década. 

En paralelo, el coste de la ropa en la UE como proporción del gasto doméstico disminuyó notablemente en los últimos años: del 30 % en la década de 1950, al 12 % en 2012 y solo el 5 % para 2020. La investigación señala que "estamos comprando un 60 % más de ropa que hace 15 años".

Los estudios sugieren, además, que cada prenda de ropa se conserva ahora la mitad de tiempo. El consumo textil medio por persona en Europa es de 15 kilos por año. 

"Algunas estimaciones sugieren que los consumidores tratan las prendas de menor precio como casi desechables, descartándolas después de solo siete u ocho usos. En resumen, estamos produciendo y comprando más ropa que nunca, y es más barata, se usa menos y se tira muchos antes", explican los investigadores.

Si bien España no está entre los principales exportadores de ropa basura -está en el puesto 12 de la UE-, contribuye con sus desechos a este "colonialismo textil". En 2021, envió a Kenia 44.592 toneladas de prendas usadas concentrados en 1.114 fardos, equivalente a 222.960 ítems

A nivel normativo, la UE introdujo en la la convención de Basilea  reglas sobre los envíos de desechos plásticos, considerados ilegales. Sin embargo, tales medidas no existen para las fibras plásticas.

En su última "Estrategia textil", publicada en marzo de 2022, la Comisión Europea prometió una revisión significativa del modelo de negocio de la moda rápida.

"Las próximas políticas a nivel de la UE crean una oportunidad crítica para garantizar que las marcas y los minoristas, que se benefician de la moda rápida barata, asuman la responsabilidad de su desperdicio de moda. A través de una responsabilidad ampliada del productor bien diseñada , los productores deben ser financieramente responsables de la gestión y el coste de los tratamientos al final de la vida útil de los productos que colocan en el mercado", pide esta organización.

El negocio de ropa de segunda mano emplea en Kenia hasta 2 millones de personas. El país tiene más de 500 importadores, según datos aduaneros. Sin embargo, incluso esta extensa industria de ropa de segunda mano no puede hacer frente al volumen de ropa importada: 900 millones de artículos procedentes de todo el mundo.

Los fardos son una "lotería", explican los comerciantes locales. No tienen forma de saber lo que viene en los fardos y cuánto se desperdicia. Tampoco tienen forma de hacer un reclamo o un reembolso una vez que se compra la mercadería. 

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"No hay más remedio que convertir la ropa no vendida en harapos, tirarla o quemarla", describe el informe. "Es categóricamente inaceptable que países como Kenia deban cargar con el costo de limpieza de la sobreproducción de moda", se agrega.

El trabajo en "el terreno" -en las calles de Kenia- revela, al cabo, no solo "los efectos abrumadores de la moda rápida al final de su ciclo de vida", sino también "elemento oculto pero sustancial de la contaminación plástica mundial: la exportación de ropa sintética de desecho".

"Con esta investigación llegamos al final del camino de la moda fósil. Cuando tiramos la ropa, esto es lo que realmente significa 'lejos': quemados en la atmósfera con cenizas en el suelo, barridos en vías fluviales y océanos profundos y compactados en montañas artificiales de desechos plásticos tóxicos. Una gran proporción de la ropa donada a la caridad por consumidores bien intencionados termina de esta manera. A menos que la industria de la moda cambie fundamentalmente, lo que hemos visto en Kenia y en todo el mundo será solo el comienzo", concluye la investigación.

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