Panorama
La aventura del minuto a minuto
Por Diego Genoud
Massa actúa a pedir del mercado para impedir que la brecha le arruine el horizonte. Los gobernadores, entre los que más sufren el ajuste. La elección ¿es un penal sin arquero?

Audaz, valiente o temerario. Preocupado por la herencia que según supone le puede tocar afrontar a Juntos a partir de diciembre, Hernán Lacunza definió la cornisa en la que camina Sergio Massa cuando se lanza a pelear por la supervivencia en la guerra de corto plazo. El último ministro de Economía de Mauricio Macri quebró el consenso que Massa generó en los voceros del mercado con la recompra de bonos de la deuda y alertó a la oposición de que la medida agrandará la pesada herencia que le tocará afrontar al próximo presidente.

Aunque cuenta con un apoyo que funde al peronismo con el poder económico, el ministro estrella de los Fernández pilotea un avión que sigue en emergencia, condicionado por la inflación más alta de los últimos 32 años y una brecha cambiaria que supera el 100% y se potencia incluso en medio de la euforia del mercado. Sobre un océano de incertidumbre, su suerte y la del peronismo están atadas a un aterrizaje seguro y lejano.

Massa no informó todavía de dónde piensa sacar los 1000 millones de dólares con los que pagará los bonos pero sobrevuela la vieja promesa de que un grupo de bancos internacionales le aporte lo que no le sobra. De fondo, su jugada sugiere que la única forma de frenar la presión devaluatoria es regresar a la quema de reservas del Banco Central por una vía indirecta. De acuerdo a los números de Lacunza -que dialoga de manera frecuente con Massa-, el ministro sacrifica el 16% de sus reservas netas para comprar el 1% de la deuda, en una ofrenda para apunta a saciar la sed del mercado.

Así retrocede en la política de acumulación de reservas que inició con el dólar soja, la devaluación a medida para el agronegocio que de un momento a otro tendrá su tercera edición. El zigzag de la política económica puede ser la única manera de actuar en medio del tembladeral o resultar un tacticismo extremo producto de la urgencia.

La sorpresa no fue absoluta. En los días previos al anuncio que hizo Massa en el Palacio de Hacienda, algunos operadores financieros, traders y tenedores de bonos del sector privado habían anticipado que venían "buenas noticias" para el mercado. Mientras desde la oposición deslizan que tenían información privilegiada, el ministerio de Economía acaba de pedir que se investigue la "posible filtración de información sensible" pero sostiene que la operación sirvió para frenar un "ataque especulativo".

Sea como fuere, la decisión de jugar al límite confirma hasta qué punto los Fernández decidieron delegar su propia suerte en el rumbo que define el ministro. Consultados por separado, Alberto y Cristina solo aparecen unidos en la política de dejar hacer al político que conduce el gobierno. En nombre del peronismo, Massa golpeó con una iniciativa que parecía guionada para complacer a los agitadores del mercado, dueños de un humor tan volátil como la economía argentina.

La llegada de Lula a la Argentina y el proyecto de una moneda común pueden servir para que los Fernández vuelvan a aparecer en el mismo album antes de regresar a las peleas que libran, muy lejos de las preocupaciones sociales. El presidente retomará después sus ademanes en busca de una reelección inviable y Cristina volverá a concentrarse en su batalla contra las mafias. El Frente de Todos espera que Paula Olivetto inaugure el jueves el debate con sus denuncias contra Ricardo Lorenzetti, el candidato que en el oficialismo algunos postulan para reemplazar a Horacio Rossati.

Al margen de esa agenda paralela que hasta preferiría evitar, Massa cumple desde el quinto piso del Palacio de Hacienda las funciones de un pívot que apacigua las diferencias con llamados permanentes entre Olivos y el Senado. Pero los problemas de fondo subsisten y la alquimia financiera puede tener un efecto transitorio y un costo permanente: la pérdida de reservas para una economía que sufre en lo más hondo la restricción externa. Más todavía, cuando el superávit comercial que el Frente de Todos disfrutó durante dos años y medio empieza a disminuir y la peor sequía en décadas atenta contra el optimismo que, de a ratos, se activa en el oficialismo. De hecho, Argentina volvió en 2022 al histórico déficit comercial con Brasil -U$S 2.250 millones -, una constante desde 2004 que solo se había interrumpido durante los años de pandemia.

La aventura del minuto a minuto

Los próximos días servirán para ilustrar si la medida ayuda al gobierno o si Massa volvió a dejarse llevar por una característica que en el pasado resultó letal para sus propias aspiraciones políticas: la ansiedad. En el reino de la timba, el ministro se tienta con la batalla del minuto a minuto pero sus escasos críticos piensan que tiene las cartas marcadas y recursos muy escasos como para lanzarse a una operación que no parecía imprescindible en medio de la suba de acciones y bonos.

De cómo le vaya a Massa en la aventura de gobernar el humor de los especuladores dependen los grandes objetivos que persigue desde Economía: poner competitivo al Frente de Todos en las elecciones presidenciales, mejorar su imagen y volver a ser un candidato potable como lo era cuando, hace una década, ideó el sello del Frente Renovador.

Economistas que forman parte del gobierno afirman que la iniciativa que anunció Massa es una forma de eludir el otro cepo, el que el Fondo Monetario le pone al Banco Central para que no pueda vender dólares en el mercado paralelo. La recompra de bonos sería así la manera de alinearse con los objetivos de Washington e impedir al mismo que la brecha cambiaria se recaliente y delate que la fragilidad del experimento político llamado Frente de Todos permanece como amenaza.

De cómo le vaya a Massa en la aventura de gobernar el humor de los especuladores dependen los grandes objetivos que persigue desde Economía: poner competitivo al Frente de Todos en las elecciones, mejorar su imagen y volver a ser un candidato potable como lo era hace una década.

De acuerdo al último informe del director de Equilibra Martin Rapetti, Massa busca ganar tiempo y su jugada tiene lógica desde el punto de vista político porque, si la brecha se escapa ahora, las chances de un game over para el gobierno son altas.

Pero Lacunza, los economistas de Juntos y las consultoras del mercado sostienen que la única forma de reducir la brecha es avanzar con una reducción mucho más fuerte y más rápida del déficit fiscal. La temporada de ajuste que inició Silvina Batakis y Massa profundizó sirvió para sobrecumplir las metas del acuerdo que firmó Martin Guzmán y el cristinismo definía en su origen como incumplible. Los gráficos de la consultora PxQ confirman que en julio comenzó un nuevo gobierno. Si entre enero y julio Guzmán había aumentado el gasto entre un 12 y un 19% con respecto a 2021, en el segundo semestre primero Batakis (5%) y después Massa iniciaron el camino inverso y el actual ministro llegó a recortar hasta 13% en octubre y 8% en noviembre.

Entre los perdedores, hay jubilados, asalariados, beneficiarios de prestaciones sociales y un actor de peso, los gobernadores de todo el país -incluida la mayoría peronista- que ve cómo ese subibaja impacta ahora sobre sus cuentas de manera negativa. Si las transferencias a provincias habían aumentado en febrero (6%), marzo (39%), abril (47%) y mayo (44%), ya a partir de junio (-15%) PxQ muestra que Guzmán empieza el recorte sobre los mandatarios provinciales, lo continúa Batakis en julio (-31%) y Massa los ataca casi como si fueran sus enemigos en septiembre (17%), octubre (32%) y noviembre (27%).

Son las cifras que podría exhibir Alberto Rodríguez Saá ante el tribunal del Instituto Patria si es que lo llamaran para rendir cuentas por haber apostado fuerte al dólar bolsa en la última semana y para disgusto de Massa. El comportamiento del gobernador que viene de reunirse con Juan Schiarreti pero tiene vasos comunicantes con el cristinismo de ayer -un pasado del que la propia CFK parece haber despegado- puede ser un comportamiento individual o puede ser signo de que se quebró la solidaridad dentro del Frente de Todos.

Las dificultades para alinear a los gobernadores detrás del juicio político a la Corte y el desdoblamiento del calendario electoral en las provincias indican que el PJ de las provincias se desliga de la suerte del poder central.

Entre los perdedores del rumbo que ejecuta Massa, hay un actor de peso, los gobernadores de todo el país que ven cómo el ajuste impacta sobre sus cuentas de manera negativa. 

Massa está a cargo de un frente que fue creado con el solo objetivo de dejar atrás a Macri y lleva la contradicción adentro. La disputa despiadada que antes se daba entre gobierno y oposición todavía puede darse hacia dentro del oficialismo en el largo desierto que queda hasta las elecciones.

Para Emmanuel Alvarez Agis, el ministro logró el orden político y demostró con audacia que nada golpeó más al gobierno que el daño autogenerado por la pelea entre los Fernández. Pese a la disparada del dólar paralelo y el camino de cornisa que transita Massa, el cambio de humor en la cúpula del peronismo es elocuente y empieza a generar inquietud en una oposición que está lejos de saldar sus diferencias internas.

Los amigos que Carlos Melconian tiene en el gobierno ahora se ríen de una frase que el director de la Fundación Mediterránea pronunció en abril de 2021 en el hotel del Casino Magic de Neuquén, cuando dijo que la elección de este año era casi un penal sin arquero. El tiempo pasó y el economista que se formó en la escuadra de Miguel Angel Broda no ahorró elogios para la gestión Massa. Más aún, festejó que de su mano el kirchnerismo haya perdido "la virginidad" para entregarse al "ajuste clásico" que Cristina y La Cámpora resistieron durante años. "Es fabuloso desde lo conceptual", repite el ex funcionario de Macri.

A contramano de la batalla encarnizada contra el partido judicial, hoy en Economía y hasta que se demuestre lo contrario, Cristina es Massa. Pero el ex intendente tiene además el respaldo de una facción del poder económico que en su momento apoyó con entusiasmo la aventura de Macri y ahora se debate entre ir al shock con Patricia Bullrich o apostar por la avenida del medio, en una cancha inclinada a más no poder a favor de las demandas del mercado. Los empresarios que militan por Massa propagan entre las elites la version de que Horacio Rodriguez Larreta está en caída libre y carga con dos mochilas que le pesan demasiado. Primero, ser porteño como los ultimos dos presidentes; segundo, la amenaza de que Macri lo convierta en el Alberto del PRO.

El objetivo de Massa, cerrar abril con una inflación menor al 4%, es ambicioso como todo en el candidato que hoy es ministro. En el mejor de los casos, el FDT llegará a los comicios con un IPC elevado -más alto que el del último Macri- y una economía que ingresa en el estancamiento producto de la caída profunda del salario real y la falta de dólares.

Massa buscará compensar por todas las vías los 13 mil millones de dólares que, según la consultora Equilibra, perderá el gobierno a causa de la sequía en el año electoral. Pero si la intención es entrar competitivo en la disputa electoral tendrá que hacer la danza de la lluvia o sacar de la galera un conejo bien alimentado.

Todavía está por verse si el microclima de consenso que genera el superministro en los mundos hasta ayer opuestos del establishment y el cristinismo tiene correlato con la temperatura social. De hecho, Javier Milei desde los márgenes del sistema político y Facundo Manes -contra la cúpula de la UCR y el PRO- apuntan a canalizar el hartazgo social que registran todas las encuestas con una dirigencia política que se alterna en el poder sin dar respuesta al deterioro cróncio.

Los datos del INDEC dan cuenta del desafío. Considerada la inflación de los pobres, la canasta básica alimentaria aumentó casi 104 % en 2022 -9 puntos arriba del IPC- y ahora una familia tipo necesita $152.515 para no ser pobre en un esquema en el que, se supone, tiene resuelto el problema de la vivienda o no paga alquiler. Viene además una oleada de aumentos en agua, luz, gas y transporte que volverá a impactar en la base de votantes que acompañaron durante dos décadas al kirchnerismo. Hacer planes a mediano plazo en este cuadro es una tarea riesgosa, solo reservada para audaces y aventureros. 

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