Panorama
Jugar sin el ancho
Por Diego Genoud
El PJ bonaerense se unifica en contra del Presidente que financia a Kicillof. El costo de no tener a Cristina en la boleta, la división del PRO y el GBA que muestra el nuevo censo.

En la quinta La Colonial de Merlo, Axel Kicillof y Máximo Kirchner unieron fuerzas para ratificar a Cristina Fernández de Kirchner como jefa del peronismo bonaerense. Su anunciada ausencia en la boleta del Frente de Todos este año, aseguraron, no altera el escenario de fondo ni impide que sea la conductora del PJ en el territorio crucial en el que viven ahora 17,5 millones de personas. Ella lidera y hay que escucharla, dijeron.

El gobernador bonaerense y el jefe de La Cámpora dejaron a un lado sus diferencias de siempre para ordenar el mensaje electoral del kirchnerismo a los intendentes del Gran Buenos Aires. Suspendido hasta nuevo aviso queda el proyecto de la sociedad de Máximo con Martin Insaurralde para quedarse con la franquicia de Cristina en la provincia.

Con el correr de los meses, al lado del gobernador algunos cambiaron de parecer y ahora intuyen que la intervención del ex intendente de Lomas en el gabinete bonaerense fue, más que un castigo, un gesto de rigor de Cristina en su rol de madre protectora. Como parte de un doble juego, Insaurralde contuvo a su manera parte de las fuerzas que conspiraban contra Kicillof y ordenó la relación en frentes que no dominaba: la relación con la justicia, el toma y daca con la oposición, el financiamiento de la campaña. Eso no impide que las trayectorias antagónicas de los dos impacten en un presente donde el segundo pretende el lugar del primero. Quedó claro cuando Insaurralde expresó en público su fastidio ante las encuestas de un Kicillof ganador que Carli Bianco difundió en las últimas semanas.

Por la mañana del mismo martes, Maximo llegó un rato antes a la reunión en La Plata que el gobernador había convocado -con un grupo de intendentes y funcionarios- para conversar a solas con él. El eje de unidad que los dos insinuaron en Merlo demarca los límites del cristinismo con el ausente Alberto Fernández pero incluye además el componente central de la política del Frente de Todos: también para ellos, todo depende de la voluntad de Cristina.

La vicepresidenta no solo se reserva las decisiones principales que pueden llevar al peronismo a la victoria o la derrota, como ya sucedió, sino que además lo hace en un hermetismo casi absoluto y en el tiempo que ella considera. Todos los demás son espectadores, incluidos los hijos que trajo a la política. Es el rasgo de una fuerza política que está atada a la voluntad de la jefa y carece de reflejos como para impulsar movimientos que, sin pedir permiso, la fortalezcan.

Salvo la excepción de los que gobiernan desde hace más de 20 años o logran de alguna manera diferenciarse, ni siquiera los intendentes son dueños de su propio voto. En ese cuadro, la metáfora del bastón de mariscal podría leerse como un llamado para que los dirigentes de su espacio dejen de vivir de lo que ella genera.

A esta altura, los límites políticos son elocuentes. Para los intendentes del PJ, que lo vieron gobernar encerrado en su grupo más cercano durante tres largos años, Kicillof no tiene chance de asumir el rol de conducción que pretende ocupar ahora, de cara a la campaña que viene. Sin embargo, su historia y sus características lo convierten en el único kirchnerista que expresa a Cristina en la provincia de Buenos Aires y es capaz de retener la mayor parte de sus votos. Lo confirman desde la oposición: Kicillof garantiza un piso de adhesiones envidiable que, sin embargo, resulta un techo para ir en busca del electorado independiente que está harto de ir y venir en la polarización sin encontrar soluciones.

El componente central de la política del Frente de Todos es que todo depende de la voluntad de Cristina. La vicepresidenta se reserva las decisiones en un hermetismo casi absoluto. Los demás son espectadores, incluidos los hijos que trajo a la política.

Para cruzar el río de los propios y llegar a esa franja de la población que -lejos de la política y su endogmia- define las elecciones, Kicillof podría exhibir como un valor la austeridad a prueba de balas y el modo de vida de un gobernador que, a diferencia de Maria Eugenia Vidal y Daniel Scioli, decidió mudarse con su familia en La Plata. Pero, por alguna razón, Kicillof les prohíbe a sus colaboradores explotar ese capital que en 2019 también aportó a su victoria.

El territorio que representa el 38,5% del padrón electoral de la Argentina sufre como todos la licuación permanente de ingresos que provoca una inflación que sigue arriba del 90% interanual y arrancó alto el año electoral. A los aumentos en la carne, la luz, el combustible, los celulares y el transporte se le suma en estos días la preocupación por la compra de los útiles escolares que las familias de menores recursos deben afrontar como pueden.

Jugar sin el ancho

De acuerdo a los datos del último censo, los problemas están concentrados en los 24 partidos del Gran Buenos Aires en los que viven 10.865.182 personas, más del 60% de la población de la provincia. Es ahí donde se dirime la elección decisiva del país unitario y donde se expresa la dinámica más cruda de una crisis que se replica en los distintos conurbanos de la Argentina.

El censo muestra la traducción demográfica de un ciclo -2010-2022- en el que el agotamiento de las tasas chinas dio paso a un período de estancamiento, recesión, devaluación y ajuste. Entre los partidos del conurbano que más crecieron en los últimos 12 años, figuran Moreno (26,93%), Ezeiza (24,16%), José C Paz (21.78%) y Tigre (18,97%).

Para el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, esos datos indican que lo que más aumenta son las villas y los countries. La desigualdad y sus contrastes violentos. Dos guetos y un bigbang social, en palabras del compilador del libro "Conurbano infinito" y director del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS).

Zarazaga sostiene que la verdadera grieta se advierte entre mundos que cada vez tienen menos contacto entre sí e implican para los más humildes la imposibilidad de salir de ahí. Sin transformaciones radicales, dejar atrás la pobreza depende, para él, de acceder a un capital social invaluable, la posibilidad de relacionarse con el afuera o insertarse en nuevas redes. El cuadro general explica en parte que la palabra escepticismo sea la que mejor defina el estado de ánimo entre los bonaerenses y se imponga como nunca en las últimas dos décadas.

Alberto Fernández, el gran ausente de Merlo, aglutina a la mayor parte de los que se reunieron en su contra. Sin embargo, el presidente financia a desgano la unidad bonaerense y garantiza el 60% de los fondos que utiliza el gobernador emblema del cristinismo. Según los números de la consultora Aerarium, entre enero de 2021 y noviembre de 2022, Kicillof recibió 441.800 millones de pesos en concepto de transferencias discrecionales por parte de la Nación. En ese total está incluido el porcentaje de coparticipación que Horacio Rodriguez Larreta debió resignar cuando los efectivos de la policía bonaerense pasaron por encima de Sergio Berni y coparon la residencia de Olivos.

Alberto no puede decirlo, pero si de algo se arrepiente es de haber quebrado la alianza con el sucesor de Macri en la Ciudad. Sin embargo, con mesa o sin mesa, el presidente seguirá adelante con la campaña electoral que desquicia al cristinismo hasta el final de su mandato. Se verá si se empeña en ir a perder una interna o se declara prescindente con alguna excusa, pero lo que es seguro es lo que le repite a sus ministros más leales: profundizará la reivindicación de su gestión porque no quiere aceptar la asociación con el fracaso sin atenuantes que promueve el kirchnerismo.

El Presidente aglutina a la mayor parte de los que se reunieron en Merlo en su contra. Sin embargo, financia la unidad bonaerense y garantiza el 60% de los fondos que utiliza el gobernador emblema del cristinismo. 

En la quinta de Merlo, se impuso el buen clima y murieron por un rato las quejas y resquemores. Se espera que sea así hasta que cierren las listas y la tensión se eleve dentro de lo que se considera una batalla lícita y no un juego de sensibilidades cruzadas producto de la impotencia que los hermana a todos.

La presencia de Massa, el tercer orador en Merlo, fue lo que para algunos intendentes le dio sentido al encuentro. El ministro de Economía dio a entender que no hay candidato que pueda salir vivo de una temporada en el quinto piso. Pero su esencia es ir por todo y lograr lo que otros no pudieron.

Massa propaga su molestia con la guerra interna del Frente de Todos como una forma de ocultar que la inflación no baja a la velocidad que quiere y los dólares faltan porque el agronegocio liquidó migajas en enero (U$S 928 millones, un 61% menos que un año atrás) a la espera de la tercera edición del dólar soja. 

Mientras tanto, el Monitor de Ajuste del Gasto de la consultora Analytica muestra que en la cuarta semana de enero, el gasto primario real cayó 26,2% con respecto a la misma semana de enero de 2022. El ajuste de Massa en relación a la era Guzman cuenta hasta hoy con el aval del kirchnerismo: 75% en obra pública, 65,8% en programas sociales y 48,3% en asignaciones sociales y AUH. Esos números que Cristina no desconoce son los que abren un signo de interrogación sobre la candidatura de Massa. "Por primera vez esta viendo las cartas. Antes jugaba todas las manos con cartas o sin cartas", dice uno de sus amigos. 

Aunque la inflación sigue bajando a nivel global y Massa hace esfuerzos para contenerse, la costumbre de anunciar profecías puede jugarle en contra. El ministro dijo en Washington que la brecha estaría en un 30% en abril pero sigue arriba del 100% y la inflación con el 3% adelante que promueve no será fácil de lograr. Algunos que dialogan con la vicepresidenta advierten que el ministro todavía tiene que aprobar varias materias y deslizan con malicia que ella solo lo va a ungir como candidato "si está segura de que va a perder".

Pero entre los intendentes, los movimientos sociales y lo que queda del albertismo prima la opinión de que el cristinismo ya no puede imponer condiciones. "El ancho era la candidatura de Cristina y ya no está. Cuando estás jugando sin cartas y te descubren puede ser fatal", dice un intendente que estuvo en La Colonial.

Si algo emparenta a Cristina con los gobernadores del PJ y los intendentes de la provincia es la dificultad para encontrar socios o delegados que les permitan retener sus distritos. Son muchos los que no confían en quienes quedan a cargo de la gestión y vuelven para ser lo que ya fueron varias veces. El caso de Juan Manuel Urtubey, que perdió la Salta desde la cual fantaseaba con una proyección nacional, se replica a pequeña escala en gran parte de los lugares donde gobierna el peronismo.

Los apellidos de los intendentes abonan la tesis de que no hay figuras nuevas con penetración territorial y las que existen en muchos casos pertenecen a La Cámpora, una agrupación relativamente joven que es asociada con el pasado.

El vacío de conducción y la falta de recambio no es exclusivo de la política. Puede atestiguarlo Hector Magnetto, que vio cómo su histórico operador Jorge Rendo se llevó puesto a su sobrino Pablo Casey en un viaje a Lago Escondido. Al eterno Magnetto algunos lo notan preocupado porque no encuentra a quien heredar la comandancia del Grupo Clarín.

Si el ancho de Cristina no aparece finalmente en la boleta, el peronismo bonaerense se enfrentará a una situación inédita y estará a prueba la capacidad de los candidatos para retener los votos de CFK. La elección 2023 está marcada por la falta de entusiasmo entre los votantes, el otro ancho ausente en el juego, que benefició a Cambiemos en 2015 y al FDT en 2019. Los que creen que su realidad cotidiana puede mejorar son cada vez menos. 

Para el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, los datos de los partidos que más crecieron en el conurbano indican que lo que más aumenta son las villas y los countries. Por eso, advierte, dos guetos y un bigbang social. 

A años luz de Cumelen, el PRO se juega mucho en el GBA. Así como Patricia Bullrich penetra con su discurso de mano dura y preocupa a algunos en el cristinismo, la enorme mayoría de los candidatos con chances se inclina por la dupla de Rodríguez Larreta y Diego Santilli. La dirigencia PRO de la tercera sección electoral asegura que la dupla de porteños que pasó del PJ menemista a Macri cuenta con un bajo grado de rechazo en los votantes peronistas del conurbano y puede captar defraudados del todismo. De todas maneras, para los bonaerenses no es tan fácil ver al macrismo con nuevos ojos. Joaquín De la Torre tendrá que revalidar el título de rey del corte de boleta que le adjudican en cercanías de Bullrich.

Entre los candidatos más experimentados de Juntos en el conurbano, se respira un aire de similitudes con 1999, el fin de ciclo de la Convertibilidad camino al estallido de 2001. Fue la última vez en que Nación y Provincia hicieron elecciones distintas.

Cuando faltan entre cuatro y cinco meses para las definiciones, pesa el descontento de una juventud que rechaza al sistema político y tiene un enojo que ni siquiera Javier Milei parece captar en toda su dimensión. La dirigencia reconoce que camina hacia las elecciones sin tener clara la temperatura social en lo más bajo ni la deriva de los votantes blandos. La falta de ganas y la ausencia de entusiasmo no marca solo a los escépticos: también afecta a parte de la militancia, que no sabe a qué convocar a una sociedad cansada de frustraciones.

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