Panorama
Caramelos ácidos para la política
Por Diego Genoud
Cómo fue la charla de Fernández con el dueño de Arcor. AF, con más apoyo en el establishment que en el FDT. Macri y el juego de romper la alianza que se armó alrededor suyo.

Luis Pagani y Adrián Kaufmann llegaron a Olivos a las 20.30 y se fueron cerca de la medianoche. Alberto Fernández los esperaba con un solo funcionario. No era el ministro de Desarrollo Productivo, ni el jefe de Gabinete, ni siquiera el canciller alter ego del Presidente. Era Martín Guzmán, el ministro que más poder gana en el gobierno, pese a que tiene en su contra a la mitad del Frente de Todos y a la tasa de inflación más alta de los últimos 30 años. 

El presidente del Grupo Arcor, dueño de una multinacional argentina que exporta a más de 100 países, había escuchado una sola vez a Fernández como presidente, en un almuerzo con los directivos de AEA en el Hotel Alvear en marzo de 2020. A Guzmán no lo conocía personalmente: sólo lo había visto vía Zoom en un encuentro que organizó ese mismo año desde el ministerio de Economía con la asociación empresaria que lideran Héctor Magnetto y Paolo Rocca.

Pagani estuvo acompañado por Kaufmann, su mano derecha, un alto directivo de la UIA que también lo había escoltado en el encuentro que mantuvo con Cristina Fernández en el final del gobierno de Mauricio Macri. Hablaron de los precios de los alimentos en un contexto global que lleva a a The Economist a pronosticar la catástrofe alimentaria en Europa, de una capacidad instalada de la industria que crece al 80% en algunos sectores y de los planes de Arcor para aumentar inversiones en 10 provincias y abrir una fábrica en Angola. Pero también de cómo afecta al consumo una caída del poder adquisitivo que ya lleva seis años.

El heredero del imperio Pagani venía de viajar por Estados Unidos, México, Perú y Brasil; Guzmán había hecho los deberes: había escuchado la conferencia que Pagani había dado en la Universidad Di Tella, dos días antes. Allí, el empresario cordobés había alertado por la inflación, había declarado que "hay dos Argentinas, una que consume y otra que le cuesta llegar a fin de mes" y había lamentado que en los 90 el país hubiera perdido una "generación empresarial". 

Curiosa paradoja de un clan familiar que desde la Fundación Mediterránea estimuló el proyecto económico de Domingo Cavallo, Arcor sufrió como nunca el estallido de la Convertibilidad y el gobierno de Macri. Pagani lo mencionó en forma elíptica en la Di Tella, cuando habló de que le tocó atravesar como conductor "las dos grandes tormentas" de los últimos 30 años. Los balances de la empresa son inapelables: en más de siete décadas de vida, solo en 3 años registró pérdidas: 2002, 2018 y 2019. Si en la crisis de 2001 decidió no despedir personal, como recordó Pagani en dialogo con el economista Bernardo Kosacoff, ante el experimentó de Macri reaccionó de manera contraria y avanzó con el cierre de plantas en lugares como San Luis, Río Negro, San Pedro y Mendoza.

Fernández y Pagani hablaron de los precios de los alimentos y de una capacidad instalada de la industria que crece al 80% en algunos sectores. Pero también de cómo afecta al consumo una caída del poder adquisitivo que ya lleva seis años.

No se aludió a la eventual suba de retenciones, el tema que Fernández abordó el viernes en Radio con Vos, como parte de su tentación irrefrenable de contribuir a la confusión general y especular con lo que podría hacer, pero no hace. Tampoco se abordó la escena de un Frente de Todos que tiene la contradicción metida bien adentro ni de las críticas de la vicepresidenta hacia el gobierno que nació de su dedo y hoy decepciona a parte de sus votantes.

Los directivos de Arcor vieron al presidente y a su ministro convencidos de que el camino del gobierno es el correcto y de que no se desviaran de su ruta hacia 2023. Ante los ojos empresarios, Guzmán emerge con más poder que nunca y es una buena noticia que -dos años largos después de asumir- haya dejado de ser el ministro de la deuda para quedar a cargo de dos áreas claves que todavía habita el cristinismo: la energía y los precios. Ya se verá con qué resultados.

Que el Presidente haya revelado el encuentro, exactamente dos semanas después de haberse reunido con Paolo Rocca, confirma su interés por mostrar su vocación de entendimiento con el Círculo Rojo. Vistos como el mal menor por un grupo de dueños que todavía repele al viejo kirchnerismo, Fernández y Guzmán constituyen hoy una sociedad que tiene más eco en el establishment que en el peronismo. 

Quedó demostrado en el acto de Esteban Echeverría que tuvo a Alberto como orador principal. Organizado por el servicial Gerardo Martínez, un dirigente sindical que es abonado a los ágapes en la embajada de Estados Unidos, evidenció el escaso predicamento de un Manzur que pidió en vano mayor acompañamiento para el Presidente. Martínez dirige un gremio que expresa como pocos el drama de los asalariados en la Argentina todista: llegó al récord de 420 mil afiliados con sueldos pulverizados después de convalidar el derrumbe del salario real.

Después de Rocca y Pagani, al Presidente solo le falta invitar a cenar a Magnetto, alias "Héctor no me deja mentir", como lo bautizó en aquel lejano encuentro del Malba en el que las palabras de Alberto sonaban a nuevo. Tal vez lo vea en las jornadas que AEA organiza el 7 de junio para festejar las dos décadas que la entidad empresaria lleva copypasteando gacetillas que piden seguridad jurídica.

Caramelos ácidos para la política

Las dos Argentinas de las que habló el dueño de Arcor dan cuenta de una grieta bastante más profunda que la de la pirotecnia mojada con que se tiran oficialistas y opositores. La inflación descontrolada, las cifras de una pobreza que se estacionó en torno al 40% y vuelve a subir con los precios, los efectos de la peor pandemia del último siglo y el agotamiento paulatino de las dos grandes coaliciones que dominan la escena política desde 2008 conducen a un escenario de resultados todavía impredecibles.

El impacto, que a nivel social es mayúsculo, tiene su traducción política en el aumento de la imagen negativa de toda la clase política. Casi nadie se salva. El crecimiento económico y la suba del empleo que Fernández propagandiza en sus apariciones públicas no alteran la cuenta del pesimismo general.

Responsable ineludible de la debacle económica, Macri vive en otro mundo y se siente bendecido por el cuadro actual. El ex presidente ya convenció a toda la dirigencia de que irá en busca de su segundo tiempo. En el PRO hacen una comparación que no deja dudas. "Mauricio como presidente trabajaba seis horas y ahora trabaja ocho. Solo es capaz de hacer semejante esfuerzo en función de un objetivo propio", dicen.

La suba incontenible de los precios en un mundo en que Estados Unidos y Gran Bretaña tienen la inflación más alta en cuatro décadas, la caída sistemática del salario real y el divorcio público entre las dos alas del Frente de Todos arman una composición en la que el peronismo aparece con los días contados en el gobierno nacional. Solo un proceso súbito y palpable de mejora en las condiciones de vida podría alterar las previsiones hacia 2023.

Dueño de una imagen negativa que hoy está en 49% según Fixer y en 51% según Poliarquía, Macri se ve como el tuerto en el país de los ciegos. Cree que ya no se enfrenta al alto piso de adhesiones que alguna vez tuvo el Frente para la Victoria sino que ahora compite sobre la tierra arrasada que se impone como continuidad. Un panorama que se parece más a 2003 que a 2015. El ex presidente deja trascender que con 25 puntos de intención de voto puede competir y ganar la interna de Juntos, pero juega además con la posibilidad de romper la alianza que se arma en torno a su figura, cuando todavía era un producto virgen en decepciones.

Con encuestas sobre la mesa, el ex presidente  supone que una alianza con Milei le resultará más conveniente en todos los sentidos: le ahorraría el sacrificio de convivir con el discurso del radicalismo y le rendiría en lo electoral.

A ese cuadro de pérdida de adhesiones en los dos polos, se le agrega una ventaja adicional. Un dirigente clave del macrismo, que conoce a todos los protagonistas por haber trabajado con todos, lo explica sin eufemismos: "El PRO es un partido de cagones". Macri, que lo sabe mejor que nadie, piensa que nadie se animará a desafiarlo.

Según Fixer, MM es el dirigente que tiene la negativa neta más alta: 17%, producto de su una negativa del 49% y una positiva del 31%. Con números mucho más alentadores pero también afectado por un aumento de la imagen negativa, Horacio Rodríguez Larreta apuesta a que el tiempo de los halcones pase finalmente y se contenta con las candidaturas que cree haber cerrado en el AMBA, las de Diego Santilli y Jorge Macri. Pero Larreta no solo enfrenta a Macri, también a dirigentes que se nutren del poder porteño como Cristian Ritondo, que ahora pendula entre Mauricio y Patricia.

Para la consultora que fundaron Sebastián Fernández Spedale, Patricio Lessa y Sebastián Tabakman, Bullrich tiene una imagen negativa muy elevada pero es la única con diferencial positivo dentro del PRO. En vías de presentar las mesas provinciales de su espacio, la ex ministra de De la Rúa y Macri no solo recibe el auxilio de ex funcionarios y empresarios cercanos a Macri. Además, cuenta con tres colaboradores del ala política del viejo macrismo, ligados a Emilio Monzó y Rogelio Frigerio: Nicolás Massot, Marcelo Daletto y Sebastián De Luca.

Mientras espera que llegue el 2023, Monzó mantiene sus contactos con Larreta -se vieron el jueves pasado en un restaurante de la Ciudad- y sigue cocinando a fuego lento la ancha avenida de los moderados. La jefa del PRO, por su parte, no termina de convencer a todos de que está dispuesta a enfrentar a Macri. Dos señales recientes le juegan en contra: la decisión de no competir en la Ciudad en 2021 tras un cafecito con Larreta y la renuncia de Gerardo Milman a la disputa por presidir el bloque del PRO en Diputados. "Se bajó por dos comisiones", dicen los escépticos del macrismo.

Por fuera de la constelación amarilla, el único que se salva y exhibe un diferencial positivo es Facundo Manes, el candidato que el radicalismo tiene para inscribir en la nueva temporada de outsiders.

Cerca de Macri piensan que Milei ya hizo una tarea evangelizadora fundamental en beneficio de un ajuste de shock, comparable a la que Bernardo Neustadt llevó adelante hace tres décadas a pedir de Carlos Menem.  

Es en ese esquema que los veteranos del PRO ven a un Macri que va por la ruptura de Juntos. Con las encuestas sobre la mesa, el ex presidente de Boca supone que una alianza con Milei le resultará más conveniente en todos los sentidos: le ahorraría el sacrificio de escuchar la dosis insoportable de populismo que advierte en el radicalismo y le rendiría en lo electoral. La nueva alianza de derecha sería más compacta en lo ideológico y más potente en las urnas.

Producto de su origen y su fortuna, Macri sigue convencido de que los errores de su gestión fueron producto de la prédica de sus viejos socios: los políticos criados en el peronismo y los viejos radicales reciclados bajo la falda de la centroderecha. 

El protagonismo creciente de ese Milei que critica a la casta y ruge por un ajuste de shock ya benefició al ex presidente. Algunos, que hoy son parte del PRO pero nacieron a la política cuando Mauricio era apenas el hijo de Franco, piensan que Milei ya hizo una tarea evangelizadora fundamental en beneficio del macrismo hard, comparable a la que Bernardo Neustadt llevó adelante hace tres décadas a pedir de Carlos Menem. La presencia permanente del economista que trabajó durante años para Eduardo Eurnekian en los medios y su uso de las redes sociales redundan en la centralidad de un Macri que se fue arruinado del poder. Junto con la división de un oficialismo disfuncional, contribuyen a darle legitimidad a un nuevo ajuste con apoyo social.

Hay algo más con lo que algunas especulan. Si Milei se estaciona en estos niveles y no sigue creciendo -lo que alteraría muchos planes que hoy se escriben en el agua-, Macri puede diseñar un plan que coincida con las necesidades de Cristina. El ex presidente, dicen, se lamenta hoy de haber ganado la provincia de Buenos Aires en 2015 y cree que financiar la convivencia de María Eugenia Vidal con el peronismo colaboracionista le costó demasiado caro. En el reino de las especulaciones, Macri supone que puede ganar la Nación y dejar la inmensidad bonaerense como refugio del kirchnerismo, justo lo que algunos piensan es la meta principal de CFK camino a 2023.

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  • 1
    Juan Manuel
    22/05/22
    17:21
    zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
    Responder
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