Editorial
Una actualización laboral no es un capricho ni una bandera ideológica
Por Diego Achilli
Desde las pymes, que somos el corazón de la producción nacional, vemos todos los días los límites de un sistema que quedó viejo.

Hablar de reforma laboral en la Argentina muchas veces genera ruido. Pero para mí, más que una reforma, lo que necesitamos es una actualización laboral. El mundo del trabajo cambió, las formas de producir y de emplear también, y sin embargo seguimos atados a una ley pensada hace más de medio siglo, para una realidad que ya no existe.

Actualizar no es retroceder: es adaptarnos para incluir a más personas en el trabajo formal, hacerlo más dinámico y más justo. Las nuevas generaciones tienen otra forma de relacionarse con el empleo, con la tecnología y con el tiempo. Y nosotros, desde las pymes, que somos el corazón de la producción nacional, vemos todos los días los límites de un sistema que quedó viejo.

Yo soy del conurbano bonaerense, y recorro mucho las fábricas y los comercios de la zona. En Villa Bosch o en Ciudadela, hablando con empresarios locales, todos me cuentan lo mismo: contratar un trabajador hoy es un riesgo enorme. No porque no quieran dar empleo, sino porque una ley desactualizada los pone en desventaja. Un pequeño error administrativo o un malentendido puede terminar en un juicio que le cuesta la continuidad a una pyme. Y eso no puede seguir pasando.

Por otro lado, también escucho historias del otro lado: trabajadores que no logran conseguir empleo formal, porque las empresas dudan en tomar gente por miedo a los costos y los conflictos que genera el sistema actual. El resultado de eso es visible: hoy, la mitad de los trabajadores argentinos están en la informalidad. No hay política laboral exitosa si uno de cada dos argentinos trabaja sin aportes, sin cobertura, sin derechos.

Por eso creo que una buena actualización laboral debe apuntar a tres grandes objetivos:

1. Hacer más ágil la contratación y desvinculación, para que las empresas puedan tomar empleados sin miedo y para que las personas puedan cambiar de trabajo sin perder protección.

2. Modernizar el sistema de indemnizaciones y juicios laborales, buscando mecanismos más previsibles y transparentes.

3. Reducir la informalidad, porque el empleo en negro no sólo perjudica al trabajador, sino que también debilita el sistema productivo y la recaudación del Estado.

Pero ojo: ninguna ley laboral funciona si la economía no se mueve. Si las pymes no venden, no invierten, no crecen, por más moderna que sea la normativa, no va a generar empleo real. Necesitamos un marco integral que combine estabilidad, crédito productivo, reducción de impuestos distorsivos y simplificación laboral.

Desde nuestro sector queremos participar activamente de este debate. No para imponer, sino para construir una ley equilibrada, que no enfrente a empresarios y trabajadores, sino que los una en un mismo objetivo: que haya más y mejor trabajo argentino.

Nosotros, industriales pymes, no hablamos desde la teoría. Hablamos desde la práctica: invertimos, damos empleo, pagamos impuestos, sostenemos la producción local incluso en los momentos más difíciles. Lo que pedimos es una ley moderna, previsible y justa, que nos permita seguir generando empleo, con reglas claras para todos.

En definitiva, de eso se trata: que Argentina produzca más, que haya trabajo de calidad y que el esfuerzo valga la pena. Una actualización laboral no es un capricho ni una bandera ideológica: es una necesidad urgente si queremos un país que crezca en serio.

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