Editorial
 ¿Quiénes son los peluqueros del "Peluca"?
Por Dante Avaro
La ciudadanía busca, con mirada extraviada, a su alrededor para ver en dónde está aquel encargado de tirar la toalla.

Muchas décadas atrás le escuché decir a Jorge Asís una frase sobre Argentina, tanto ingeniosa como certera. Relata refero, Argentina es como un enorme playón de estacionamiento ocupado con apenas un fitito seiscientos. La metáfora de Asís evoca la paradoja de lo mucho y lo poco, en donde pueden cohabitar lo potencial y lo real, la promesa del futuro con la estrechez del presente. El actual presidente no está por fuera de la metáfora; es, en definitiva, un engranaje de ella, como todos los argentinos. Así, en las próximas líneas, quiero exponer tres asuntos sobre los que, con pocos recursos políticos, Milei ha logrado proyectar la imagen de lo mucho y de lo potencial, tanto como encarnar la promesa redentora para una mayoría electoral.

Primero. Aunque el presidente no fuera libertario o minarquista como él se identifica (lo cual demuestra que en su familia político-doctrinal hay tantas rencillas como en el socialismo), igualmente debería haber pugnado por reducir el tamaño de la administración gubernamental. La razón es obvia: ¡El presidente no tenía y, al parecer, todavía no tiene con quién llenar las oficinas del Poder Ejecutivo! Sin embargo, la gran parte de las oficinas gubernamentales están ocupadas, pero lo están por funcionarios relacionados con otros movimientos políticos.

Uno de los pocos periodistas que ventila desde hace mucho tiempo este asunto es el perspicaz Carlos Pagni, quien pregunta cómo se vinculan estos funcionarios con el gobierno. Que es una forma elegante de preguntarse qué los vincula, lo que remite, ineludiblemente, a preguntarse quiénes vinculan. Aquí estamos ante un hecho asombroso: no es la necesidad que ha potenciado una virtud, sino que el discurso solapa la realidad.

El gran logro de Milei es equivalente a la habilidad del trilero para ocultar la pieza; en este caso, la debilidad o la escasez de amigos políticos. A diferencia del tahúr callejero, su destreza no está en sus malas artes, sino en la velocidad de las maniobras. El vértigo de sus primeras semanas de gobierno ocultó un elefante en medio de elefantes y ahora ya no queda en claro dónde está ese elefante. Tiene marcas, pero todos tienen marcas similares. (Digresión: si Usted pensó en la frase "la casta tiene miedo", logré mi acometido).

Segundo. Desde enero hasta ahora, Milei ha construido tiempo. En política, construir tiempo es sinónimo de ahuecarlo, de poner los asuntos políticos medulares entre paréntesis, es decir, a la espera. Múltiples actores políticos y económicos le inquieren por un plan monetario y cambiario. Hasta ahora, el gobierno ha remitido esas dudas a la sala de espera. Pero, ya no es más necesario.

Con un partido reducido a un puñado de partisanos, algunos un tanto díscolos, otros poco confiables, ha logrado tejer una alianza coyuntural sólida con una parte del PRO y otra parte de la centenaria UCR. Mediante esos acuerdos y compromisos ha logrado sancionar, aunque jibarizada, tomando en cuenta la versión original, la Ley Bases y el Paquete Fiscal. Aunque el gobierno festeje la ley, no es ella en sí misma el centro de la algarabía. Lo es, en cambio, las tareas de reglamentación que supondrá. La materia prima que hay en ellas es lo que permitirá llenar el paréntesis temporal, al tiempo que entretendrá a opositores. Nuevamente, el presidente Milei, con pocos recursos políticos, ha hecho no poca cosa, sino todo lo contrario. Parece, para muchos, que se ha creado una reputación sin necesidad de probarla.

Tercero. Como ya se ha visto, el presidente Milei, fundamentalmente durante sus incursiones internacionales, no escatima en dotar a su investidura presidencial una dosis de intelectual público, aunado a una pisca de profeta. En el ámbito internacional -en donde la contingencia (procesos políticos de los países que visita) parece hacer mancuerna con la necesidad doméstica- el presidente discurre sobre el orden espontáneo, es decir, sobre la superioridad del mercado frente a cualquier otra organización económica. Fue F. von Hayek quien recuperó el término cataláctica o catalaxia para denotar ese orden espontáneo. Catalaxia, cuyo origen griego, admite, además de "intercambiar" dos acepciones más: "acoger a alguien en la comunidad" y "convertir al enemigo en amigo". Así, el mercado no solo es superior porque eficientiza recursos, también civiliza.

Sin embargo, mientras Milei pregona "el dulce comercio", al mismo tiempo se sumerge de lleno en la batalla cultural. Así, al encender la vela por ambos lados -burn the candle at both ends es un antiguo refrán popular que utilizó la poetisa Edna St. Vincent Millay en su poema "First Fig"-, el presidente Milei genera una intensidad lumínica extraordinaria, cuya duración es una gran incógnita. Mientras el pabilo arde, el vocero presidencial, y en menor medida la Cancillería, suelen poner paños fríos, aunque siempre de manera provocativa. Nuevamente, con escasos recursos políticos, el presidente hace mucho.

Estas tres situaciones describen cómo el presidente con pocos recursos políticos ha hecho mucho. Pero lo interesante no es eso, sino cómo lo ha logrado. Esto ha sido posible porque Milei no es uno, sino dos. El intelectual público -cuyo apodo cariñoso es "peluca"- y el presidente. Ilustraré este asunto mediante una metáfora. Fue el jurista alemán Carl Schmitt quien popularizó -en su Teología Política- la frase "los peluqueros de la peluca teológica del emperador". Más allá de su contexto histórico, la frase remite a una idea precisa y muy comprensible: en todo gobierno hay personas encargadas de endulzar, aggiornar o suavizar las palabras de un jefe de Estado. En este caso, paradójicamente, el peluquero del "peluca" no es otro que él mismo, pero en su rol de presidente. Y, hasta ahora, le ha dado buenos resultados.

Todo este proceso ha resultado posible, con ello concluyo, por la concurrencia de tres fenómenos. Primero, junto a unos pocos auxiliares, el peluquero en jefe ha resultado asombrosamente eficaz en su tarea. Segundo, la oposición no logra encontrar en dónde se ubica la peluquería, es decir, la oposición no solo está extraviada, también manifiesta incapacidad para lidiar con el actual gobierno. Tercero, la sociedad civil -es decir, el conjunto de ciudadanos- parece un boxeador aturdido por los golpes recibidos. La ciudadanía busca, con mirada extraviada, a su alrededor para ver en dónde está aquel encargado de tirar la toalla. Sin embargo, la única toalla que hay es la que agita el presidente. En este contexto, la ciudadanía, aun golpeada, percibe que toma aire y se da un respiro. Todos ya no esperan el próximo asalto, sino la siguiente pelea. Gobierno, oposición y electores hacen cálculos y la imaginan de diferentes formas. Los preparativos para la elección de mitad del mandato ya comenzaron. Las escaramuzas por el tratamiento del presupuesto constituirán su primera escenificación. 

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