Opinión
La era Sheinbaum
Por Augusto Taglioni
El partido de AMLO consolidó como el más importante del país. Los desafíos por delante y el riesgo de un conflicto de poder y liderazgo en un contexto de poder absoluto.

Claudia Sheinbaum es la nueva presidenta de México, la primera en la historia del país. Una victoria de Andrés Manuel López Obrador que dejará al poder con nivel altos de aprobación en un contexto regional de apatía y hartazgo que perjudica a los oficialismos, y se garantiza que alguien de su riñón continúe el proyecto. 

Morena no solo estará 6 años más y completará 12 años en el poder sino que ganó 7 de las 9 gobernaciones en pugna y tendrá mayoría calificada en el Congreso para avanzar en reformas constitucionales que AMLO no pudo implementar. 

Radiografía de la ultraderecha europea que encandila a Milei

La alianza opositora que logró frenar la mayoría absoluta en las regionales y legislativas de 2021 gracias al armado bautizado "Vamos por México" que tuvo al empresario Claudio X González como alquimista. Ese armado se deshilachó en tres años y terminó fracasando. 

Pero ahora se abre otros escenarios que pueden tornarse conflictivos. La más obvia es la convivencia entre el conductor político y el presidente en el cargo. AMLO no se va a jugar con los nietos ni a regar las flores del jardín de la casa. No se jubila, es el jefe de Sheinbaum y el líder del nuevo partido hegemónico de México. 

No es moco de pavo. AMLO manda pero Sheinbaum tendrá la lapicera y el poder de decisión. Esto abre una hipótesis de conflicto. Las antecedentes de dobles comando en la región nos son alentadores. En Argentina y Bolivia fueron una catástrofe en la gestión que terminó una con Milei y la otra chances con una ruptura sin vuelta atrás de Evo con Arce que anima al regreso de la derecha en 2025. Además, en Ecuador esa lógica es un tapón de crecimiento que condena al correísmo a perder todas las segundas vueltas y en Paraguay empieza a verse las tensiones entre Horacio Cartes y Santiago Peña.  

AMLO manda pero Sheinbaum tendrá la lapicera y el poder de deducir. Las antecedentes de co-gobiernos nos son alentadores. En Argentina y Bolivia fueron una catástrofe en la gestión y en Ecuador es un tapón de crecimiento que condena al correísmo a perder todas las segundas vueltas

No se puede conducir a distancia, ni en el exilio fuera del sillón presidencial y ese es el principal escollo que tendrá que afrontar la nueva presidenta mexicana para no arrancar con un liderazgo diezmado o cuestionado. Gobernar sin liderazgo es un cuchillo sin filo, una billetera vacía. 

La era Sheinbaum

El segundo punto es el estilo de su propio gobierno al que el voto popular le dio la posibilidad de profundizar los cambios, una suerte de 2011 argentino donde Cristina entendió que tenia que ir por todo. ¿Lo hará? Puede hacerlo desde las instituciones. 

Hay que poner el ojo en el controvertido Plan C que propone reformar el Instituto Nacional Electoral, militarizar la Guardia Nacional y que los ministros y jueces sean electos por la gente y en la reforma eléctrica que busca empoderar al estatal Consejo Federal de Electricidad (CFE).

Como viejo zorro de la política formado en el PRI, AMLO combina una narrativa de izquierda nacionalista estatista con un pragmatismo extremo que lo llevó a forjar una alianza estratégica con las Fuerzas Armadas, tejer una excelente relaciona con Donald Trump, tener gestos de acercamiento con la familia del Chapo Guzmán  o garantizarse el apoyo de los hombres de negocios mas poderosos del país como Carlos Slim. 

López Obrador combinó las políticas de creación de empleo y reducción de la pobreza con una sintonía con el poder económico mexicano que explica que los mercados se mantengan  estables ante la continuidad morenista.

La obsesión de Evo Morales 

Porque lo primero y más importante de la gestión de AMLO no es la supuesta y pretenciosa cuarta transformación histórica que encarna sino la vocación por liderar el partido del poder, la fuerza hegemónica de México, un nuevo PRI pero a la antigua, el de la generación setentista, conservador en lo político, nacionalista en lo económico  y estatista. 

López Obrador representa esto a la perfección, la duda es si Claudia será una continuidad de eso o incorporará un estilo propio más cercano al progresismo latinoamericano global dado que la nueva presidente ganó con un porcentaje mayor que el de su padre político. Tal vez sea allí donde veamos los primeros cortocircuitos. 

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