
Las tensiones con Trump completan un combo que incluye el rumbo económico y las especulaciones con las presidenciales de 2026. |
Lula atraviesa el momento más complicado desde que volvió al poder en Brasil. La inestabilidad del tipo de cambio generó un clima de inestabilidad que perforó el apoyo de sectores medios y bajos. Esa situación que comenzó con la pelea del presidente brasileño con el titular del Banco Central, el bolsonarista Roberto Campos Neto, por el cumplimiento de las metas de inflación y la tasa de interés terminó saliendo caro porque alentó el aumento de precios de los alimentos.
Según la mayorÃa de las encuestas serias de Brasil, la devaluación elevo la imagen negativa de Lula al 50 por ciento y son más los que piensan que con Bolsonaro estaban mejor. En contrapartida, el aumento del salario mÃnimo no se detuvo, creció la clase media a niveles de 2015 y el desempleo está en una caÃda histórica. Pero claro, Lula hizo campaña prometiendo picaña para todos.
El mercado también mira con desconfianza por dos motivos. Los eventuales problemas de salud de Lula de cara a 2026 luego de ser operado por un golpe en la cabeza y la falta de conducción de Fernando Haddad, a quien le reclaman un ajuste mayor.
La respuesta de Lula es mostrarse jovial y en rueda de prensa aclaró que ya está listo para retomar los viajes internacionales. Esto abre otro debate que apunta a la construcción de alianzas polÃticas.
El lÃder del PT construyó una alianza a su estilo, conteniendo a las diferentes tribus de su partido por un lado y sumando a los sectores de centro que son claves para la gobernabilidad. Eso continúa pero hay sectores que reclaman una renovación de contrato. Un ejemplo es el Partido Social Demócratico que lidera el ex ministro de Dilma y viejo lobo de la polÃtica brasileña, Gilberto Kassab, un clásico monje negro de la rosca brasileña con una estructura partidaria determinante para cualquier gobierno.
El partido de Kassab fue el más votado en las elecciones municipales y cuenta con 3 ministros en el Gabinete. Reclama un cambio de dirección económica y lanzó a uno de sus gobernadores como candidato o eventual compañero de fórmula de Lula, la única candidatura del PT que aceptarÃan acompañar.
Como Kassab hay otros sectores que se pusieron en modo pro-electoral y quieren sacar tajada del inminente cambio de gabinete de Lula que apunta a tener menos ministros del PT y mas de los partidos de derecha que conforman el famoso Centrao.
Una de las figuras rutilantes que podrÃan sumarse es la de Arthur Lira que está por dejar la presidencia de la Cámara de Diputados pero tiene garantizado sucesor propio y su bloque controla buena parte del Parlamento.
"No pienses en cargos con muchas luces. A este tipo de personajes lo que le importa es administrar caja para sus territorios", detalla una fuente que conoce al dedillo este tipo de negociaciones. Lira es del mismo partido del último Jefe de Gabinete de Bolsonaro, Ciro Nogueira. Maravillas de la polÃtica brasileña.
Otro nombre que todos tendrán que aprenderse es el de Hugo Motta, futuro presidente de la Cámara de Diputados a partir del 1 de febrero. Motta es del partido Republicanos, la segunda bancada mas grande detrás del PP de Lira y Lula explora una necesaria alianza con ambos para no sufrir problemas de gobernabilidad (Diputados maneja los juicios polÃticos) pero también para mantener buena parte del electorado gran lulista del nordeste conservador donde las banderas del PT repelen votos.
Con este intento de acuerdo, Lula demuestra que está haciendo todo lo que Dilma no hizo antes de su destitución de 2016. Las situaciones debilidad de aquel tiempo no la de la actualidad pero las estrategia son justamente para evitar un agudización de la crisis.
El tercer frente de crisis es el menos esperado al inicio de este tercer mandato: la polÃtica internacional. Lula asumió en 2023 con el lema "Brasil volvió" como una crÃtica explicita al supuesto aislamiento de Brasil durante la presidencia de Jair Bolsonaro. Es cierto que el gobierno anterior no respaldó las agendas globales en defensa del medio ambiente y de género y tuvo tensiones con la Unión Europea y Mercosur pero al mismo tiempo cosechó un buen vÃnculo Estados Unidos (en la era Trump), China y Rusia.
Lo cierto es que lo parecÃa el punto fuerte de la gestión terminó generando complicaciones por ser demasiado ambiciosa. Lula intento mediar en todos los conflictos sin éxito. Putin no lo consideró un actor de peso para mediar en la guerra con Ucrania y Nicolás Maduro no le dio la más mÃnima entidad en cuanto su pretensión de anexar Guyana y no cometer fraude en las elecciones venezolanas.
El no lugar de Lula en estos temas terminó generándole un costo polÃtico con electorado y sus socios polÃticos. Pero no todas son pálidas, el peso de Brasil lo pone en un lugar de privilegio en la relación con China, la Unión Europea, los BRICS y la OCDE.
En cuando a su zona de influencia, fracasó en el intento de reactivar Unasur, intenta aislar a Milei en el Mercosur y ahora busca convocar a los gobiernos progresistas del cono sur en coordinación con Boric pero con tensiones con Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum que buscan armar un nuevo polo. La balcanización de Latinoamérica será otro desafÃo del presidente brasileño.
Para colmo de males, la vuelta de un Trump recargado que lo agarró desprevenido y sin plan para contener a los deportados. Las primeras semanas del republicano confirman las tensiones que hasta podrÃan incluir aranceles, algo que Brasil intentará jugar a su favor.
Guerra en la derecha brasileña
Con Trump fuerte crece la espalda de Jair Bolsonaro que quiere que el magnate ponga todos su poder de presión (aranceles, cancelación de visa o cualquier tipo de medida coercitiva) para ser habilitado para las elecciones de 2026.
Demasiados frentes para afrontar a un año de las elecciones presidenciales que nuevamente lo ubican a Lula como el único capaz de retener el gobierno con un alianza amplia que derrote a la extrema derecha.
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