La victoria laborista en Reino Unido y de la coalición de izquierda en Francia ponen en crisis la idea de un boom de ultraderecha como forma de canalizar de la bronca social. |
Esta no fue una buena semana para abrazar las ideas de la libertad. La arrasadora de victoria de los laboristas ingleses que terminó con 14 años de dominio conservador y el triunfo de la coalición de izquierda en Francia es una muestra de que la ultraderecha no tiene exclusividad a la hora de canalizar el enojo y la expectativa de la población.
Como hemos adelantado en esta columna, hay algo que se rompió en el corazón de Europa y hace crujir a la socialdemocracia que supo concebir los valores fundamentales de la Unión Europea pero que también valora a la izquierda como catalizador del hartazgo.
En el caso inglés, el nuevo primer ministro es un abogado defensor de los derechos humanos que prioriza las políticas sociales y como primera medida decidió derogar un acuerdo con Ruanda para la deportación de migrantes.
Algo se rompió en el corazón de Europa
Además, nombró como canciller a David Lammy, descendiente de esclavos y que viene de una clase negra trabajadora de la cual no surgieron cancilleres antes. Gestos y cambios que contrastan con lo que propone la derecha radical que se supone que esta de moda.
Uno que entendió a la perfección esto es Pedro Sánchez, el líder español que logro construir un acuerdo imposible para seguir gobernando España a pesar de haber pedido con el Partido Popular. "Esta semana, dos de los mayores países de Europa han elegido el mismo camino que eligió España hace un año: rechazo a la ultraderecha y apuesta decidida por una izquierda social que aborde los problemas de la gente con políticas serias y valientes. Reino Unido y Francia han dicho SÍ al progreso y el avance social y NO al retroceso en derechos y libertades. Con la ultraderecha ni se pacta ni se gobierna", escribió Sánchez. A todas luces se siente reivindicado en estos triunfos.
El escenario francés calza perfecto en este análisis. Marine Le Pen ya estaba armando el gabinete de su delfín Joan Bardella pero se encontró con lo mismo que viene frenando su llegada al poder: el llamado cordón sanitario democrático. El mismo que permitió las dos victorias de Macron hoy abre al juego para un nuevo gobierno de izquierda.
Ahora hay que ver si es el nacionalista Melenchon o algún socialista más moderado que quiera explorar un acuerdo con Emmanuel Macron (el presidente pondrá en juego su capacidad de liderazgo y negociación) pero lo cierto es que en un país en crisis, los enojados con el sistema eligieron una opción progresista, es lo único que explica semejante apoyo popular a un armado que se construyó en 48 horas.
Radiografía de la ultraderecha europea que encandila a Milei
En efecto, lo que se define será del centro para la izquierda a contramano de lo que se proyectaba hace dos semanas. Francia, España y Reino Unido son ejemplos que entusiasman a Alemania que el año que viene tiene votar en medio del avance de ultraderecha.
Lo de Francia fue una derrota para Vladimir Putin que vio en Le Pen la posibilidad de un cambio de ritmo que hubiese podido cerrar un círculo virtuoso con la vuelta de Donald Trump al poder.
En ese juego entró el húngaro Viktor Orban que aprovechó la presidencia de Hungría de la Unión Europea para organizar un viaje a Moscú y acercarse al líder ruso que fue rápidamente desautorizado por la jefa de la diplomacia europea Kaja Kallas, liberal y ex premier de Estonia que encabeza el perfil antiruso de Bruselas.
La derecha radical también se partió en el Parlamento Europeo. Quedaron cuatro grupos: Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) de Giorgia Meloni, Identidad y Democracia de Marine Le Pen, Patriotas Europeos de Viktor Orban y Soberanistas de Alternativa por Alemania. No hay plan ni mirada común.
El caso de Meloni es interesante. Parece una líder más sensata y pragmática que reivindica los valores de la ultraderecha desde el gobierno pero lo combina con la necesaria estabilidad institucional para preservar su coalición. Pero al mismos tiempo, la oposicion principal es un liderazgo nuevo, antítesis de los valores conservadores de Meloni de la mano de Elly Schlein que ganó la interna del Partido Demócrata del ex premier Matteo Renzi prometiendo una izquierda contestataria.
Habla el ideólogo del francés Melenchon: "Milei es un duro golpe para la izquierda mundial"
El fracaso de la ultraderecha es un llamado de atención para los que subieron a ese tren en Latinoamérica. Es raro. Javier Milei fue a la Conferencia Política de Acción Conservadora a decir que el socialismo "se estaba extinguiendo" mientras en París, Melenchon cantaba con una multitud la internacional comunista. O sea, digamos, no.
El libertario publicó en sus redes el pasado 10 de junio, un día después de las elecciones europeas, que "Occidente recuperaba sus banderas" y se adjudicó la victoria. Como se dice ahora, ese posteo envejeció mal y rápido.
Debería recordar Milei que Bolsonaro perdió la reelección contra un amplia coalición liderada por Lula confirmando que la ultraderecha suele ser un límite para un sector de la población.
En Argentina celebró Cristina Kirchner que ve en esa elección y en su propio fracaso reciente la demostración que la moderación, al menos en el discurso, no es una buena forma de encarar esta etapa. ¿Será el plan de Axel?
En síntesis, la izquierda sigue viva, sigue siendo recipiente de expectativas y casaciones y la justicia social no es percibida como una aberración. Deberían anotarlo, libertarios.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.
Que haya periodistas adoctrinados en universidades escribiendo un diario mantenido por políticos, no es más que una confirmación de que nuestra batalla por la libertad tiene sentido y no se debe abandonar.
Creer que Cristina Kirchner, una peronista católica que vacacionaba en Miami, es de izquierda, es de idiota.