
El ex presidente brasileño enfrenta graves acusaciones en medio de un contexto de ofensiva de su espacio contra Lula. La narrativa de persecusión y el calculo que hace el gobierno. |
Jair Bolsonaro está en el centro de la discusión brasileña. La formalización de la denuncia de la FiscalÃa General lo deja en una posición judicial muy delicada ante una Corte Suprema que para el entorno del ex presidente parece tener decidida su condena antes de analizarla.
Tanto la denuncia por delitos que contempla penas de mas de 30 años como el levantamiento del secreto de sumario de la declaración como arrepentido del ex colaborador personal de Bolsonaro, Mauro Cid, presentan un escenario muy adverso que incluye a la primera lÃnea del bolsonarismo y la familia del lÃder de ultraderecha.
A primera vista, el fallo le viene como anillo al dedo al gobierno luego de un comienzo de año complicado y con una fuerte caÃda en las encuestas producto de la suba de alimentos y la devaluación.
En este sentido, el entorno de Lula está dividido. Hay quienes piensan que esto llega en el mejor momento para cambiar el foco de la agenda pública y están convencidos que Bolsonaro terminará preso antes de fin de año.
Sin embargo, hay otros funcionarios importantes que no están seguros que esto sea lo mejor que le puede pasar a Lula en este momento de crisis. "Lo convertimos en vÃctima, en preso polÃtico, como hicieron ellos con Lula", afirma un importante dirigente del gobierno que no oculta su preocupación. "Nosotros tenemos que recuperar la economÃa. Podemos hacerlo y Lula puede llegar con fuerza a 2026", agrega.
En el bolsonarismo hay preocupación pero también ven una oportunidad. Entienden la gravedad del asunto y no descartan que la prisión se concrete pero la estrategia cambió. "Bolsonaro preso es un capital para el movimiento conservador y una macha negra sobre Lula con Trump porque verá su reflejo en la situación de Jair", puntualiza una fuente muy cercana a Bolsonaro.
Bolsonaro se alimenta de ese espejo de Trump que a pesar de acumular causas gravÃsimas logró volver a la Casa Blanca recargado. ¿Es un escenario comparable con el brasileño? El ex capitán del ejército mejoró en las encuestas (la última de Paraná Pesquisa lo da ganador contra Lula), apuesta a un apoyo de Trump como factor de presión polÃtico y judicial y a mostrar músculo callejero en la marcha convocada para el 16 de marzo en Copacabana.
Aún con pruebas contundentes del rol de Bolsonaro y los suyos en el intento de golpe y el plan para envenenar a Lula, el juego en tándem entre la Corte y el gobierno es indisumulable.
Es la decisión de un sistema que no quiere dejar huecos para que Bolsonaro y su modelo de paÃs retornen, no solamente para que Lula pueda ganar la elección en el 2026 sino para que la derecha tenga un candidato que respete los valores democráticos, sin militares ni locos conservadores que quieran volver al siglo pasado. Es una jugada arriesgada porque que los locos tienen votos y capacidad de movilización.
La sensación del bolsonarismo es que la fragilidad de Lula es grande dentro del gobierno y la alianza con el Congreso está atada con alambres. Sin embargo, Hugo Motta (presidente de la Cámara de Diputados) y David Alcolumbre (presidente del Senado) se encargaron de aclarar que la amnistÃa para los condenados no está en la agenda.
Hay una carta que todavÃa Lula no usó y es el cambio de gabinete que podrÃa incluir importantes dirigentes del Centrao que le darÃa más oxigeno a la gobernabilidad de Lula. Nada nuevo para un lÃder que sabe de negociar y salir de los laberintos por arriba.
Por eso, la eventual detención de Bolsonaro podrÃa generar el efecto inverso y convertirse en un problema sin solución. Lula lo vivió en carne propia con su prisión y en el bolsonarismo se reflejados en el espejo de Trump y su convulsionado regreso.
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