Opinión
El laberinto de Maduro
Por Augusto Taglioni
La idea de una salida del poder choca con la decisión del régimen de desplegar todo el aparato represivo para detener a opositores. El dilema de Machado y Lula.

 Nicolás Maduro no quiere entregar el poder. La lealtad de las Fuerzas Armadas es suficiente para mantenerse en el cargo a pesar de la enorme evidencia de fraude que pesa sobre el proceso electoral del pasado 28 de julio. 

No hay nadie en su sano juicio que crea en los números que dio el régimen a través del Consejo Nacional Electoral y hasta el Centro Carter, uno de los observadores más serios que en muchas ocasiones fue usado por el chavismo como ejemplo de transparencia, determinó que Edmundo González Urrutia ganó las elecciones.  "El gobierno no entregó las actas porque no le dio la gana", dijo, lapidaria, la jefa de la misión Jennie Lincoln. 

"Ni muertos entregan el poder", reconoce una fuente que trabajó hasta hace poco en la campaña chavista y afirma que el ala dura se apoderó de las decisiones que anuncia Maduro. Represión, detenciones arbitrarias, hostigamiento a los disidentes, inteligencia usada para amenazar y violar libertades y hasta la censura de WhatsApp y Twitter. 

Venezuela, una batalla por la democracia 

A esto se le suman las teorías más disparatadas que plantean que el supuesto sabotaje al sistema electoral fue obra de George Soros, un abonado para estas historias que enamoran a los conspiranoicos. Pero no existe, todo es para ganar tiempo, contener a una base cada vez más chica y esperar un fallo de Tribunal Supremo de Justicia que se volvió hace décadas en una oficina del PSUV.

La oposición, como nunca en estos 20 años, logró conectar de lleno con los que alguna vez fueron votante del chavismo. Son los sectores populares los que marchan con María Corina y Edmundo, no la "oligarquía de los apellidos" que ni siquiera vive en Venezuela ni agentes que reciben ordenes del Departamento de Estado. 

Machado asumió a la perfección el liderazgo, el tono y dejó en el olvido su pasado marginal de halcona para sintetizar la enorme cantidad de demandas que tiene los venezolanas. Ella es clara, no negocia el resultado de las elecciones, es la carta más fuerte para exponer el fraude. Ofrecen garantías de transición que el chavismo no tiene la más minina intención de legitimar. Tienen 6 meses para lograrlo. 

La oposición, como nunca en estos 20 años, logró conectar de lleno con los que alguna vez fueron votante del chavismo. Son los sectores populares los que marchan con María Corina y Edmundo, no la "oligarquía de los apellidos" que ni siquiera vive en Venezuela

¿Entonces?  El interrogante es qué tiene que pasar para cambiar el cuadro de situación. Una llave la tiene las Fuerzas Armadas que siguen leales a Maduro, la segunda es la posibilidad de un estallido social que hoy no es claro porque tiene que contar la energía de un pueblo muy golpeado y el tercero es la presión internacional. 

El laberinto de Maduro

Ahí es donde juega Lula. Como anticipamos en esta columna, el líder brasileño está cansado y frustrado. Se le acaba la paciencia ante un Maduro que no muestra predisposición y redobla la apuesta. Ahora negocia un recuento independiente pero necesita la luz verde del régimen para mandar a su canciller a negociar. Por ahora no lo tiene aunque se espera un llamado en breve. 

El segundo comunicado de Brasil, Colombia y México mostró algunos elementos interesantes. Los "tres ligaditos", como le dicen en Venezuela, no avalan el rol del Tribunal Supremo de Justicia y ponen el ojo en el Consejo Nacional Electoral, una muestra de hostilidad a la estrategia chavista.

El adulto en la habitación

La estabilidad y la democracia, en ese orden, es lo que preocupa a este grupo pero la crisis mueve cuestiones diferentes. A Brasil la necesidad de evitar un colapso en su zona de influencia, Colombia no quiere una nueva ola migratoria ni vía libre para la guerrilla  y Mexico juega en función de sus tensiones con Estados Unidos, lo único que verdaderamente le importa.  

La estabilidad y la democracia, en ese orden, es lo que preocupa a este grupo pero la crisis mueve cuestiones diferentes. A Brasil la necesidad de evitar un colapso en su zona de influencia, Colombia no quiere una nueva ola migratoria ni vía libre para la guerrilla y Mexico juega en función de sus tensiones con Estados Unidos, lo único que verdaderamente le importa

Maduro expuso la negociación con Estados Unidos en Qatar y una ruptura definitiva con Washington amenaza contratos petroleros que todavía no quieren perder, por eso el titubeo albertista. Ante eso, le cedieron la pelota a Brasil que buscan controlar el juego y los tiempos. 

El problema es que el tiempo corre y las cartas se agotan. Un sector del chavismo quiere ser China, con las Zonas Económicas Especiales y, sobre todo el partido único. "Sería un sinceramiento que nos evitaría perder tiempo en negociaciones esteriles", reflexiona una fuente de cercana a los tres países que buscar evitar lo que parece inevitable. 

La idea de una amnistía para la salida del poder está sobre la mesa. Lo sugiere en público Machado y la defienden en Washington a través de sus voceros en off. En ese sentido, The Wall Street Journal publicó que "Estados Unidos está llevando a cabo un intento arriesgado de presionar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, para que renuncie al poder a cambio de una amnistía, mientras emergen pruebas abrumadoras de que el hombre fuerte perdió las elecciones del mes pasado, dijeron personas familiarizadas con el asunto".

"Acá no se puede perder. Es cubanizar y resistir", reconoció una operador del chavismo a un interlocutor que habló con LPO en una reciente reunión en Caracas. En efecto, sin democracia cambian las reglas, eso corre tanto para los que se aferran al poder como para que trabajara para sacarlos. 

El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, se volvió un protagonista inesperado del antimadurismo al adelantarse a Milei y convocar a una cumbre con los países que votaron a favor de la resolución en la OEA. Mulino comparó a Maduro con Manuel Noriega, dictador panameño derrocado por una invasión de Estados Unidos en 1989. No fue un ejemplo al pasar. 

Atrincherado y aislado, Maduro anticipa lo que viene, un largo proceso hasta la asunción del nuevo gobierno y la clara confirmación que al chavismo no le importa pagar ningún costo con tan de aferrarse a un poder que entierre la democracia para siempre.

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