En su juego especular con el kirchnerismo, Milei no podía carecer de un malvado de libro. El homenaje remixado a las letras surrealistas de Spinetta. |
Ahí va el Capitán Beto por el espacio
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Ayer colectivero
Hoy amo entre los amos del aire
Ya lleva quince años en su periplo
Su equipo es tan precario como su destino
Sin embargo, un anillo extraño
Ahuyenta sus peligros en el cosmos
Ahí va el Capitán Beto por el espacio
La foto de Carlitos sobre el comando
Y un banderín de River Plate
Y la triste estampita de un santo".
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¿Por qué habré venido hasta aquí
Si no puedo más de soledad?
Ya no puedo más de soledad
Su anillo lo inmuniza de los peligros
Pero no lo protege de la tristeza
Son estrofas de El anillo del Capitán Beto, canción escrita por el gran Luis Alberto Spinetta, incluida en el LP del grupo Invisible, El Jardín de los presentes. Editado en 1976, año fatalmente icónico para la historia de la Argentina.
Cambiando la B por la V, bien podría tararearse un remixado en homenaje al líder carismático que gobierna el país actual, tan surrealista como aquellas letras del Flaco.
Que en esa canción se haga referencia a un banderín de River Plate, siendo que el primer mandatario se ha definido como simpatizante de Boca Juniors es un detalle menor. Él mismo dijo que hinchó por River en la famosa final de la Libertadores en Madrid, contra Boca. Venía enojado por el despido del DT Julio Falcioni a manos del entonces presidente del club, Daniel Angelici.
El mismo Angelici al que los fisgones de Comodoro Py caracterizan como uno de los valedores de la candidatura del juez federal Javier Lijo a la Corte Suprema de Justicia. ¿Se le habrá pasado el enojo? Vaya a saber. Es que Milei es una contradicción permanente. Y si no remitámonos a los sinólogos, que anotaron su tirria a China por comunistas irredimibles y ahora son de los más pasotas que hay, sólo no hay que molestarlos, como le dijo a Susana Giménez.
Tocar la campana bajo la garúa de inversiones
También es compatible con el Capitán Veto "la foto de Carlitos sobre el comando". La foto de su admirado Carlos Saúl Menem (no la de Carlos Gardel). Al que le correspondía, y se cumplió, un busto en la Casa Rosada, aunque muchos crean que en realidad se trata del cantante estadounidense James Brown. Hay gente que no entiende nada de arte.
En el remix da para discutir lo de la tristeza, tratándose de una personalidad tan explosiva y contundente. Pero quizás sea producto precisamente de una tristeza interior muy antigua. No nos vamos a poner en sicologistas. El asunto es que es compatible. Fin.
El "ayer colectivero" también marida con la nueva versión, claro que sí. Don Beto Milei, su padre, forjó toda una posición desde su viejo mundo de veinte asientos. Quizás se trate del verdadero Capitán Beto. Y el hijo seguramente alguna vez viajó en el pozo, como se denominaba antiguamente al hueco cercano al asiento del conductor.
"Su equipo es tan precario como su destino" ni hablar. Pega como piña con el remixado. El politólogo Pablo Salinas, que lleva las estadísticas de este gobierno como si fuera la reencarnación de Juan José Lujambio, tenía hasta el 30 de septiembre contabilizadas 70 renuncias-despidos-rajes de funcionarios nacionales de diverso rango. En sólo 295 días de "gestión". Un patíbulo cada cien horas. Desde viejas glorias como Guillermo Ferraro al ya extinto Ministerio de Infraestructura hasta la ignota influencer Constanza Bravi, que batió récord de no permanencia: 12 horas en el Ministerio de Defensa del radical Luis Petri.
Que "ya lleva quince años en su periplo" es otra anticipación borgeana del flaco Spinetta. Milei ingresó a la Corporación América de Eduardo Eurnekián, su gran esponsor, en 2008. Así que dejemos 15 para redondear y no afectar lo sustancial de la canción-poema.
"Un anillo extraño ahuyenta sus peligros en el cosmos" es otra sorprendente revelación. Basta buscar en el Mercado Pago del amigo Galperin el anillo del león libertario, una delicada pieza de acero quirúrgico que se vende a sólo 15.890 pesos. Una bicoca.
El Capitán Veto sigue en órbita. Ya vetó el aumento a los jubilados y se apresta a hacerlo en horas nomás con las mejoras dispuestas por el Parlamento al presupuesto de las universidades nacionales. Habrá que esperar a que suceda primero la marcha prevista frente al Congreso, con sus réplicas en diversas ciudades del interior argentino.
Habrá que ver si, una vez vetada, se insiste desde las bancas con la sanción de esa ley, con el logro de los dos tercios, o se impide ese recurso con un batallón de patriotas como los 87 agasajados en Olivos recientemente con un asado a la romana. Cuyo valor individual era superior al aumento nonato para los pasivos. No serán los 33 Orientales, pero se sabe que siempre hay gente dispuesta a morir (políticamente) por las buenas causas.
Vaya a saber si, como el vate Spinetta labró, Milei no pueda más de soledad. Probablemente se sienta bien acompañado en su periplo. De seguro, el soporte emocional de Amalia Yuyito González mitigará cualquier melancolía, ese estado al que inevitablemente conducen los jardines de Olivos.
No hay tristeza que pueda contra las convicciones de Milei. Empeñado en volver a poner a la Argentina como primera potencia del mundo, tal como asegura que sucedió a finales del siglo XIX, antes de que el populismo azotara este país, a partir de 1916, con el advenimiento del radicalismo al poder (radicales que hoy forman fila en gran número, plato en mano, como mendicantes ante un comedor eclesial).
Que eso nunca sucedió, ni volverá a suceder, es un mero detalle, propio de escépticos. "Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca existió", dijo alguna vez André Malraux. O George Clemencau. O José Ortega y Gasset. Que pudo ser cualquiera de los tres. O ninguno. Según la fuente que se consulte.
"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire", inmortalizó Jorge Luis Borges en Fundación mítica de Buenos Aires. Y se insiste: Milei es un borgeano. No hay que tomar sus números en términos matemáticos, irrefutables. Hay que entenderlos como quien leyera un poemario. Sutiles, Ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.
Así debiera entenderlo "Julito César", a quien Milei ha puesto inopinadamente en el ring side, tal como se pudo escuchar nuevamente en el "masivo" acto en el anfiteatro del Parque Lezama. Se trata de Julio César Saguier, el accionista mayoritario del grupo La Nación.
En su juego especular con el kirchnerismo, Milei no podía carecer de un malvado de libro, su propio Héctor Magnetto. Tal como Néstor y Cristina Fernández en su momento blandieron el espantajo del empresario líder del grupo AGEA, Javo hace lo propio con su doppelganger con base en la costa de Vicente López. ¿Berrinches de vecinos? Olivos está a un paso.
No importa que el grupo de medios que ahora hostiliza Milei haya y siga siendo más que contemplativo con el Presidente. Al punto de facilitarle, en ciertas plataformas, las mejores alfombras para mostrase, como en pasarela. Sin importar sus desmanes orales, su verba inflamada, su exacerbada pasión por el insulto procaz. Se ha puesto a su disposición un yonimajulismo extremo. Y ni así se conforta.
Es de esperar que a Milei no se le ocurra, en su enojo, pedirle a Jorge Macri que le cambie el nombre a la estación de transferencia premetro-subte Julio César Saguier. Que le avisen que se trata del padre del actual ejecutivo, ex intendente de Buenos Aires designado por Raúl Alfonsín, en 1983. Pensándolo bien, no le avisen. Los radicales alfonsinistas son de los tantos objetos de tirria mileísta.
A transcurrir la historia, don't worry: "El problema, don Inodoro, es que vivimos una época muy contemporánea", le decía el sagaz perro Mendieta a su atribulado amo, Pereira. Siempre sufriente en sus padeceres de gaucho.
Ya lo anticipaba Spinetta:
"Si esto sigue así como así
Ni una triste sombra quedará
Ni una triste sombra quedará".
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