México
Peña Nieto cubrió la retaguardia y pasó la pelota a la oposición
Por Andrés Wainstein
El presidente de México desactivó los intentos de una rebelión en el PRI. Y puso a opositores a resolver sus problemas.

Cenaba con altos empresarios de Monterrey, en la casa del director de Frisa, Eduardo Garza T. Relajado. Con tono distendido, Enrique Peña Nieto les pasó un mensaje casi premonitorio. "Platiquen con AMLO, lo entiendo. No me ofende. Así son los períodos de campaña. Y podrán decir que no soy un funcionario brillante, pero dediqué mi vida a ganar elecciones. Ese es mi talento". Los capitanes de las compañías más importantes del país lo escuchaban incrédulos.

Los comicios fueron cerrados y mantuvieron en vilo a miles de militantes del tricolor hasta entrada la madrugada. Pero una cosa está clara: Peña Nieto cumplió con lo que marcan los manuales priistas. Por poco y por momentos con zozobra. Incluso quizás siga en los tribunales. Como sea, ganó la entidad que tenía que ganar.

Como anticipó meses atrás LPO, Nayarit, Veracruz e incluso la Coahuila de los Moreira habían quedado en segundo plano para Los Pinos. Toda la fuerza se concentró en mantener su entidad. EPN sabía que era vital para encarar con fortaleza el último tramo del sexenio. Una lección de pragmatismo.

El Presidente consiguió así poner a López Obrador en una nueva encrucijada histórica. Más allá de la enorme elección que hizo Delfina, el líder de Morena tendrá que evitar un paso en falso, como le ocurrió en 2006, cuando su plantón y su "presidencia legítima" afianzaron a un electorado que ya no lo abandonó, pero también reforzó temores y rechazos que lo acompañan una década después.

 Hablen con AMLO. No me ofende. Así son los períodos de campaña. Y podrán decir que no soy un funcionario brillante, pero dediqué mi vida a ganar elecciones. Ese es mi talento. 

AMLO se enfrentará en las próximas semanas a otra tarea clave: levantar la moral de sus bases, que después de un esfuerzo extenuante vuelven a quedar a unos pasos de la victoria. Morena crece en todo el país. Es un dato ineludible. Pero la derrota en el Estado de México alimenta una idea riesgosa entre sus filas: en México el sistema cruje, pero todavía resiste.

Más notorio es el golpe que recibió el PAN, en donde emergió una pelea mediática apenas unas horas después del cierre de las casillas. Margarita aprovechó el nuevo fracaso de Josefina para saltarle a la yugular a Anaya. Lo culpó de todos los males. En el CEN dicen que no habrá respuesta para no mostrar más fisuras, aunque por lo bajo acusan a los Calderón de haber traicionado a Memo Anaya en Saltillo.

Taimado al extremo, Moreno Valle se dedicó a repetir con picardía que Edomex demuestra que una candidata que lidera encuestas se puede caer estrepitosamente el día de la elección. ¿Hablaba sólo de Vázquez Mota? No. Es un cachetazo encubierto para la estrategia de Zavala, que pelea la candidatura presidencial con los sondeos en la mano. La interna recién empezó.

Peña Nieto cubrió la retaguardia y pasó la pelota a la oposición

Las contradicciones del PRD son permanentes, allí la ecuación nunca cambia. El Sol Azteca celebró la tercera posición con bombos y platillos. Hay que decir las verdades incómodas: festejaban en rigor la derrota de Delfina, que validó su estrategia de supervivencia. "Sin nosotros, no pueden", fue el mensaje hacia López Obrador.

Peña Nieto evitó una derrota que desate la silenciosa rebelión que ya preparaba la vieja guardia de su partido. Su mano seguirá ordenando los tiempos de la sucesión.

Peña Nieto evitó una derrota que desate la silenciosa rebelión que ya preparaba la vieja guardia de su partido. Su mano seguirá ordenando los tiempos de la sucesión

Cuidado: Morena juntó más votos en soledad que el PRD en alianza con el PAN. Con el correr de las semanas se desatará otra vez la guerra de tribus para ver si en 2018 deben recostarse sobre el panismo o negociar con Morena. Allí sigue sin aparecer un proyecto propio.

Sin embargo, quizás la victoria más contundente haya sido puertas adentro. Peña Nieto evitó una derrota que desate la silenciosa rebelión que ya preparaba la vieja guardia de su partido. Su mano seguirá ordenando los tiempos de la sucesión, otra de las preocupaciones de los mandatarios en los tramos finales de su gestión.

El 2018 efectivamente está después de 2017. La gran lección de Peña Nieto, que observa ahora con más tranquilidad cómo la oposición deberá acomodar sus propios carros tras una debacle del oficialismo que no se materializó. La pelota quedó en campo rival.

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