La candidatura de Meade condensa un proceso de dos décadas. Conquistada la economÃa, van por la polÃtica. ¿Reaccionará la "Vieja Guardia"? |
Es un debate que tiene años, pero que por estos dÃas nos regala en forma silenciosa -como suele acostumbrar el PRI- uno de sus capÃtulos más apasionantes. Los tecnócratas, y muy especialmente la nueva generación del ITAM, acaban de ganar uno de los rounds más importantes de una pelea que lleva más de dos décadas en México.
La postulación de José Antonio Meade es un triunfo aplastante de una generación que se formó, se moldeó y creció al calor del zedillismo, y que ahora no se conforma con el control de la economÃa. La tecnocracia va por todo: ambiciona sin sonrojarse el control de la polÃtica, que hasta el momento se habÃa reservado para un sector más tradicional del PRI.
La "Vieja Guardia", ese grupo tricolor más tradicional en su relación con la polÃtica, más atado a las liturgias y a los emblemas históricos del partido, ubica en Zedillo el punto cero de esta transformación que los fue desplazando de la centralidad del poder.
Para ellos, la candidatura de Meade no fue una sorpresa sino una lÃnea de continuidad. Asesores de históricos personajes priistas anticipaban a LPO en los últimos meses -no sin preocupación- que EPN terminarÃa cediendo el control de la polÃtica a lo que hasta ahora podÃa ser catalogada como el Grupo Hacienda.
¿EPN será el último polÃtico tradicional priista en Los Pinos? Una afirmación aventurada, pero no imposible. Pero, ¿por qué ex gobernadores, dirigentes nacionales y operadores del PRI ven en Zedillo al gran monje negro de este proceso?
Todos ellos dicen que los impactos de la caÃda del Muro de BerlÃn se observaron ya entrados en los '90 y esa panorama le allanó el camino a Zedillo para instalar en su administración la cosmovisión de un mundo neoliberal, dilema que todavÃa enfrentaban Carlos Salinas de Gortari y Miguel De la Madrid.
Desde esta óptica, Zedillo comprendió que una nueva generación de tecnócratas debÃan trascender del debate partidario, justo en un momento de apertura a la alternancia. Por eso, los cuadros técnicos que habÃa fogoneado durante su sexenio siguieron con funciones -aunque en segundas o terceras lÃneas de mando- en el gobierno de Vicente Fox. Y comenzarÃan luego a tener un mayor protagonismo en el sexenio de Felipe Calderón.
En ese listado aparece Dionisio Pérez-Jácome Friscione en Comunicaciones y Transportes, o Guillermo Babatz Torres en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, pero sin dudas el máximo exponente fue el propio Meade, que manejarÃa Hacienda durante el último tramo del gobierno calderonista.
Todos formados en el ITAM. ¿Coincidencia? De ninguna manera. El Instituto planificó en esos mismos años su penetración en la burocracia del Estado para convertirse -como hizo, con éxito- en un factor de poder, apalancado en un grupo que supo ser inmune a las definiciones en las urnas. Eso cambia.
La ambición de quedarse con la última porción del pastel es quizás, al mismo tiempo, la apuesta más riesgosa. Porque Meade logró prestigio entre empresarios, inversores y factores del poder económico internacional. Salió ileso de cuatro secretarÃas. No es poco, y menos en México.
En Los Pinos están convencidos que esa trayectoria transparente será una de las principales barreras para contener el discurso más elemental de Andrés Manuel López Obrador: la corrupción. ¿De qué lo acusará a Meade, si en décadas de funcionario no recibió una sola denuncia?
No es el único argumento en la decisión de EPN: entregar la candidatura al emblema de los mercados, de la estabilidad macro y de la gestión económica profesional, es también una estrategia frente al candidato de la indignación. ¿Cómo le fue a Estados Unidos con Trump, otra figura que venÃa a romper con el sistema? "No siempre el cambio es para mejor", podrÃa ser un precario slogan de campaña.
Pero las elecciones se ganan con votos, con muchos votos. Y ahà permean otras variables, no sólo el prestigio del microclima. Peña Nieto suele repetir en su entorno que los niveles de conocimiento se consiguen con facilidad. Los votantes también buscan empatÃa, carisma, claridad, feeling con su candidata. ¿Logrará Meade mostrar esas cualidades? Eso está por verse.
Un último interrogante: ¿cómo jugarán los gobernadores del tricolor, muchos de ellos más tradicionales y que acaso puedan sentir el recelo ante la construcción de una nueva matriz de poder? La reunión de mañana en Los Pinos será clave, Peña Nieto lo sabe.
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