Gobierno

Marcos no comunica mal, comunica distinto

El macrismo “terceriza” la comunicación en los grandes grupos. Anatomía de un modelo concentrador.

La llegada al poder del kirchnerismo fue prácticamente simultánea conel estreno de la película “Memoria del Saqueo”, de Pino Solanas. Aqueldocumental que Pino filmó en los años de la crisis coronó la narración de laizquierda social sobre los años 90, a decir: el mal empezó en 1976, seprofundizó en 1989 con “inexplicable” aval social y se quebró en 2001 con elestallido. ¿Qué decía, qué relataba el Estado de aquellos años, en lossucesivos gobiernos de Alfonsín, Menem, De la Rúa o Duhalde? Alfonsín habló dedemocracia hasta que no pudo ocultar la economía, Menem habló de economía yajuste al calor de un consenso mundial (Menem “relataba” su ajuste) hasta quese hizo evidente el costo social, De la Rúa habló de corrupción hasta que suvicepresidente lo acusó de coimero. Mientras tanto, la sociedad narraba susmiserias, y, lo que es más fácil de detectar, los “artistas populares” (deMaradona a León Gieco, de Los Redondos a Pino) construían el artefactonarrativo de lo que “pasaba” en una sociedad que sufría el retiro del estado debienestar y el ingreso a una economía de mercado con ganadores y cada vez más perdedores.“La pelota no se mancha.”

A partir de 2003, y luego de la necesaria, difícil y breve gestión deDuhalde, con Kirchner el Estado se convirtió en el mayor narrador, un narradorvoluptuoso de la sociedad, el más vigoroso desde 1983, y, diríamos con cierta injusticiapoética, Pino Solanas terminó probando suerte como político porteño y militantede la anti minería andina. La voz del Estado menguó “las voces de la sociedad”no por represión sino por absorción discursiva: la voz grave en off de Pino sedesgranó porque el Estado kirchnerista se reapropió de la misma versión de lahistoria. ¿Y qué pasó con esos narradores? Maradona pasa sus días en Dubai (sedespidió del fútbol en 2001), León Gieco perdió impacto porque el Estado fue elcontador de “Memorias”, la lírica del Indio Solari profundizó su hermetismo ymantuvo intacta la masividad de su misa (Los Redondos se separaron también en2001), y Pino, el gran cronista de las actualizaciones doctrinarias, pasó de la“macro” a la “micro-política”. De la memoriadel saqueo de un país a la minería acielo abierto, de Plaza de Mayo a Jáchal. 

El Estado kirchnerista produjo algo inédito contra Clarín y las corporaciones: Una contracultura oficial y progresista que fue el centro de gravedad de los debates nacionales.

La “vuelta del Estado” se constituyóentonces en ese vozarrón de hechura progresista y tronco peronista. El “arte” fuemás intimista y el Estado la voz protagónica de una Argentina narrada, en talcaso, con un elenco cultural desparejo de actores, cantantes, filósofos, etc.,como retaguardia discursiva de una vanguardia estatal. ¿Quién contó los añoskirchneristas? El Estado. Se acabaron los discos o las películas de época. Sí,la banda ancha, spotify, las series, facebook, twitter, pero el Estadokirchnerista produjo algo inédito (contra Clarín y las corporaciones): una contraculturaoficial y progresista que fue el centro de gravedad de los debates nacionales. Néstor,Cristina y Magnetto fueron los nombres. Magnetto, así lo describió Martín Sivaken su biografía de Clarín, se sintió abandonado por el empresariado argentinoen su lucha. El CEO comprobó en carne propia que no había “solidaridad declase”. Pero, como dijo el gran poeta argentino Alejandro Rubio, “Magnetto noes el jefe de la burguesía, Magnetto es un duelista”. Pues bien, ese gobiernoterminó. Y la guerra (el duelo) entre el Estado y Clarín (aunque no entre elkirchnerismo y Clarín) terminó y agotó a los dos. Volvamos al presente.

Dicen todos

“El PRO comunica mal” dicen todos, en un diagnóstico que no distinguecomunicación y relato. Diríamos: el PRO comunica menos. El PRO comunicadistinto. Se empeña en utilizar más las redes sociales porque ahí está su“sociedad”, pero los sucesivos cuestionamientos (por derecha e izquierda) a lacomunicación oficial no aceptan con resignación que el PRO no quiere ser elgobierno de un Estado que -como dirían ellos mismos- “monopoliza un relato”,sino el gobierno de un Estado que devuelve voces a su supuesto “cauce natural”,es decir, a la prensa opositora al kichnerismo, a las tecnocracias, a lajusticia federal, a las empresas, etc. 

Es el poder político devolviendo poderal poder económico, y eso es también su comunicación. Tal vez en estos cincomeses no podemos medir tanto el achicamiento del Estado como el achicamiento deesta política oficial: el Estado dice menos, no usa cadenas nacionales, no haydiscursos largos, ni semiología televisada. El muñeco de Zamba pinchado sirvecomo metáfora, no de la crueldad simbólica contra la herencia recibida, sinosobre la pinchadura de la lengua estatal: se achica, se deshace, ya no existe. ElPRO le baja el volumen al Estado. Practica rutinas zonzas de pluralidad,menores.

“El PRO comunica mal” dicen todos, en un diagnóstico que no distingue comunicación y relato. Diríamos: el PRO comunica menos. El PRO comunica distinto. El PRO le baja el volumen al Estado.

De manera que, digamos, el síntoma de la crítica extendida a lacomunicación del PRO tiene algo de “horror al vacío” frente al acostumbramientode tener un Estado híper narrativo que organizaba el sentido, el tiempo, lasimágenes y nuestra emoción colectiva. Los que critican la comunicación del PRO“desde adentro”, le están pidiendo la misma intensidad hegemónica que tuvo elkirchnerismo. Rosendo Fraga dice que al gobierno le falta, más que comunicar, “explicar”.La realidad es que el gobierno busca hegemonía, pero por otros medios. Podríamosdecir que terceriza la disputa incluso en las voces de aquellos que enjuicianla nueva comunicación. Así como el kirchnerismo se fundaba en la “vuelta de lapolítica” (que nunca se había ido, estrictamente), el PRO se funda en la“vuelta del capitalismo” (que tampoco se había ido, pero que se sentíademasiado empatado con el Estado). Y los resultados del mercado serán siempreuna escena del crimen adonde el Estado “no está”. La violencia del Estado, sesabe, a veces hay que buscarla en sus ausencias.

La confianza como violencia

¿Y entonces? El PRO divulga la fe de que la sociedad “se cuenta sola”, creeen una sociedad de mercado, un mundo exclusivamente dividido entre lo público ylo privado, en el que la forma de comunicación del Estado, en tal caso, separecerá a las formas modernas de la comunicación social bajo el convenio deser “una más”. Su violencia se sublima en la confianza: cree que en la sociedadlibre ganan los más fuertes, en definitiva, que los medios llamados“hegemónicos” (anteriormente opositores a los gobiernos kirchneristas) son yserán más fuertes que los “medios k” (creados con empresarios igual de horrendosy socios de mil macanas pero más chicos y golondrinas). No hay Estado para losvencidos, sino mercado para los vencedores. 

Para el PRO no hay Estado para los vencidos, sino mercado para los vencedores. Cree que en la sociedad libre ganan los más fuertes. Pero pierden de vista la existencia de medios intermedios entre el kirchnerismo y Clarín.

Incluso pierden de vista, al menosdiríamos eso, la existencia de otros medios intermedios entre el kirchnerismo yClarín. Si hoy la distribución de pauta se blinda sobre “inexcusables criteriosde éxito”, se están, por lo menos, auto-engañando. ¿C5N no supera en muchasfranjas a TN? ¿Radio Del Plata no escaló hasta una segunda posición? ¿Lapluralidad del PRO implica sólo fomentar que Clarín y otros medios restablezcanun poder dominante, si es que acaso algo así fuera posible? ¿Esa es toda laidea que tienen de “sociedad”? ¿La vuelta a una suerte de sociedad prekirchnerista, con medios “independientes” pero independientes en relación a ungobierno que ya no existe?

Está en juego un “nuevo relato”, hay una disputa por el sentido de lapolítica, el Estado, la economía, etc., y eso se percibe leyendo la revistaCriterio, los editoriales de Morales Solá o los almuerzos de Mirtha Legrand. Porquese trata de buscar las versiones del relato “amarillo” afuera. También en laamplificada “Cruzada” de la justicia federal llevada adelante por jueces vikingosdedicados repentinamente al fracking sobre los restos del gobierno anterior. Y,más delicadamente, en las previsibles declaraciones de Vargas Llosa o en laspublicidades alegóricas de Chevrolet y UBER, que se viralizaron como mensajessociales sobre mérito, transparencia y tecnología. Es cierto, UBER resultó unacontradicción macrista que ubicó de un lado a sus liberales libertarios,libélulas amarillas de las redes que veían en el fin del “tachero” el crimenperfecto contra el peronismo, y del otro, Macri priorizando compromisoscorporativos. Chau UBER. Pero endefinitiva, a las dudas sobre el PRO, la comunicación, el relato ausente y elfin del “Estado yoico”, la respuesta es escueta: para ellos, la comunicación es el otro. Y cuandoFraga pida que el gobierno “explique”, ellos le podrán decir: explícalo túmismo.