Gobierno

En el Gobierno ya hablan de ministros de primera y de segunda

Marcos Peña retó a algunos ministros por el rol timorato de los primeros dos meses. Les pidió que empiecen a gestionar.

En el Gobierno ya se habla de los ministros de primera y segunda categoría por el rol que les asignó Mauricio Macri a horas de que se cumplan los primeros dos meses de su gestión.

Quien definió las categorías fue el jefe de gabinete, Marcos Peña, que debió retar a algunos funcionarios por el desempeño que tuvieron hasta el momento.

Peña debió pedirle a un grupo de ministros que empiece a gestionar y que bajen el perfil en los medios de comunicación, la obsesión del jefe de gabinete. Ya les había exigido que no hablaran de la herencia kirchnerista, un pedido que en el Ejecutivo tildaron de "modelo ballena".

En la primera juegan por ahora Rogelio Frigerio, que adquirió un rol preponderante en el Gobierno pese a los chispazos que tuvo con el jefe de gabinete y Alfonso Prat gay, que también tiene cortocircuitos con Peña.

También están Andrés Ibarra, el encargado de echar ñoquis camporistas, Jorge Triaca, el responsable de las paritarias, Juan José Aranguren, la cara del tarifazo eléctrico y Guillermo Dietrich, de Transporte. A ese pelotón todavía pertenece la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, la más golpeada hasta el momento por el affaire de los prófugos de General Alvaer.

Quienes fueron degradados a la segunda fueron los ministros “más propios”, como Francisco Cabrera, Jorge Lemus, Carolina Stanley –los tres fueron ministros porteños- y Sergio Bergman.

El rabino es acaso el ministro con la gestión más nula hasta el momento, ya que tardó mes y medio en definir el organigrama, intervenido en varias áreas. Al mismo tiempo, el ministro de Ambiente protagonizó un papelón en medio del incendio del parque Los Alerces, cuando retrasó una hora el vuelo de Aerolíneas de Esquel a Buenos Aires dando entrevistas y encima le reclamó a una azafata que le cargaran las millas, lo que le valió un insulto de uno de los pasajeros, según publicó Clarín.

Las últimas reuniones de gabinete fueron un ejemplo de la disciplina impuesta por Peña: los ministros de segunda ni siquiera se animan a pedir la palabra.