Seguridad

Triple Fuga: Lecciones de la crisis

La crisis reveló que falló el cálculo político de estirar la transición para alargar la luna de miel hasta marzo.

Superada ya la crisis por la triple fuga y eloperativo de búsqueda y captura de los prófugos, ambos sucesos arrojaronlecciones que deben ser rápidamente aprendidas por las nuevas administraciones.Estas deben servir para corregir las fallas estructurales expuestas del sistemade seguridad y evitar repetir los errores políticos en los que se incurrió.

En primer lugar, la fuga puso en evidencia que elsistema policial, judicial y penitenciario bonaerense se encuentra sumido en unentramado de corrupción estructural que afecta la naturaleza de aquellasinstituciones, al desviarlas de su misión: en lugar de proteger a losciudadanos, protegen a los delincuentes. Junto con el grave deterioro de suscapacidades humanas, tecnológicas y materiales, aquello ha hecho que las fugasy evasiones sean una constante.

Al mismo tiempo, la triple fuga destapó errores decálculo político. La agenda de seguridad de la nueva administración provincial contemplabados hipótesis de conflicto: los desórdenes de fin de año y el Operativo Sol. Envirtud de ello, la nueva gestión de seguridad alabó lo hecho en la materia porla administración saliente, y pactó la continuidad de buena parte de lasestructuras civiles y policiales. Se suponía que esto permitiría una transiciónsuave y ordenada, de modo de prolongar la “luna de miel” durante el verano, yasí empezar a tomar decisiones de fondo en marzo. Esta idea, pulcra en lospapeles, se chocó con la realidad. Dejar en funciones a policías con “fecha devencimiento” no es una buena idea en la poca civilizada provincia de BuenosAires.

La nueva gestión pactó la continuidad de buena parte de las estructuras civiles y policiales, porque imaginó una transición suave, para prolongar la “luna de miel” durante el verano.

También la administración nacional cometió un gruesoerror de cálculo al suponer que la crisis por la fuga podría ser encapsuladadentro de los límites bonaerenses. Desde el momento que los fugados cruzaron aSanta Fe, el asunto pasó a ser un problema federal. Desde hace muchos años, losproblemas de seguridad bonaerenses tocan las puertas del gobierno nacional, muypesar de sus funcionarios. Esto debe servir para prever los próximos cuatroaños de gestión.

En segundo lugar, el operativo de búsqueda y capturade los prófugos sacó la luz lo que muchos venimos advirtiendo hace años: elgrado de desprofesionalización de las fuerzas de seguridad. La desinversión delos noventa, junto con la politización de los últimos tiempos, han destruidotoda idea de meritocracia en la policía. ¿Qué sentido tiene esforzarse, cumplircon las reglas, u obtener resultados, si todo ello no es relevante para losascensos, el salario o los destinos? Al no cultivar la profesión policial, notenemos policías profesionales. Recomponerla debe ser uno de los ejes de lapolítica de seguridad.

Asimismo, el manejo político de la crisis también tuvoerrores. Los funcionarios de seguridad deben advertir que la gestión comunicacionalde la crisis nunca es más importante que la gestión de la crisis en sí, cuyoobjetivo es recapturar a los prófugos. Puestos en emergencia, en lugar deconducir la emergencia, muchos funcionarios se vieron tentados a realizar declaracionespúblicas muy graves respecto a las complicidades policiales para excusarsecircunstancialmente por ciertos errores de manejo. No obstante, lo más grave esque sólo sean declaraciones públicas.

Ciertamente, si lo que se dijo públicamente es verdad,y nadie resultada procesado por eso, quien plantó las pistas falsas y/oprotegió a prófugos hoy está con el uniforme puesto trabajando de policía. Si,por el contrario, las acusaciones no se basaron en evidencia firme, esaspalabras sólo habrán servido para deteriorar fuertemente—a sólo treinta días deiniciar la gestión—el clima que debe haber entre la conducción política y lasfuerzas de seguridad. Si reclamamos profesionalismo a las policías, debemosofrecer profesionalismo desde la política.

Seguramente, la crisis que vivieron les servirá a losfuncionarios de seguridad para notar que dejaron de ser legisladores opositores,cuya principal actividad era denunciar, y pasaron a ser formuladores depolíticas y gestores de soluciones. Esto implica detentar otro rol, con otralógica, y otra responsabilidad, lo que muchas veces implica “tragarse sapos”.

Esta enseñanza no es menor, considerando que la seguridad es uno de los ejes en lo quedescansa de la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires. Para lograrla serequiere una reforma en serio del sistema policial, judicial, y penitenciario,pues este es parte del problema, antes que de la solución. Y frente a estatarea, a pesar de algún cálculo de conveniencia, el gobierno federal y losmunicipios no son actores de reparto. Si todo esto es así entendido, enhorabuena la crisis vivida.