La sucesion

¿Cristina abandona la idea del “Plan-bomba”?

La estrategia de Kicillof de ponerle un techo a las paritarias sugiere un horizonte post 2015.

Axel Kicillof está emperrado en lograr que los sindicatos firmen subas salariales en torno al 27%. El ministro de Economía argumenta que la inflación bajó respecto al año pasado y, por lo tanto, con esa cifra la pérdida del poder adquisitivo estará más que compensada en el 2015, si se tiene en cuenta que la inflación medida en términos interanuales por el Indec se ubica en un 15%.

Esta actitud intransigente en las paritarias llevó a que se trabaran las negociaciones de los principales sectores que deben cerrar sus paritarias en esta época. Tanto la UOM, como los bancarios y empleados de comercio tienen las conversaciones empantanadas con las cámaras patronales. En el 2014 los salarios perdieron frente a los precios: hasta la CTA oficialista reconoce que hubo una contracción del salario real en torno al 4%.

Lo curioso es la excesiva cautela que viene mostrando el titular del Palacio de Hacienda a la hora de autorizar los aumentos, lo que acaso insinúe la intención de Kicillof de quedarse más allá del 2015, ya sea en las oficinas de Hipólito Yrigoyen o como vicepresidente, en caso de acompañar alguna de las fórmulas oficialistas.

En el 2011, los aumentos salariales fueron en promedio del 35%, más de diez puntos arriba de la inflación, mientras el dólar se movió sólo un 8%, lo que ayudó al kirchnerismo a ganar las presidenciales con el 54% de los votos.

Lo cierto es que la obstinación del ministro de Economía en usar los salarios como ancla antiinflacionaria representa un giro respecto a lo que sucedió en años previos.

“Concretamente, la cabeza del ministro podría estar pensando en bajar la tasa de inflación para que la macroeconomía no explote el año próximo”, evalúa un reporte privado al que tuvo acceso LPO.

“Lejos de ser su intención ‘plantarle una bomba al próximo gobierno’ y si así fueran las cosas, este razonamiento implica dos fuertes supuestos. El primero, es que esta dinámica de la macroeconomía, donde los salarios mantienen alzas similares a lo que fueron los ajuste del 2014, alcanza para llegar a las elecciones en forma más o menos sensata. El segundo, más optimista, implica que las elecciones las gana el propio oficialismo a pesar del ajuste real en el ingreso de los trabajadores”, plantea el documento.

El denominado “Plan bomba” fue revelado por el periodista Marcelo Bonelli en una columna de Clarín del año pasado, en la que detallaba la preocupación del titular de la UIA, Héctor Méndez por la pesada herencia que le dejaría Cristina a su sucesor. La idea, según Bonelli, es postergar todo lo posible las correcciones económicas para que la bomba le estalle a quien sea el vencedor en las elecciones.

“No creo que Cristina esté pensando en Scioli o Randazzo cuando le pone un techo a las paritarias”, disintió el economista Agustín Monteverde, “lo están haciendo para que la bomba no les explote antes a ellos, que la armaron”, puntualizó.

Monteverde cree que en rigor en el Ministerio de Economía “no quieren cebar la bomba de precios con aumentos salariales, que transmiten muy rápido el aumento de liquidez a los precios”.

De todas formas, el analista explicó que “no puede garantizarse que no estalle antes” teniendo en cuenta que se trata de un año eleccionario, en donde siempre existe una “dolarización de carteras”.

Para Monteverde, el ajuste se hace vía salarios porque el gobierno sabe que tendrá que seguir emitiendo plata durante todo el año para cubrir el déficit, haciendo subir la base monetaria a unos 660 mil millones de pesos para diciembre. “Para que crezca el gasto, si o sí tienen que emitir”, sentenció.

A eso se le suma un atraso cambiario cada vez más profundo, otra de las amenazas latentes que tiene el gobierno en el frente económico.

“Para un gobierno que no ataca la inflación por los métodos tradicionales que utilizan el resto de las economía occidentales, como tener un BCRA independiente que no emite papel moneda al tun-tun para cubrir las necesidades fiscales, que no tiene tasas de interés reales que superan a la inflación y que carece de un banquero que guíe las expectativas de los mercados, es lógico que avance con la antigua idea de tirar la nominalidad hacia abajo”, reflexionaba un economista.

Y sentenciaba: “mal camuflado por una improvisada modificación de la escala del Impuesto a las ganancias, la estrategia oficial no encierra otra magia que bajar la inflación a costa de sacrificar crecimiento y niveles de empleo”.