Ciudad

Escándalo: Una empresa chavista quiere controlar el voto electrónico en Capital

Monitoreó las polémicas elecciones de Venezuela y fue echada de Estados Unidos. Ni siquiera tiene Cuit.

La semana pasada elgobierno porteño abrió las propuestas de la licitación lanzada parainstrumentar el polémico voto electrónico que se aplicará en las primarias del26 de abril y las generales del 5 de julio.

Sólo dos firmas sepresentaron, la argentina MSA que acredita la experiencia reciente de haberorganizado las elecciones de Salta, de la localidad cordobesa de Marcos Juárezy de un estado de Ecuador; y la venezolana Smartmatic, de conocidos vínculoscon el chavismo.

Los sistemas y latecnología que ofrecen ambas compañías son distintos. MSA propone en rigor unrespaldo electrónico al voto tradicional cuyo sistema se mantiene, pero gracias ala tecnología permite ajustar la fiscalización y agilizar el cómputo.Básicamente esta compañía, no aplica el más polémico instituto de la “urnaelectrónica”, que es la debilidad del sistema que ha permitido fraudesalrededor del mundo.

En el sistema “argentino”el votante utiliza una boleta que contiene un chip en su interior en la que segraba el voto, pero sobre la misma también se imprime el voto que queda asíexpresado en un papel, como en el sistema original, y que luego pasa a una urnareal.

La venezolana Smartmaticpor el contrario utiliza la “urna electrónica”, esto es no hay respaldo depapel del voto, ellos quedan contenidos únicamente en la informaciónelectrónica y sólo se emite al votante un papel que acredita que votó. No hayrespaldo en papel del voto.

Por eso cuando elopositor venezolano Henrique Capriles denunció el monumental fraude delchavista Nicolás Maduro y pidió “contar los papeles”, no hubo manera dehacerlo, ya que se trataba de simples comprobantes de voto. La únicainformación disponible era la electrónica, de fácil manipulación por manosexpertas.

Inconsistencias

Smartmatic, arrastra unahistoria de acusaciones de fraude, licitaciones anuladas y es el fronting deuna serie de sociedades opacas ubicadas en distintos paraísos fiscales. En laArgentina “abrió” oficinas años atrás, per la cerraron al no conseguir ningúncliente.

Al lanzar Macri el votoelectrónico para la ciudad de Buenos Aires –por lejos la mas amplia experienciade ese sistema en el país-, Smartmatic se presentó de apuro en la licitación. Ylo hizo de manera tan apresurada, que según informaron fuentes porteñas a LPO,ni siquiera cuenta con CUIT en la Argentina, motivo que podría provocar suimpugnación en el proceso.

Si bien los venezolanospropusieron la oferta económica más accesible, lo que arroja dudas son susantecedentes y la seriedad de la propuesta. En la misma planteó datosirrisorios, como que desde 2004 a la fecha aportó tecnología para 3500elecciones y 2.300.000.000 de votantes.

El cálculo indica unaelección por día y una facturación promedio de 4 millones de dólares cada 24horas.

Pero el corto historial dela empresa hace de este delirio estadístico una anécdota más. Creada en2004 el venezolano Antonio Mugica, eseaño ganó la licitación de su presidente Hugo Chávez yse encargó de automatizar las 9 elecciones siguientes.

Históricamente vinculadaa un vicepresidente de Hugo Chávez, tuvo actuaciones más que polémicas. Una delas primeras fue el referéndum de Chávez para lograr la reelección indefinida.En Venezuela se comenta que lo perdió por 5 puntos y en un acuerdo con laoposición se negoció reducir el margen de la victoria a 1 punto a cambio quedesistiera de manera definitiva de la iniciativa.

Seis meses después,amparado precisamente en la exigüidad de la diferencia, Chávez insistió con elproyecto y esa vez “ganó”. Smartmatic fue la encargada de certificar los númerosde esas elecciones.

En la última elección presidencialde Venezuela las sospechas de fraude se agravaron. Nicolás Maduro pidiótemprano que se acepten “victorias por un voto” y así fue: pasadas las 22 loscómputos lo daban triunfador por una mínima diferencia y su rival HenriqueCapriles nunca lo aceptó.

Pero la endebledemocracia venezolana no impidió que Smartmatic se animara a probar suerte enel resto de América, donde el voto electrónico todavía es una novedad.

Una compañía de nacionalidades sucesivas

Su apuesta más fuerte fuela elección de 2006 en el condado de Cook en Chicago, donde logró operar trascomprar la empresa norteamericana Sequoia Voting System. Fue un desastre: lasmáquinas “no funcionaron correctamente”, según las autoridades municipales.

Las denuncias derivaronen una investigación del Comité de Inversiones Extranjeras de los EstadosUnidos (CFIUS) y un escándalo mediático en diarios como The Wall StreetJournal, The Washington Post y The New York Times.

La presión llegó alCongreso y hasta se habló de un complot de Chávez en Estados Unidos. SequoiaVoting System debió ser vendida de urgencia.

Fracasada la estrategiade comprar subsidiarias, optaron por mudarse a paraísos fiscales y en 2007ganaron una licitación en Curazao, un ignoto distrito de las AntillasHolandesas del Caribe.

Suficiente para abandonarla incómoda etiqueta de “empresa venezolana” y presentarse como una firma delreino de Holanda. Sede que combinaba con la utilización del paraíso fiscal dePanamá para su base financiera.

Como la combinaciónCurazao-Panamá tampoco termina de ofrecer la mejor imagen de seriedad para unafirma que se dedica a un negocio tan delicado como las elecciones, Smartmaticcompró una firma en Londres y ahora se presenta como una compañía “inglesa”,con la particularidad que todos sus directivos son ciudadanos del paíscaribeño.