El miedo argentino. Una forma de tocar fondo

El informe 'Panorama social de América Latina' elaborado en 2014 por la Cepal, dice que Uruguay es el país de la región con el índice más bajo de pobreza: 5,7%. Le sigue Chile con un 7,8%.

Este informe revela que la educación es la variable que más pesa en Uruguay para la disminución de la pobreza en comparación con el resto de los países analizados.

¿Y Argentina? No figura pues no envía datos desde 2012.

Está a la vista del mundo, en Argentina, Tocamos fondo.

Conflictos recurrentes en las áreas educativas y sanitarias, con cifras inquietantes de trabajo en negro y desempleo acentuado, narcotráfico instalado en inmensas porciones de territorio urbano imponiendo sus leyes marginales, una profunda e inasible crisis política, conforman un panorama que hemos naturalizado. Tocamos fondo.

¿Es así? ¿Hemos llegado al último peldaño? ¿Estamos como sociedad argentina mirándonos sin vernos desde debajo de nosotros mismos?

Tal vez sea el miedo el que nos impida vernos.

Millones de ciudadanos anónimos que se encierran temerosos tras rejas hogareñas que no impiden seguir con miedo.

Una nueva categoría sociológica se me ocurre:

“El miedo argentino”, un tipo de miedo que acciona las alarmas de la amígdala en el cerebro de muchos Jueces, Fiscales, Periodistas, Actores, Empresarios, Funcionarios de Gobierno y muchos otros que se suman a esta variopinta lista de temerosos argentinos.

Miedo que activa respuestas agresivas que vienen desde el fondo de nuestro instinto de conservación como especie. El miedo desata defensas individuales y grupales agresivas y suelen producir respuestas violentas que repite ciclos activando en cada uno nuevas respuestas violentas, agresivas que nos ponen a la defensiva. Un ciclo de miedo nos envuelve.

Si damos un vistazo a quienes somos como especie en los últimos diez mil años, quizás encontremos respuestas que expliquen el presente embrutecido que vivimos. Miro para atrás tomando distancia en el pasado para luego, intentar mirar hacia a adelante. Hay un “miedo argentino” estructural que hemos internalizado en estos tiempos. Miedo a decirnos la verdad. Miedo a expresar nuestro disenso.

Un miedo paralizante como colectivo social, que destruye en nosotros las bases elementales que forman parte constitutiva del éxito de supervivencia alcanzado como especie humana y que necesitamos para sentirnos parte.

Vinculación con otros, aceptación de quienes somos y pertenencia al grupo, son insumos básicos para ser humanos. En la Argentina del miedo vamos camino a perder estos atributos.

Violencia que genera más violencia llenándonos de temores y desconfianzas.

Seguir en este rumbo violento es suicida. Necesitamos hacer un esfuerzo individual y colectivo que nos ponga de pie. Si ante cada desafío, ante cada crisis partimos desde la misma lógica de “guerra” que tanto entusiasmaba al fallecido pensador Ernesto Laclau, muchos de cuyos seguidores encarnan las políticas de Estado de hoy y persistimos en hacernos las mismas preguntas, no encontraremos respuestas diferentes. Nos lo enseñó Albert Einstein.

Sin demasiada creatividad, pero algo de sentido común, les propongo una pregunta nueva: ¿No ha llegado la hora de cambiar esta Cultura de la violencia por la Cultura de Paz?

Tal vez comencemos, al hacérnosla, a transitar el camino que va del ”miedo argentino” al “milagro argentino” de vivir en paz.