Néstor no conoció el mar

No hubo ni habrá probablemente voces alzadas en reproche de la muerte Néstor Fimenía, el pibe Qom que murió de hambre en la Argentina de 2015.

Néstor Fimenía un niño de 7 años miembro de la comunidad qom de la provincia del Chaco, murió el 7 de enero después de haber estado internado cuarenta días debido a un severo cuadro de desnutrición y tuberculosis.

En nombre del Gobierno Nacional, el ex gobernador de esa provincia y actual Jefe de Gabinete Jorge Capitanich señaló la muerte del chiquito como un “caso aislado y lamentable".

Néstor se fue de la vida sin tener jamás una oportunidad. Su objetivo diario fue intentar comer, acompañar a su abuelo hasta el charco de agua turbia que sirvió para bañarse, beber y llenar la pancita de ese líquido dudoso como para meterle algo y engañar al hambre.

Caso “aislado y lamentable”, una definición inmunda de quienes viven en la opulencia y gastan en un mes en trajes y perfumes más que el magro presupuesto anual de la familia Fimenía.

No hubo ni habrá probablemente, voces alzadas en reproche de esta muerte. Néstor, el pibe Qom, que murió de hambre en la Argentina de 2015 no mereció más que un fugaz paso por la febril actividad mediática porteña y ni en su Chaco natal y final, produjo conmoción en la prensa.

Los Líderes políticos, enfrascados en la recta final de las campañas electorales, no registraron en sus radares cómo se fue Néstor. No registran tampoco cientos, tal vez miles de Néstor que a diario comparten el destino que nos dicen los números contundentes e invisibles del Centro de Lucha contra el Hambre, de la Facultad de Veterinaria de la UBA: en el país hay 2.100.000 personas que no tienen garantizado el acceso a la comida, 330 mil familias que a diario languidecen de hambre y pierden a 8 niños por día que mueren como Néstor en la desgarrada geografía de la miseria argentina.

Esta violencia inmensa, devastadora, tapada por innumerables violencias urbanas quizás más cercanas al ojo de la cámara de televisión, nos dice dónde estamos.

Mirar el país desde los más débiles, es pensar un país. Mientras tanto, las playas argentinas rebozan de turistas, de políticos y de una fiesta que Néstor Fimenía se perdió. No conoció el mar.