La sucesion

El pequeño teatro kirchnerista

Néstor y Cristina supieron hacer “puente” entre la minoría que los vota con el corazón y la mayoría que los vota con el bolsillo. El problema surge cuando no distinguen una cosa de la otra.

 Distinto a otros populismosregionales como el de Venezuela, Bolivia o Brasil, el kirchnerismo no es laorganización de una “mitad más uno”, sino el ordenador de una minoría sólida enla política argentina. Eso aportó tras las crisis: la organización de unaminoría en una fragmentación que se mantiene. ¿Tuvo mayorías? Sí y no. Pero notuvo la vaca atada de la mayoría como el peronismo histórico o los ejemplosregionales.

Néstor y Cristina supieron hacer“puente” entre la minoría que los vota con el corazón y la mayoría que los votacon el bolsillo. El problema kirchnerista es cuando no distinguen una cosa dela otra. Por eso cuesta tanto encontrar “el candidato propio”, porque loskirchneristas “puros” no distinguen “una cosa de otra”, es decir: cuando lehablan a la minoría, creen que le hablan a la mayoría. Se les representa unpueblo en la militancia, en las organizaciones sociales, en ese pequeño teatrodonde se ajusta una visión de la historia y la patria. Y eso quizás explica porqué Scioli en este momento es el candidato más firme del FPV: porque es unpolítico de mayorías. Un político anclado en los medios y la popularidadclásica.

Scioli pertenece desdesiempre al FPV y desde siempre un sector duro del kirchnerismo lo resiste.Dicen: Scioli mide menos que el kirchnerismo, Scioli no le suma al kirchnerismo,Scioli es “el otro” ideológico encubierto. ¿Y qué es Scioli? Fue “usado”demasiadas veces (2003, 2007, 2009, 2011, 2013) y por su estilo conservadorpagó el precio de su popularidad. Pero si el kirchnerismo solo tiene “30 puntos”,si Scioli es menos que eso, ¿por qué entonces mide? ¿De dónde sale eso quemide? ¿Quiénes votan a Scioli? ¿Es tan solo una operación de encuestas? No estárevelado el misterio. Hipótesis al voleo: entre la supuesta minoría kirchneristaque concentra el 30% y la potencialidad electoral de Scioli que hoy tambiénpodría arañar ese tercio, tiene que haber alguna interferencia. Mi opinión esque Scioli mide por la suma, ergo: ni el kirchnerismo puro ni Scioli tienen cadauno, por separado, ese tercio. Están obligados a sumarse.

Lugares comunes

No hay análisis kirchneristaque se saltee su cita con la “centralidad presidencial”, con “quién pone laagenda”, y otras afirmaciones que avivan el fuego de Cristina. En la misma lógicase repite que la “oposición no existe”, que está atomizada, que los une elespanto, que son la derecha, que son cáusticos, que nadie detiene el amor. Apuntemosque la que siempre fracasó fue la oposición emocional, Patricia Bullrich consus informes de Inflación parlamentaria, las denuncias internacionales anteforos olímpicos, una vigilia que donde el kirchnerismo dijo blanco dijo negro. Sinembargo, ahí está Macri, ahí está Massa… todo el mundo se pregunta cuál será elcierre radical (entre las dos Emes), y un sordo ruido justicialista alienta a Scioli.El 2015 no es un niño huérfano al que le faltan padres. Hay tres candidatos ala presidencia con chances de ganar, que ostentan el monopolio de la fuerzaencuestadora… y ninguno es kirchnerista (Scioli es a lo sumo un “aliado”). Esla realidad provisoria.

En el FPV hay de todo. Estánlos desesperados por seguir en el poder, están los nostálgicos de resistenciasque no vivieron, están los idealistas que bancan la que sea, están los que temenla persecución judicial. En fin. Su rompecabezas por momentos tiene piezasvisibles: acá la participación militante, allá el partido justicialista con suscaciques territoriales, ahí la rosca parlamentaria, más allá el sindicalismo hechopedazos, y así. Pero esta constelación no se organiza, no se transparenta, notiene rutinas tan visibles. Es una suma de realidades paralelas. El recuperadoalfonsinismo que practica el kirchnerismo no incluyó una revitalización delinstrumento partidario para una democracia interna. Esa cristalización, paraalgunos, sería la negación de la naturaleza populista. Finalmente prima ladecisión presidencial sobre ese desorden. Pero esa concentración del poderdecisorio toca su límite en una transición hacia adentro, no puede construir unheredero, básicamente: no puede empoderar a alguien. Por ende, tenemos unpopulismo teorizado al extremo pero con un “defecto” constitucional que nopermite re-reelección y una estructura partidaria menos aceitada como paracombinar recambios, a diferencia del PT y el Frente Amplio uruguayo, y con elpatrimonio de una minoría, no de una mayoría. Doce años de gobierno conduciendoa un peronismo pero sobre el que prima la desconfianza a su tradición deacompañar cada cambio de época, cada signo de los tiempos, cada nuevoliderazgo, cada viento mundial.

El partido político máshermoso para el sueño del politólogo argentino es el Movimiento PopularNeuquino: un partido provincial con un funcionamiento interno envidiable. Coninternas, líneas, democracia. En la Argentina, el tamaño posible (o ideal) deun partido político a lo sumo es provincial, municipal también. La política nacionalse ciñe detrás de liderazgos fuertes en la “opinión pública” como Macri, Massa,Scioli, en un ambiente swinger donde todo puede pasar, y donde los winnersconducen a los demás.

Volvió la política, pero nose ordenó.