Banco Central

El Senado puede darle a Vanoli mandato para quedarse con el próximo Gobierno

Cristina puede mantenerlo en comisión para que se vaya con ella o mandar un pliego por 6 años.

La Comisión de Acuerdos del Senado está convocada para el próximo 15 de octubre para debatir pliegos judiciales, pero la expectativa desde hoy está puesta en si para esa fecha ya habrá tenido ingreso el de Alejandro Vanoli como presidente del Banco Central.

La Cámara alta aprobó en diciembre por unanimidad el mandato de 6 años de Juan Carlos Fábrega como presidente del Central, tras una reunión de Comisión de las más cordiales que se recuerde.

El trámite no dura algunas semanas: el pliego debe tomar estado parlamentario en una sesión, tratarse siete más tarde en una audiencia y en el mismo plazo en el recinto.

Cristina Kirchner tiene dos caminos para legitimar a Vanoli: o lo nombra en comisión y lo echa cuando quiera, o vuelve a usar su mayoría para convalidarlo por el resto de su mandato y la totalidad del siguiente.

Si lo consideran un soldado, Vanoli puede ser una marca que Cristina le deje a su sucesor para obligarlo a negociar otros temas.

Echar a un presidente el Banco Central no es un trámite rápido. Se necesita el aval de una comisión con los presidentes de las comisiones de Finanzas de ambas Cámaras y el vicepresidente. Fue por eso que Kicillof apeló un duro desgaste para obligar a Fábrega a irse.

Como la experiencias de Redrado y Fábrega, Cristina sabe que los presidentes del Banco Central con mandato formal son los que más se animan a discutirle.

De hecho, tras el mal trago de Redrado sólo le dio mandato a Marcó del Pont para completar el semestre de mandato pendiente, pero después la tuvo en comisión hasta diciembre.

Su pliego tenía dictamen de la Comisión de Acuerdos pero Cristina prefirió congelarlo.

Por el contrario, para ser presidente del Banco Central en Comisión sólo hace falta una decisión del Poder Ejecutivo y se puede seguir hasta tanto el Senado no nombre a alguien.

Fue un artilugio pensado para una transición, entendiéndose que tarde o temprano un presidente quiere la casa monetaria manejada por un equipo que piense en el largo plazo. Ahora sabemos que no siempre pasa.