Cresta Roja

¿Qué hay detrás del cierre de la principal empresa avícola del país?

La industria aviar se sustentó gracias a subsidios y a acuerdos con Venezuela. Hoy hay deudas millonarias. El lobby de Domenech.

El cierre de la planta de Rasic Hnos. -que comercializa los pollos Cresta Roja- en la localidad bonaerense de de El Jagüel cayó como baldazo de agua fría para los dirigentes políticos que no siguen el día a día del sector (despidieron a 1200 trabajadores).

Sin embargo, para los que conocen la realidad de la industria avícola era una cuestión que llegaría más temprano que tarde. “Ahora nos tocó a nosotros”, reconocen por lo bajo los representantes de un sector aliado al kirchnerismo desde sus inicios.

Es que, a pesar del notable crecimiento que registró el sector de 2003 a 2013, en los últimos meses empezaron a aparecer señales de alerta con el principal cliente del exterior de las empresas polleras, radicadas mayormente en Entre Ríos.

Sucede que el principal negocio de las compañías avícolas no se basó en el aumento del consumo interno, sino que se sustentó en los últimos años gracias a subsidios oficiales y a acuerdos gestionados entre funcionarios kirchneristas y sus pares venezolanos.

Los datos hablan por sí solos: en 2013 el 55 por ciento de la carne aviar exportada por la Argentina se envió al mercado bolivariano. Así, el año pasado se llegaron a exportar alrededor de 280.000 toneladas, una cifra récord en términos históricos para la industria.

Pero el dato más interesante es que, por alguna razón desconocida, Venezuela pagó por los pollos argentinos un 42 por ciento más que el resto de los países importadores (u$s 1,56 por kilo contra u$s 2,22 por kilo FOB).

Y éste año se venía repitiendo la misma historia. Los últimos datos oficiales muestran que en julio se declararon 11.590 toneladas de exportaciones de pollos con destino a Venezuela (un 40 por ciento del total) a un valor promedio de u$s 2,27 por kilo FOB.

El problema es que, según pudo averiguar La Política Online con varias fuentes del sector, en los últimos meses se cortó la cadena de pagos por parte de Venezuela a las empresas polleras. “Nos deben varios meses”, comentó un importante empresario.

Al parecer, los graves inconvenientes que tiene el gobierno de Nicolás Maduro para abastecer su mercado de dólares provoca que los importadores locales no puedan acceder a las divisas necesarias para poder realizar compras en el exterior.

Las exportaciones de pollos a Venezuela son operaciones que se instrumentan a través del “Fidecomiso Néstor Kirchner” del Banco Nación, que antes se cobraban por giros automáticos, pero que hoy dependen de la voluntad de los funcionarios bolivarianos.

Es por esta situación que en junio los hermanos Rasic solicitaron al Gobierno una ayuda de $ 50 millones que nunca fue concedida. Por esto mismo, la firma pidió en julio su concurso de acreedores con un pasivo que en ese entonces era de $ 1200 millones.

Según las fuentes consultadas por LPO, el problema es que las millonarias deudas en dólares que contrajo Venezuela no son solo con Rasic Hnos. sino que se extienden al resto de las empresas argentinas que exportan a dicho país.

Y justamente, además de Rasic Hnos, entre las compañías encargadas de colocar pollos en el mercado venezolano se cuentan Pollolín, Noelma, Calisa, San Sebastián, Granja Tres Arroyos, Aveguay, Bonnin Hnos, Las Camelias y Soychú.

El lobby de Domenech

En este contexto, cabe destacar que el sector pollero está concentrado en un puñado de 30 firmas nucleadas en el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) que conduce Roberto Domenech, un hombre con muy buenos lazos con el Gobierno.

Desde sus inicios, en el CEPA decidieron mantener una relación muy cortante con la prensa, quizás como una forma de alinear un único discurso a los intereses de la Casa Rosada (Domenech es la única persona autorizada para hablar con los periodistas).

A diferencia del sector ganadero, los empresarios avícolas evitaron los enfrentamientos con el Gobierno y comenzaron a trabajar en conjunto en un ambicioso plan que contempló un aumento en la producción, en el consumo interno y en las exportaciones.

El ideólogo de esa estrategia fue Domenech, que, lejos de oponerse, acató las reglas de juego que impuso Néstor Kirchner a los sectores productivos y ambos establecieron de palabra un pacto de no agresión que se mantiene hasta el día de hoy.

El favoritismo que tuvieron tanto Néstor como Cristina Kirchner con este sector fue claro. En el periodo 2007/2010 los frigoríficos avícolas fueron los más beneficiados por el viejo sistema de compensaciones, envuelto en escandalosos casos de corrupción.

Así, las empresas polleras recibieron en subsidios unos $ 2100 millones por parte de la disuelta ONCCA con el propósito de mantener estable la “mesa de los argentinos”, mientras los precios internos siguieron aumentando al ritmo de la inflación real.

Pero el sector avícola no solo recibió compensaciones millonarias, sino que también obtiene subsidios indirectos. De hecho, la intervención al maíz (retenciones + trabas) logra que las firmas adquirieran el grano a un precio muy por debajo del valor real.

Además, la carne aviar casi no tiene retenciones al contar con un derecho de exportación del 5 por ciento y un reintegro del 3,4 por ciento (apenas 1,6 por ciento). En cambio, a la carne vacuna, el Gobierno le aplica una retención del 15 por ciento.