Escraches anónimos y persecución a la prensa, una triste marca del kirchnerismo

En su hora más complicada el Gobierno retomó el ataque a los medios, el mismo día que escracharon a LPO.

Se trata de un componente esencial del kirchnerismo desdesus inicios como fuerza política en Santa Cruz. Se han escrito libros como elpremonitorio “El Amo del Feudo” del fallecido periodista santacruceño OsvaldoGatti, que fue sometido por el poder de los Kirchner a un perverso sistema dehostigamiento económico y social con el objetivo de destruirlo anímicamente.

La obsesión de Néstor Kirchner por el control de los medios,ahogó a la prensa independiente en Santa Cruz hasta que apareció el portal OPISanta Cruz. Y no es casual el fenómeno, antiguos en su mirada hacia los medios,los Kirchner sufren lo que no controlan y con la revolución del mundo digital,las redes sociales y portales como LaPolítica Online multiplicaron su pesadilla.

Esta incomprensión del rol esencial de la libertad de prensaen la construcción de una sociedad democrática, es acaso una de las marcas másvisibles de un sistema de construcción de poder que nunca pudo superar suspulsiones autoritarias, que como arranques de ira –acaso lo sean- lo llevan acometer desmesuras como el escrache que sufrí.

Desmesura porque se destinaron cuantiosos fondos paradiseñar, imprimir y pegar en la clandestinidad de la madrugada, dos modelos deafiches distintos con mi foto y mi nombre en la Plaza de Mayo, el Microcentro yen un mensaje mafioso, en la cuadra donde esta ubicada la redacción de LaPolítica Online.

Desmesura también porque se ataca a un periodistadesconocido para las grandes audiencias, a un medio especializado en política yeconomía que en todo caso debería ser un insumo de los mismos que se enojan. Nomucho mas. No pone en riesgo nada. No merece el esfuerzo ni el gasto.

Hay que sentirse muy impune para contra todo sentido común,dar rienda suelta a las peores pulsiones desde el ejercicio del poder.

Se trató además de una operación política que sólo pudorealizarse en este Gobierno híper verticalista con una autorización del másalto nivel. Operación política que coincide además con la publicación de algotan sencillo como una encuesta –firmada y anexada- que revela que MáximoKirchner –el pretendido heredero- apenas consigue 6 puntos de intención de votoen su natal Río Gallegos, punto de partida imaginado por La Cámpora como elinicio de la reedición en clave del hijo, de la “epopeya” política queprotagonizó el padre.

Una vez más, son tan evidentes. Como sucedió en otrosescraches de la nefasta y poblada cadena de escraches anónimos que concretaron,nadie del Gobierno o del oficialismo repudió el ataque, que fue condenado portodas las fuerzas políticas y los tres presidenciables que lideran lasencuestas.

Incluso, militantes de La Cámpora y organizaciones afines,festejaron las redes sociales el ataque como una suerte de “venganza” o “castigo”merecido por haber publicado notas que interpretaron críticas hacia suorganización. Como suele decirse en derecho, a confesión de parte, relevo depruebas.

Lo más grave es que en el mismo momento que el ataque a LPOdisparaba preocupación en las redacciones por un eventual regreso delkirchnerismo a sus peores prácticas, la propia Presidenta se dedicó a atacar aradio Mitre en su Twitter personal.

Si bien poco queda ya para sorprenderse del kirchnerismo, laenormidad de pasar del ataque a un medio en términos generales al escrachepersonal y fascista a un periodista con nombre, apellido y foto, es alarmante.

Todo indica que ante la profundización de los problemaseconómicos que sufre el país, el Gobierno ha decidido incrementar suagresividad como única estrategia. El miedo está en el ADN de los Kirchner.Miedo al otro y búsqueda permanente de control a través del miedo.

Es en definitiva lo que buscó este ataque. Generar en LPO laautocensura y mandar una advertencia al resto de los periodistas, que entiendenque ser genuflexos ante el poder es incompatible con el ejercicio de suprofesión.

No se trata de víctimas ni de victimarios, sino de unadeformación cultural profunda, arraigada en sus creencias más íntimas. Eslamentable, es triste, pero sobre todo, es un síntoma muy explícito dedebilidad, de un ciclo que acaso de manera irreversible, empieza a agotarse ensus propia miseria.