Podemos ser mejores que esto

El próximo Gobierno se encontrará con un Estado que no está actualizado al mundo de hoy, que ha sido inútil para hacer el sector público más eficiente.

El Gobierno Nacional parece empeñado en vivir su último año en el poder con una mirada de la realidad cada vez más conspirativa, desilusionada y extrañamente antigua, anclada en un siglo XX pre-internet, casi de entreguerras mundiales.

Tras haber fracasado en explicar por qué no pudo ganar el pleito contra los fondos buitres, y luego de perder, no explicar satisfactoriamente por qué no puede pagar la sentencia ha enviado una seguidilla de proyectos al Congreso.

Esta reacción no es nueva. La Presidente y su administración sólo recurren al Congreso cuando la realidad los ha derrotado y necesitan una “victoria” política. Se sabe, ningún parlamentario oficialista tiene el valor o la posibilidad de enfrentar al Poder Ejecutivo y así, el Parlamento emite leyes sin ton ni son, ni análisis de su conveniencia, ni de si se integra al plexo normativo del país con coherencia, con constitucionalidad, o siquiera, con eficacia para producir algún efecto positivo en la vida socioeconómica y legal del país.

Entre la andanada de Proyectos ha enviado cuatro llamados “de abastecimiento” que en suma consideran que el comercio y la economía pueden cambiarse desde atrás del escritorio de un Ministro o un Secretario, y que esto sucede porque vivimos una especie de situación bélica en la cual en el bando de los malos están distintas clases de empresarios, comerciantes y profesionales de todo tipo, y en el bando de los buenos, alguien que pese a tener menos de 45 años, en las 100 hojas que envió al Congreso llenas de regulaciones para “combatir” a esos “enemigos” no ha colocado ni una sola vez la palabra internet.

Por supuesto, sí aparecen muchas veces las palabras “multa”, “intervenir” “obligar” y “facultades y atribuciones del Estado” para actuar en contra de quienes son los actores de la economía. Realmente, si después de 11 años de gobierno, no se ha podido lograr con la política que esos actores se muevan en la dirección querida por el oficialismo, ¿no sería mejor revisar la orientación que chocar contra ellos, contra la Constitución y hasta con usos y costumbres que llevan cientos de años y otros tan modernos y globales que ni siquiera se ha enterado el Gobierno que existen?

La Constitución Nacional se inspira en ideas de libertad económica. Y posteriormente, con la sanción de las leyes 23696 y 23697, se instaló un paradigma de colaboración de la actividad privada con el Estado.

El próximo Gobierno se encontrará con un Estado que no está actualizado al mundo de hoy, que ha sido inútil para hacer el sector público más eficiente y que lo ha desviado hacia estancamiento e hiperpartidismo. Se topará con pequeños grupos de presión determinados que han tenido durante el kirnerismo capacidad de llevar un interés público importante para convertirlos en pingues negocios y generosas fortunas. Probablemente también halle que el Estado está haciendo demasiado y haciéndolo mal, con matemáticas borrosas para ocultar sus crisis fiscales.

Las leyes impulsadas ahora probablemente se aprueben, y con seguridad, se estrellarán contra distintos tribunales como le ha sucedido a otras febriles y antiguas imaginaciones oficiales.

Afortunadamente, el equívoco oficial es tan grande que, pese a estos problemas, la mayor parte de la sociedad ha comenzado a pensar que podemos ser mejores que esto y que falta relativamente muy poco para que tengamos la oportunidad de expresar no sólo en las urnas sino en el acompañamiento popular posterior de la próxima administración cuánto queremos cambiar y cómo queremos vivir en el siglo XXI.