Holdouts

Necesitamos al abogado de Dios

Esto no comienza en 2008 con las demandas, ni en 2005 con los canjes de la deuda sino cuando pedimos la plata prestada y no la pagamos.

Durante el larguísimo juicio contra los fondos NML y otros, llamados buitres, tuvimos distintas posturas. Insultamos los jueces, luego los adulamos, prometimos cumplir las sentencias, juramos no hacerlo, aseguramos que pagaríamos pero filtramos que iríamos al default. Todo en general al mismo tiempo.

Perdimos. En primera instancia, en segunda instancia y la Corte de USA no aceptó nuestros “recursos extraordinarios”, los certiorari. También habilitó la justicia americana los Discovery, es decir, aquellos recursos presentados por los Fondos Buitre para saber dónde embargar y ejecutar activos argentinos, lo que se dice, una derrota total.

La Corte Suprema de nuestro país había dejado claro durante estos procesos que no atendería ejecuciones de sentencias extranjeras que pudieran poner en riesgo los canjes, ante el pedido de un fondo inglés. De tal modo, si no pueden cobrar su sentencia aquí, que es donde están nuestros activos principales, los acreedores deben poder hacerlo en otro país.

¿Cuáles son los activos que tenemos y por qué tanto escándalo judicial y político? Pues bien, Argentina se encuentra pagando deudas de bonos con aquellos acreedores que entraron en los sucesivos canjes. Cuando paguemos en el circuito bancario conectado a New York, técnicamente, el dinero que depositemos podría ser embargado por los Fondos Buitres ya que además de todo, nos levantaron el “stay” la medida cautelar que nos protegía de esa posible maniobra.

De tal manera, para poder pagar a los bonistas que entraron en el canje, debemos lograr la aquiescencia de los Fondos Buitres, que litigan desde el 2008 y a quienes hemos acusado públicamente como “los malos” en un imaginario relato donde nosotros seríamos los “buenos” o bien desobedecer las advertencias del Juez Griesa y pagar en Buenos Aires. O ser condenados por otro juez, por ejemplo, un europeo, a pagar en otro domicilio que no sea Nueva York a los bonistas que entraron al canje, a quienes les nace el derecho de reclamar lo que resignaron si antes del 31 de diciembre pagamos mejor a los Buitres que a ellos.

Lo cierto es que todo esto no comienza en 2008 con las demandas, ni en 2005 con los canjes de la deuda en default sino antes. Concretamente, comienza cuando pedimos la plata prestada y no la pagamos. Y luego continuó y se hizo más grave cuando legisladores argentinos resignando su potestad de manejar la deuda externa de la Nación, prefirieron aplaudir de pie, en Asamblea Legislativa, cuando Adolfo Rodríguez Saá, electo por la misma Asamblea, anunciaba el no pago de la deuda argentina.

Varios parlamentarios de ese momento están hoy en el Gobierno, incluída la Presidente, quien por aquel entonces integraba el Congreso. Resta saber si quienes fueron nuestros abogados en las instancias inferiores y Paul Clement, ex Procurador ante la Corte de USA, hicieron todo lo que pudieron con un cliente extraño, que nunca creyó que llegaría a ser condenado con una mezcla de soberbia e infantilismo, faltó que cantáramos “acá tenés los pibes para ir hacia el default”.

La Dra Fernández de Kirchner pidió por cadena nacional el año pasado “Dios ilumine a la Corte”. Evidentemente, nuestros abogados no eran ni Dios ni muy luminosos y ahora en inferioridad de condiciones, necesitamos una real mano extraordinaria del destino. Generalmente, cuando se obtiene una sentencia favorable, quien ganó el juicio no negocia, exige. El tiempo para la negociación es antes.

El oficialismo parece convencido de que, con seis años de pleito, tal vez a los fondos acreedores les resulte tentador no seguir dilatando el cobro de su acreencia.

Sin embargo, eso es meramente potestativo de los vencedores. A esta debilidad, nos llevó la impericia del Gobierno, quien no parece dispuesto a aceptar el costo de sus errores, y por el momento, mantiene en secreto lo que realmente buscará hacer. Tal vez, porque no lo sabe, o porque sabe que ya no depende de sí mismo para evitar un descalabro de nefastas consecuencias no sobre esta administración saliente, sino sobre el resto de los argentinos.