Macrismo

 Michetti o los límites del ecumenismo político

La senadora del PRO no tiene agenda: Se tiene a ella misma. Pero cuando abandona su pulsión diletante, conmueve las estructuras políticas.

Lospolíticos-religiosos pueden ser más ecuménicos en sus relaciones políticas quelos laicos. Bueno, o por lo menos así parecen dos dirigentes del Pro. Uno, elrabino Bergman, un gaucho-judío cuya búsqueda en google arroja un saldo deaforismos que son parte de la novela de estos años. La otra, Gabriela Michetti,el rostro humano del primer macrismo, cuyo origen democristiano consolidó la percepciónde que Macri no pretendía asesinar cartoneros o perseguir inmigrantes, tal elimaginario que su proyección política despertaba por izquierda. Lo cierto esque el debut de Bergman, en las elecciones de 2007, junto a la CC, dieron unade las mejores postales: perdió la CC, y esa misma noche salió rajando afestejar con el Pro. Su pasión anti kirchnerista no tuvo decoro. Y fijó másrápido que nadie la dirección existencial de los republicanos: a la larga todosterminan en el Pro. Lo de Michetti es distinto. Su presencia política esdiletante: irrumpe cada cuatro o cinco meses y conmociona las estructuras delPro. No tiene agenda, se tiene a ella misma. Y su discurso parece atrapar elcapital simbólico del macrismo: es renovadora, dialoguista, abierta, culposa,simple y vacía… Se podría leer cada tanto la demoledora nota que Beatriz Sarlole dedicó en La Nación y que la hizo sufrir horrores. Un amigo la describe deeste modo: “flojita de discurso, cero expectativa ejecutiva, nula actividad enlo legislativo, pero en política cada vez que aparece mueve la estantería, escomo una Lole mujer”. Lousteau, Cobos y Lilita fueron las tres fotos separadasque se sacó Gabriela Michetti y provocaron un cisma. Notable.

“Mauricioes Macri”, decía Néstor Kirchner creyendo tallar en la estigmatización la clavede los prejuicios porteños. Macri ya había sido el presidente exitoso de Boca yera el hijo (díscolo) de un capitán de la industria que tenía intimidadhistórica y profunda con la política. La “fotogalería” del viejo secuestro deMauricio que publicó Perfil.com demuestra las amistades de arco infinito quetuvo Franco Macri.

El Proes la construcción política novedosa de esta década. A la par que elkirchnerismo. Son las dos identidades nacidas y criadas a partir de lairrupción de Néstor Kirchner en la política. Hechas en espejo, un espejo y unreloj: donde el kirchnerismo dice público, el macrismo dice privado, donde elkirchnerismo dice Memoria, el macrismo dice Futuro, y así. El Pro, o Macri másprecisamente, tiene las cualidades perfectas para ser el enemigo ideal: escheto, liberal, le cuesta deglutir la papa en la boca para hablar, es decir,tiene todos los tics para que una parte de la clase media progresista odie aese vecino. Pero el Pro es algo más que gaseosa política: es el sustento depoder que terminó por construir la oportunidad estructural de cualquieroposición no peronista. Porque gobernó la ciudad arrasando en los votos.Durante mucho tiempo fuimos muchos los que creímos que Macri, tal como supadre, era un hombre de viejos partidos, cuya creación política (alimentada porsu ala liberal y duranbarbista) era apenas una estación de servicio en la queesperar la caída del liderazgo kirchnerista para salir en socorro de unperonismo sin líder. ¿Macri es o no es peronista? ¿Cuánto lo diferencia de losotros peronistas intermedios? Un Cristian Ritondo diría que sí, porque sabe queMacri es un populista liberal de rienda corta que junta votos en todas lasclases sociales. Pero las simpatías de Cristina por él (conocidas cuando ledijo a Jorge Rial: “me gustan los que dicen lo que piensan”) sostuvo la extendidateoría de que el kirchnerismo quiere entregarle el poder a un Piñera. Para esarealidad tan prístina funge el peronismo y sus alternativas populares comolímite. Es que el kirchnerismo lucha contra el prejuicio de ser un inquilino enel peronismo e imagina lo que Alfonsín soñó: dos grandes partidos, dos grandescorrientes, una política a la española o norteamericana. La bipolaridad. Peropara eso se necesita que esas estructuras sean partidos de ideas y no sólo (oademás de) partidos de poder.

Por estosdías Gabriela Michetti agitó el FA-UNEN. Un Frente que nació como la citaciónde Sabella: todo el mundo discutiendo al que “no” citaron (Tévez y Macri). Ypara que ese temblor sea lo suficientemente poderoso contaron con el veneno deCarrió que fue la primera en nombrar la palabra Macri, es decir, lo que faltapara que se frente cierre.